Buenos Aires, 8 nov (dpa) – Las masivas protestas de este jueves 8N en Argentina fueron un llamado de atención para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, apenas un año después de haber sido reelegida por amplia mayoría.
La dirigente peronista enfrentó la manifestación más importante en su contra desde la crisis de 2008 con el sector agropecuario, en un clima social agobiado por la inflación no reconocida por el gobierno, una economía en proceso de enfriamiento y asolado por una ola de inseguridad que acapara día tras día los titulares con asesinatos y robos.
Convocadas a través de las redes sociales, decenas de miles de personas salieron a las calles esta noche a hacer sonar sus cacerolas para que Fernández de Kirchner escuche sus demandas.
Las denuncias de corrupción, que llegan hasta el corazón del gobierno con el caso que involucra al vicepresidente Amado Boudou, y los cada vez más férreos controles al mercado de divisas sumaron malestar.
Muchos reclamos se centraron además en el rechazo a una eventual reforma de la Constitución para habilitar a la presidenta a postularse a un tercer período consecutivo.
Sin la espontaneidad que caracterizó al anterior cacerolazo del 13 de septiembre, la protesta se mantuvo sin embargo sin banderías partidarias y fue protagonizada en su mayoría por gente de clase media, lejos de la “ultraderecha golpista” que anticipaban los kirchneristas.
La dirigencia opositora, desdibujada y fragmentada, adhirió a las protestas pero prefirió no mostrarse entre los manifestantes, mientras analiza cómo capitalizar el descontento popular de cara a las elecciones legislativas de 2013.
Esos comicios asoman como un termómetro para evaluar el apoyo a la gestión kirchnerista y también la posibilidad de impulsar una reforma de la Constitución, para lo cual el oficialista Frente para la Victoria (FPV, peronista) necesita dos tercios de los votos en ambas cámaras.
Silenciadas las cacerolas, en el horizonte más cercano aparece en tanto una primera huelga de las centrales obreras opositoras, a las que ahora pertenece el antes estrecho aliado kirchnerista Hugo Moyano. Y unos días después, el 7 de diciembre o 7D, la aplicación de la nueva ley de medios que podría desmantelar al grupo multimedios Clarín, crítico del gobierno.
Esta noche, todos los medios reflejaron las multitudinarias protestas, luego de las críticas porque en el primer cacerolazo de septiembre los medios afines al kirchnerismo apenas dieron un mínimo espacio y relativizaron las manifestaciones.
La presidenta eligió en tanto la red social Facebook para anticipar que no cambiará los lineamientos de su gestión.
“Si hay un sector que reclama determinadas cosas hay que ponerse al frente y decirlo claramente. Ahora, por favor, que nadie pretenda que yo me convierta en contradictoria con mis propias políticas a las que he defendido desde que tengo 16 años, en el país y en las políticas que creo y en el país que creo”, aseguró.
