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Germán Petersen Cortés

09/12/2014 - 12:03 am

Bomba económica

Dado que la pradera está en llamas, pocos se fijan en que hay una bomba activa justo al lado del fuego. La atención está en lo urgente –el incendio– y tiende a olvidarse lo que solo es un riesgo –la explosión de la bomba. El país se concentra en la crisis de violencia y solo […]

Dado que la pradera está en llamas, pocos se fijan en que hay una bomba activa justo al lado del fuego. La atención está en lo urgente –el incendio– y tiende a olvidarse lo que solo es un riesgo –la explosión de la bomba. El país se concentra en la crisis de violencia y solo algunos advierten las amenazas económicas que poco a poco se acumulan: crecimiento ínfimo, precios del petróleo a pique, peso derrumbándose, deuda pública rampante, promesas de no más impuestos el resto del sexenio al tiempo que se llena de nubarrones el panorama de las finanzas públicas.

En lugar de que el país se encamine a lograr objetivos económicos que se construyan sobre la estabilidad y la trasciendan, implementando –por ejemplo– políticas que estimulen el crecimiento económico, mejoren la oferta de empleos y atiendan la cuestión social, la tendencia es amenazar la estabilidad que tan trabajosamente se ha construido y que, aunque a algunos les parezca una mera obstinación, es condición necesaria para el desarrollo sostenible.

El crecimiento económico del país se ha estancado desde que tomó posesión la actual administración. En 2013 la economía creció 1.1% y este año se espera que ronde apenas el doble de esta cifra. El bajo crecimiento es una característica estructural de la economía mexicana desde hace tres décadas, pero a lo largo de ese periodo ha habido tanto tasas raquíticas como otras no tan bajas. Desde 2012, el país se ha instalado en las primeras.

La semana pasada, la mezcla mexicana de petróleo cotizó por debajo de los 60 dólares por barril, lo que no sucedía desde fines de 2008. En una coyuntura económica como la actual, los bajos precios del petróleo suponen un triple riesgo para México. De entrada, lo resiente el crecimiento del PIB, pues la industria petrolera es central en la economía mexicana. Además, se comprometen los ingresos del Estado (las coberturas, en las que tanto ha insistido el secretario Videgaray, son útiles en el corto plazo, pero aseguran muy poco en el largo plazo) y, por si fuera poco, se pone en jaque el proyecto económico del presidente Peña, altamente dependiente de la reforma energética, cuyo éxito es cuando menos difícil con semejantes precios. Tal combinación de explosivos no solo aumenta la capacidad destructiva de la bomba económica, sino también la probabilidad de que detone.

En estrecha conexión con el desplome del precio del petróleo emerge otra amenaza: el derrumbe del peso frente al dólar, que se acerca a los 15 pesos, cifra sin precedentes en los últimos dos años y medio. Semejante caída, que podría parecer el paraíso para los exportadores, desajusta gravemente aquellos mercados que dependen de las importaciones e incluso pudiera tener efectos inflacionarios.

Adicionalmente, el gobierno federal y algunos gobiernos estatales contraen deuda inmoderadamente. El gobierno federal debe hoy 900 mil millones de pesos más que el 1 de diciembre de 2012. En lo subnacional, gobernadores como César Duarte de Chihuahua y Rodrigo Medina de Nuevo León contratan deuda a diestra y siniestra, haciendo recordar, inevitablemente, la colosal irresponsabilidad de Humberto Moreira, quien dejó hipotecado a Coahuila.

Lo peor del caso es que la deuda no solo aumenta inmoderadamente sino que no impulsa el crecimiento económico. El año pasado, el Estado mexicano gastó más que el año previo y la economía creció menos. Endeudarse requiere, en primer sitio, moderación, pero además precisa que valga la pena la deuda, es decir, que el dinero se invierta de tal manera que genere mayores beneficios que la tasa de interés a pagar. Los problemas no terminan ahí: hace unos meses, el secretario Videgaray se comprometió a que no habría más impuestos el resto del sexenio. Si el secretario honra su promesa y además los precios del petróleo se mantienen bajos, la única manera de financiar más gasto público, cuando las coberturas que aseguran el precio del petróleo dejen de ser útiles, será con más endeudamiento.

Cuando la administración peñanietista debería estar explorando caminos para, aprovechando la estabilidad económica, lograr que la economía crezca más, cree mejores empleos y los beneficios que genera se repartan de manera más igualitaria, se empeña, con sus acciones y sus reacciones hacia lo que no está en sus manos, en poner en riesgo lo ganado.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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