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Alma Delia Murillo

09/02/2017 - 12:00 am

Se marcha en español

El lenguaje es como el amor: más que pensarse, se hace. Y —también como el amor— puede ser sucio, infeccioso, divertido, sublime y, sobre todo, incontrolable. Y así, de manera incontrolable, se reproduce. En la pasarela de felonías y demencias que sacuden nuestro mundo, hay una reciente que, más que ofender, casi mueve a la […]

A mí ni Peña Nieto ni Trump me inspiran el menor respeto pero quien marche junto a mí, sí lo merece y también esta ciudad que amo y por ello no osaré romper el vidrio de un banco ni saquear un Walmart movida por oscuros intereses y manipulaciones partidistas. Imagen: crhoy.com

El lenguaje es como el amor: más que pensarse, se hace.

Y —también como el amor— puede ser sucio, infeccioso, divertido, sublime y, sobre todo, incontrolable. Y así, de manera incontrolable, se reproduce.

En la pasarela de felonías y demencias que sacuden nuestro mundo, hay una reciente que, más que ofender, casi mueve a la ternura. En su empeñosa psicosis, Donald Trump decidió eliminar la versión en español de la página web de la Casa Blanca. Hay un mensaje claro ahí: el deseo de erradicar una lengua es el deseo de erradicar a un pueblo. Pero en este despropósito Trump se topará con la hidra de las mil cabezas, la que se reproduce incesantemente.

Son cerca de 50 millones de hispanohablantes viviendo en EEUU, somos más de 550 millones quienes hablamos español en el mundo. Generaciones y generaciones moviendo una buena parte de este planeta y de ese país cuyo presidente quiere cerrar sus fronteras a la realidad, ¿cómo podría desaparecer nuestra lengua?

Tendríamos que parir generaciones dominadas por la indolencia y la pasividad, por el miedo que paraliza, por un terror identitario que nos carcoma y nos desaparezca.

Tendríamos que volvernos de piedra para que tal cosa ocurriera.

El lenguaje tiene una dualidad excepcional: es realidad y es símbolo al mismo tiempo. Por eso está tan irremediablemente ligado a la historia de la humanidad.

Estos días he pensado en las diferencias nacidas de la desconfianza que desató la convocatoria de Vibra México (vibramexico.com.mx) a marchar este domingo 12 de febrero. Es triste, pero no es extraño. Si algo define a nuestro país es la pulverización; la escisión entre clases sociales e intereses vitales forma este monstruo de millones de habitantes donde cada cuál vive en un México distinto.

Sin embargo, diré una verdad de Perogrullo, hay algo que nos une biológicamente: la lengua que mamamos, la lengua que hablamos, las palabras con las que somos.

Y me pregunto, genuinamente, ¿no tienen ganas de salir a gritar todos en coro y en español esto que nos está pasando?

Antes de acusarme de patriota, patriotera, populista pitera y todas las palabras con p que se les ocurran, reflexionemos algo: el patriotismo es un sentimiento, no una ideología, no entiendo por qué nos empeñamos en discutirlo como si tuviera una forma correcta cuando no es cosa de la cabeza sino de la tripa. Es desde el vientre y las gónadas que dan ganas de salir a la calle a decirle a Donald Trump: vete a la mierda. Ya sé, algunos van a regañarme porque eso no dice pero, oigan, después de poner una mejilla y la otra sólo para seguir recibiendo bofetones, se acaban las bondades nazarenas y queda la rabia. Y qué bueno, la furia es sintomática de lo vital.

Lo que digo es que el deseo de salir a marchar es como el deseo de bailar: está en el cuerpo, el enojo y la indignación empujan no sólo a decir cosas sino también a levantar el culo del sofá.

¿Por qué hay que recelar de las ansias de salir bailar o de salir a correr o darse un encontronazo sexual? El cuerpo a menudo pide acción y muchas veces es una resolución más sabia y certera que todas nuestras cansinas y agotadoras opiniones, descalificaciones y demostración de sesudos sospechosismos.

Hay quienes descalifican la marcha porque están convocando instituciones que ‘regularmente no marchan’, (francamente no veo cómo sostener el argumento cuando Artículo 19, la UNAM, el Colmex, Aministía Internacional y muchas otras que figuran entre los convocantes de Vibra México han estado siempre presentes en los movimientos sociales de este país)

Hay quienes la rechazan porque afirman —sin que semejante declaración figure en ninguna línea de la convocatoria— que se respalda el llamado hipócrita de Enrique Peña Nieto. Me parece todo lo contrario. Yo veo un mensaje positivo por partida doble: es decirle a Donald Trump que tenemos un límite, que vamos a defendernos, que no somos apáticos. Y decirle también a Enrique Peña Nieto —y a todo su inútil gabinete— que si ellos no son capaces de salir a la calle a dar la cara, nosotros, la sociedad civil, sí tenemos con qué.

Mucho se ha cuestionado también que la convocatoria diga marcha “respetuosa”.

Vayamos por partes: a mí ni Peña Nieto ni Trump me inspiran el menor respeto pero quien marche junto a mí, sí lo merece y también esta ciudad que amo y por ello no osaré romper el vidrio de un banco ni saquear un Walmart movida por oscuros intereses y manipulaciones partidistas.

Ahora bien, que de mi boca saldrán ajos y cebollas, arañas y serpientes, hijo de la chingada, pocos huevos de mierda, cerdo corrupto y payaso demente, también. ¿Quién podrá impedírmelo? Es mi ira, es mi frustración, es mi desesperación y es mi maravillosa lengua que me permite empujar desde el fondo de mi laringe y mis dos pulmones el enojo que me habita. Y es también mi manera de respetarme a mí misma: escuchando lo que siento, haciéndole un lugar, verbalizándolo. Y el que tenga oídos que oiga.

En fin, que no marcharé porque me volví ingenua de la noche a la mañana y confío en la bola de saqueadores políticos que intentan aprovecharse de la situación llamando a la unidad nacional. No marcharé porque de repente me volví amnésica y se me olvida que Miguel Ángel Mancera, Osorio Chong, Ochoa Reza, López Obrador, Cuauhtémoc Cárdenas y Enrique Peña Nieto —ese pusilánime ya legendario— que hoy se llenan la boca hablando de defender a México, le han hecho más daño al país que todo el potencial daño que vendría con la ejecución de los delirios de aquel.

Al menos yo, marcharé movida por la rabia, por la frustración, por la indignación y hasta por la desesperanza, porque me lo pide cada miembro de mi cuerpo. Ustedes hagan lo que quieran, pero si salen a la calle y me encuentran en su camino, griten conmigo en español. Y denme un abrazo que también marcharé porque anhelo sentir el contacto físico del tejido social y que tanto necesita apretar su entramado en estos tiempos revueltos.

@AlmaDeliaMC

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