Los amantes del fuego

08/12/2013 - 12:00 am
Melanophila acuminate
Melanophila acuminate

La mayoría de los seres vivos tenemos el reflejo de sobrevivencia de huir cuando sentimos, olemos o vemos que un fuego está cerca de nosotros, sin embargo, existen algunos escarabajos que al contrario lo buscan y se sienten atraídos hacia él. Estos escarabajos pertenecen a las familias Buprestidae y Acanthocnemidae y viven en los bosques templados de Australia, África, Asia y Norteamérica. No son muy llamativos, más bien son pequeños y de colores obscuros, pero tienen la característica muy especial ser atraídos por el fuego. Tienen afinidad por el fuego porque depositan sus huevos en la corteza recién quemada de los árboles. Este lugar en apariencia inhóspito tiene la ventaja de que cuando las larvas emergen de los huevos se alimentan de la madera sin tener competencia con otros bichos, las larvas van comiendo y cavando un hoyo para permanecer guarecidos. Por otro lado, los árboles al estar muertos no pueden defenderse de ser comidos, no producen químicos ni resinas que pondrían trabas a la alimentación de las larvas de los escarabajos de fuego.

Los escarabajos de fuego viajan muchos kilómetros para encontrar un incendio forestal. Algunos son capaces de volar 12 km para encontrar su nidito de amor, e inclusive hay reportes que algunas especies pueden volar hasta 80 km ¿Por qué tanta pasión por el fuego? Además de los troncos quemados para sus hijos, los incendios proveen sexo seguro para estos escarabajos, pues al llegar al lugar incendiado, solamente se encontrarán con otros escarabajos de su misma especie con la misma urgencia de reproducción y además no tendrán que preocuparse por los depredadores, pues los demás animales “sensatos” de los bosques huyen del fuego.

Durante mucho tiempo científicos y habitantes de los lugares donde los escarabajos de fuego son comunes se preguntaban cómo era que estos radiantes insectos detectaban los incendios, ¿sería el olor a humo o sería el sonido de la madera en llamas? Improbable porque no se acercaban a las fábricas ni a los escapes de los autos que producen humo. Recientemente, gracias a diferentes estudios anatómicos con microscopio electrónico,

científicos alemanes de la universidad de Bonn descubrieron que tanto Merimna atrata como Melanophila acuminate, dos de las especies amantes del fuego,  tienen unos sensores especiales localizados en el abdomen que reaccionan al detectar radiación infra-roja, justamente la que se despide cuando se alcanza el infierno de los incendios. Los sensores están compuestos por dos o tres depresiones conectadas a las células nerviosas que posteriormente disparan la reacción de volar hacia el incendio. El mecanismo de detección es curioso, la pared de la depresión abdominal está forrada por una cera, que al recibir la radiación infra-roja se expande, la expansión provoca que aumente la temperatura y la presión de la cavidad, y este cambio detona el impulso hacia la célula nerviosa. Otra especie australiana de escarabajo de fuego, Acanthocnemus nigricans, en vez de tener una cavidad abierta para la detección del incendio, presenta una cavidad cerrada, cubierta por un disco sensible que de igual forma al recibir la radiación mueve el aire de la cavidad y activa las células nerviosas de respuesta.

Estos estudios detallados se llevan a cabo por científicos interesados en utilizar la tecnología de los escarabajos para fines humanos. Como se imaginarán, sensores tan simples (una cavidad cubierta por una cera que percibe la radiación), tan potentes (que perciben la radiación a varias kilómetros de distancia) y tan pequeños (menos de

1cm) serían muy útiles para fines bélicos o de rescate. Sin duda los insectos tienen adaptaciones maravillosas dignas de estudiarse y entenderse pero ¿no podríamos hacerlo para fines más nobles independientes de la guerra? Estos amantes del fuego prometen enseñarnos como detectar más fácilmente las radiaciones infra-rojas y por desgracia, como desde el principio de la humanidad, con o sin tecnología, la guerra sigue siendo el motor

del mundo.

*Una versión previa fue publicada en La Jornada Michoacán.

Ek del Val de Gortari
Soy bióloga egresada de la UNAM y después realicé un doctorado en ecología en el Imperial College del Reino Unido. Actualmente trabajo en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM en Morelia y coordino la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la ENES-Morelia también de la UNAM. Dedico mis días a tratar de entender cómo funcionan las interacciones entre las plantas y los herbívoros que se las comen. Me gusta trabajar en las selva y también estoy interesada en entender como se modifican las interacciones entre especies cuando hay alteraciones en los ecosistemas, por lo que estoy trabajando en campos agrícolas y en ambientes restaurados. Considero que la visión que la ciencia aporta a la vida cotidiana es muy importante, por eso me gusta escribir textos de divulgación científica y procurar que un mayor número de gente conozca las maravillas que hemos aprendido y descubierto. En particular escribo sobre bichos porque son seres considerados abominables en el inconciente colectivo, que cuando nos detenemos un poco a observar y entender mejor, se vuelven maravillosos.
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