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Gustavo De la Rosa

09/03/2021 - 12:02 am

Perdidos en el laberinto

La votación de primero de julio de 2018 fue equivalente a la Toma de la Bastilla (aunque pacífica), por eso sus efectos políticos han puesto en jaque no sólo a las instituciones y fuerzas políticas desplazadas por la acción del pueblo, sino a las mismas organizaciones que condujeron a la toma del poder por vía electoral.

Chihuahua se prepara para la elección intermedia. Foto: Cuartoscuro.

La votación de primero de julio de 2018 fue equivalente a la Toma de la Bastilla (aunque pacífica), por eso sus efectos políticos han puesto en jaque no sólo a las instituciones y fuerzas políticas desplazadas por la acción del pueblo, sino a las mismas organizaciones que condujeron a la toma del poder por vía electoral.

En el Estado de Chihuahua, ahora que se prepara la elección intermedia del 2021, las dos fuerzas principales, PAN y Morena, y su coherencia con los candidatos que postulan, aparecen incomprensibles al volver la vista hacia el pasado de cada una.

En Francia, antes de 1793, primero se trató de hacer los ajustes necesarios a la monarquía para que siguiera gobernando sin problemas; se lanzó la convocatoria a Estados generales por parte del Rey y en cuanto se reunieron los diputados representantes de la Iglesia, la nobleza y el Estado llano, es decir el pueblo, empezaron a aparecer las contradicciones, no sólo entre los tres estados sino hasta las internas; precisamente estas contradicciones, la independencia del Estado llano y la contradicción entre el alto y el bajo clero, fueron el caldo de cultivo para el proceso revolucionario.

Además, la pobreza y la hambruna que se presentó antes de 1789 acabó de incendiar al pueblo de Francia, sobre todo en París, y la marcha sobre Versalles y la Toma de la Bastilla representaron el estallido de dolor que se forjó por muchos años entre los franceses explotados. Ahí empezó la gran revolución que habría de destruir, en el transcurso de los siguientes 80 años, el feudalismo y terminar con la monarquía como forma de Gobierno.

Sin embargo, en los primeros 10 años del nuevo régimen sucedieron tantos cambios que los actores del momento en ocasiones acabaron extraviados en el laberinto que se formó con las ruinas centenarias del poder monárquico.

En el ambiente caótico del cambio de dirección política, la Revolución se encontró con una terrible realidad: las masas campesinas y trabajadoras, y los filósofos y estudiosos del bajo clero, no tenían experiencia en gobernar un país y eso permitió que muchos políticos profesionales del antiguo régimen brincaran a las filas de la Revolución y acapararan las funciones de Gobierno mientras la nueva clase gobernante aprendía a controlar la Administración Pública. Son legendarias las maniobras de Joseph Fouché y Talleyrand para mantenerse en el poder con los diferentes gobiernos, aunque fueran antagónicos; igual que ellos hubo cientos, tal vez miles, de políticos y burócratas menores, que tuvieron la habilidad de cambiar según soplaba el viento, porque era lo único que sabían hacer y eran los únicos que sabían hacerlo.

Comparemos los momentos, toda proporción guardada, con el programa de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que arrancó en 2018 y que es más superficial que la Revolución Francesa, pues sólo pretende construir un país con un mínimo de bienestar y terminar con la corrupción, la ineficacia burocrática y el debilitamiento del Estado, porque es precisamente la falta de profundidad sistémica del proyecto de Andrés Manuel la que facilita la supervivencia de estos políticos y gobernantes que participaron en el anterior régimen, y su traslado a las filas de Morena.

Tal vez Ciudad Juárez y el estado de Chihuahua representen, como en repetidas ocasiones anteriores, el campo donde se experimenten las nuevas formas de producción, disrupción ciudadana, activismo feminista y separación del pasado; hoy se presentan increíbles combinaciones de Gobierno, de partidos y de intereses políticos que hace cinco años hubieran parecido imposibles, y si alguien hubiera tratado de escribirlas parecería un cuento de terror.

