Cómo llegar a los 30 sin sufrir (demasiado)

09/08/2013 - 12:01 am

Este año me enteré de que una gran amiga hace auto evaluaciones cada vez que es su cumpleaños. Honestamente, es algo que jamás me había cruzado la mente. Por lo general, el tiempo que no dedico a algo productivo, como mi trabajo o cosas que me gusten, lo empleo en elaborar teorías babosas acerca de lo que hago bien o hago mal. O sea, pienso demasiado (en tonterías) y paso mucho tiempo sola, lo cual agrava la situación.

Siempre me ha gustado cumplir años. Intento celebrarlos mínimo dos días. Arrastro a mis amigos a algún lugar de salsa que aunque no me salga muy bien, es mi ritmo favorito. Digamos que lo que cuenta es la intención. Alguna vez me dijeron que por mis movimientos en la pista de baile me parecía a Ben Stiller en Mi Novia Polly (réntela, es muy simpática). Fue un ex novio. Creo que siempre tuvo razón.

A cinco días de mi cumpleaños número 30, entré en un estado de pánico. “No confíes en nadie mayor de 30 años”, reza un dicho muy sabio en ambientes antreros. Pero ya no me parece tan sabio cuando eres tú la que está por cumplirlos.

He estado buscando señales hasta por debajo de las piedras de que la crisis de los 30 ha iniciado. Empecé a hacer preguntas a mis amigos, a mis amigas, a mis padres. Pero solamente obtenía respuestas positivas. Yo necesitaba saber que algo malo tenía que suceder.

Pero no. Para casi todos, lo que sigue es una de las mejores etapas de la vida. Yo bien a bien no sé qué esperar. Por un lado me dicen que lo mejor de los 30 es que olvidas los 20. Vaya obviedad. A veces echan de menos el sentido de la irresponsabilidad característico de los veinteañeros, y esto es cuestionable para algunos, pero en lo que todos coinciden, por lo menos a quienes pregunté es que lo único que extrañan es comer sin que el cuerpo pase la factura.

A los 20,

– Todo es más trágico o mágico surrealista. Los noviazgos son intensos y dramáticos. Las emociones flotan: dan vueltas como una ruleta rusa.

– Engordé. ¡Dios me libre, engordé un kilo! ¡Nada de mi ropa me queda!

– Me cortó. El amor para siempre no existe! ¡Qué voy a hacer!

– Me dejó de hablar. ¡Es un estúpido!

– No le caigo bien. ¡Nadie me quiere!

– El trabajo. ¡Soy pésimo! o ¡Soy un fregón y todos tienen que reconocerlo!

– Logré un contrato. ¡Voy a comerme al mundo de un bocado!

– Estoy en depresión. ¡No sé quién soy, el mundo me odia, no tengo nada!

– Estoy feliz. Vivir, es increíble. (Cortesía de Banco BANSI).

– Lo amo intensamente. (Al siguiente mes se ama intensamente a otra persona)

– Conocí a “cierta personalidad intelectual”. ¡Soy hiperinteligente!

Dicen, en cambio, que a los 30,

– Ya sabes qué te gusta.

– Rectificas las pendejadas de los 20 (aunque te tardes).

– Conoces el tipo de personas con las que te gusta salir, por tanto no importa quedar bien.

– La vida es más tranquila: en los 20 probaste de todo por primera vez, te tragaste el pastel, viviste mucho e intensamente. Los 30 consisten en saborear bocados.

La balanza me indica que aún tengo oportunidad de ponerle más viñetas a los 30 (aparte de que no me queda de otra).

Hacer una auto evaluación o balance de mi vida, pero en función de lo vivido, no lo esperado.

Por lo pronto, pasaré mi primer cumpleaños en, eso sí, un bar de salsa, con amigos que logren llegar, mis hermanos y celebraré con un pastel, de preferencia de esos con chocolate derretido por dentro. No haré tanto alboroto, ni gastaré dinero en ningún regalo especial. Sólo la pasaré bien.

Tampoco me daré latigazos por no haber cumplido lo que pensaba que tendría que pasar o lograr para esta edad. La vida no es como la pintan.

Y como dice un tuit de David Lynch: “Dear Twitter friends, stop romanticizing depression”. (Queridos amigos de Twitter, dejen de romantizar la depresión”).

@mariagpalacios

en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas