El artista belga Jan Fabre (Amberes, 1958), de por sí polémico, pensó que del dolor de los animales podría sacar “arte”. Las volteretas en el aire y los maullidos de su video, ha dicho, tenían un “propósito artístico”. Pero se ha ganado el odio.
En exposiciones anteriores ha hecho otras cosas, como colocar lápidas y gusanos en el Museo Louvre; ha exhibido calaveras humanas recubiertas de caparazones de escarabajos y con animales muertos entre sus maxilares.
Pero ahora ha ido más lejos. Fabre, pintor, dramaturgo, coreógrafo y editor, ha experimentado lo que te puede pasar si te portas mal con gatos en internet. Según el diario belga La Libre Belgique, el artista ha recibido 20,000 emails rechazando el performance y ha sido “atacado siete veces” mientras hacía ejercicio en un parque.
Ha recibido quejas de los organismos municipales responsables de los derechos animales y de la organización Global Action in the Interest of Animals (GAIA).
Fabre pidió perdón en televisión. “No tenía intención de hacer daño”, dijo.
Pero el agravio, por lo menos en las redes, no ha sido perdonado.