Para las próximas elecciones se van a registrar, por los diferentes partidos políticos, candidatos que por su lógica discursiva deberían más bien pertenecer a cualquier partido menos el suyo, y la confusión que generan en las filas de sus militantes es notable, pero el pueblo finalmente se acomoda a las nuevas realidades y esperamos que, después de esta etapa crítica de construcción del país, Morena desarrolle auténtica capacidad de Gobierno y construya cuadros con experiencia partidista y las mejores prácticas de democracia interna para superar exitosamente este momento tan confuso.

Pero esta confusión también ha alcanzado al PAN: sus candidatos sacan ronchas a los que habrían de votar por ellos, como la candidata a gobernadora, que está vinculada a políticos de diferentes partidos que apoyaron al exgobernador César Duarte, encarcelado en Estados Unidos (y que espera su extradición a México) por haber cometido el atraco más grande contra el patrimonio público de la historia del estado. Aunque ella tiene abiertos dos expedientes de investigación por corrupción con las evidencias suficientes para ser vinculada a proceso, la dirección del Partido Acción Nacional le permitió competir en las elecciones internas como si hubiera llegado después de recibir la primera comunión.

En lo local, el candidato del PAN a la Presidencia municipal de Ciudad Juárez fue (tal vez aún sea) militante del Partido Revolucionario Institucional desde que terminó la primaria; es hijo de un dirigente histórico del PRI, fue presidente del PRI municipal, organizador de las fuerzas juveniles del tricolor en la universidad, funcionario importante en sus diversas administraciones, llegó a ser presidente municipal de Ciudad Juárez por el PRI, y por último fue candidato a presidente municipal por Morena en 2018.

En la ciudad más grande del estado, a pesar de que no hay sobre él percepciones o evidencias de grandes actos de corrupción, su historia política lo convertiría en un impensable candidato de Acción Nacional, pero aquí y ahora el partido conservador, que ha construido cuadros desde 1983 cuando ganó por primera vez el municipio con Francisco Barrio, no tiene un candidato fuerte a la Presidencia municipal y postula al que sea que, desde su percepción, pueda ganarle al candidato de Morena.

Por el Estado, Morena postula a un candidato hecho y construido políticamente dentro del Movimiento de Regeneración Nacional, que empezó a diseñarse y ejecutarse desde 2012; es un candidato totalmente congruente y tal vez sea la excepción que confirme la regla, porque en lo local, la dirección del partido designó a un blanquiazul con una historia personal similar a la del priista candidato por el PAN.

Éste fue uno de los cuadros que se formaron durante el crecimiento del Partido Acción Nacional en los 80; fue armado, ladrillo por ladrillo, con los principios religiosos, morales e ideológicos de Manuel Gómez Morín y todos los teóricos panistas posteriores; tuvo problemas internos con el partido en 2012 y fue de los dirigentes políticos de oposición que giraron en torno a César Duarte, como la candidata a gobernadora por el PAN; fue candidato a gobernador por Movimiento Ciudadano, es enemigo personal del gobernador Javier Corral y ahora busca la Presidencia municipal de Ciudad Juárez por Morena.

En la otra ciudad principal del Estado, su capital, el candidato de Morena a la alcaldía chihuahuense, fue militante del Partido Revolucionario Institucional, diputado y presidente del Comité Municipal y llegó a ser presidente municipal entre 2010 y 2013 a nombre del PRI. De la misma manera, la candidata a presidenta municipal de Cuauhtémoc fue una distinguida militante del partido de Peña Nieto.

Para contextualizar lo anterior, es importante señalar que, aunque el Estado de Chihuahua es enorme en superficie, con 67 municipios, más del 70 % de la población se concentra en sólo dos ciudades: Juárez y Chihuahua capital, de tal suerte que lo qué sucede en estas dos ciudades define lo que pasa en el resto de la entidad.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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