“Cuando mi hija insistía en decirme que continuaba con sus planes de irse a la India, cerca de Martín (no con él), yo le dije, ¿sabes qué? Tienes que darte cuenta que este tipo, tarde o temprano te va a matar, te va tirar en una zanja, y no te vamos a encontrar nunca. Y nunca vamos a saber quién te mató” le dijo su madre a Denise.
Dos años antes, el hermano de Denise, Louis Denis, quien vive en Barcelona desde hace un buen tiempo, le envió un correo a su madre, Cecile Reynaud Pulido. El correo incluía el link hacia una nota de un periódico de alguna provincia de España, cuyo titular era algo así como:
Hombre mata a su esposa y a sus hijos.
Seguido del link, Louis Dennis escribió: “Mamá, tengo mucho miedo que esto le pase a mi hermana”.
Fueron su mamá, su hermano y mucha gente más quién se lo advirtieron: Martín te puede matar.
En abril de 2012, la policía del distrito de Virudhunagar en India, encontró el cuerpo parcialmente calcinado de Cecile Denisse Acosta Reynaud. El cuerpo policiaco arrestó a Martín Manrique Mansour, pareja de Denise y padre de la pequeña Adela, hija de ambos, como principal sospechoso. Una inmediata declaración de Martín fue que en una discusión, en un arrebato de ira, había golpeado a Denise aunque sin la “intención de matarla”, de nuevo, por la custodia de la hija.
ADELA
La custodia de Adela, casi desde su nacimiento en 2006, siempre era el motivo de que Martín le dijera maldita perra a Denise, cuando bien le iba. O eran los insultos o las patadas voladoras que le sorrajaba, siempre con el pretexto de proteger a Adela de abusos que al parecer Martín se inventaba.
India sólo fue para Denise la última parada de un viaje de insultos y empujones y patadas voladoras, de la que mucha gente fue testigo y la declaración en actas frente a un ministerio público otros tanto, en donde constan como le fueron propinadas por Martín Enrique Mansour, doctor en matemáticas, maestro en la Facultad de Ciencias de la UNAM, padre obsesivo con el fantasma del abuso, aparente misógino, golpeador, víctima de irregularidades para sus padres y compañeros.
Martín se encuentra en calidad de sospechoso de la muerte de Denise, en la India, aunque recién acaba de salir de la cárcel en la que estuvo un par de meses. Se ha retractado de su primera declaración.
De momento, a nadie le consta que él haya sido el asesino, pero, ¿qué más da?
La de Denise es una historia más, aberrante, imposible de creer para muchos, de violencia contras las mujeres, y que terminó lamentablemente en asesinato. Feminicidio, término que apenas fue tipificado en las leyes mexicanas en julio del año pasado.
“AMOR HONESTO”
Revistas, portales y periódicos se dieron algo de vuelo con la noticia: una chica de nacionalidad mexicana de 36 años fue hallada semi calcinada en una provincia de la India. Había pasión, un hombre, una hija, un amigo que al parecer era un novio. Parecía un caso de la Ley y el Orden, pero ese spin off de Unidad de Víctimas Especiales.
Detrás de lo policiaco y exótico de esas notas y pequeños reportajes, se encontraba una serie de abusos y sometimiento, golpes y maltrato psicológicos, los típicos rasgos de la violencia contra las mujeres. De machismo y misoginia.
Tan sólo en 2011, justo cuando Denise se había armado de valor, dispuesta a entablar una demanda por la custodia de la pequeña Adela, Martín se empeñó en conseguir una beca de post doctorado en la India.
Cuenta la mamá de Denise, Cecile Reynaud Pulido: “Martín le dijo a mi hija que si insistía en eso de la demanda, no se la va a acabar, que si le tenía miedo ya se fregó porque ahora sí lo va a conocer, porque estaba atentando contra las valores más importantes para él (que yo creo que sí es cierto, para él y su familia) que son los valores de reconocimiento académico y culturales. Que le estaba deshaciendo su vida. Luego entonces, mi hija se retracta”.
Por ese entonces Denise, salía con un novio, un viejo amigo de la infancia. Él le propuso que si no entablaba la demanda, por lo menos hiciera un convenio vía correo electrónico con Martín, puesto que no podían hablar entre ellos. Así Denise emprendió una serie de emails, cada enviar era una cláusula que de algún modo evidenciaban un pasado violento, por ejemplo, se estipularon cosas como: Que cuando uno de los padres llegue a entregar a la hija, el otro debe permitir que el padre que entrega se despida amorosamente de la niña, o no arrebatarse a la niña, o si la niña se está bañando el otro papá no puede entrar y llevársela en una toalla, según recuerda Cecile. Cada responder un reenviar, era una aceptación o una negociación. Una de esas cláusulas estipulaba que Cecile y Arturo (segundo esposo de Cecile) podrían ver a Adela, su nieta, hasta que esta tuviera 18 años. Así y sólo así, Martín estuvo dispuesto a firmar tal convenio virtual. Así también lo hizo Denise y su madre cree que por eso es que actualmente la familia Mansour tiene la custodia de Adela.
“El gran error de mi hija fue creer que Martín era un padre amoroso y que iba a cambiar”, dice la mamá de Cécile.
Recuerda que, por ejemplo, entre 2005 y 2006, cuando Denise y Martín vivían juntos y ella se encontraba embarazada, a Cécile le llamó la atención que los portabrazos de los sillones de la sala del departamento en que vivían, había muchas incisiones, conjuntos de líneas delgadas de las que escapaban hilachos blancos, hechas evidentemente con algún cuchillo de cocina.
Cécile decidió girar la cabeza muy despacio, empezar un concienzudo juego de observar con detenimiento otros detalles, un encuentre las diferencias entre dos imágenes de un mismo departamento, así descubrió también, que en las puertas había moretones, hoyos más o menos grandes, con astillas y palitos de madera fuera de su lugar.
Siguiente diferencia: un par de garrafones, de esos que contienen agua para beber, rotos, con los pedazos de vidrio amontonados en bolsas de plástico, como si hubieran sido los bolos de un boliche casero.
Ya luego Denise le confesaría a su madre que alguna vez Martín le dijo que “prefiero golpear una puerta que golpearte a ti”. Los garrafones, los pateaba.
EL NOVIO DE LAS PATADAS VOLADORAS
Denise y Martín se reencontraron en 2001 en una boda en la que coincidieron las familia Acosta Reynaud y los Manrique Mansour, probablemente reencuentro porque en algún momento ellos fueron al mismo colegio de niños, el Herminio Almendros, según recuerda Cécile.
Los Acosta Reynaud, familia numerosa y unida y en muchos sentidos tradicional, como la define Cécile psicoanalista de profesión. Los Manrique Mansour, famosos en los circuitos literarios y de museos de México.
Hasta antes de conocer a Martín, Denise era una chica alegre y normal en términos simples, licenciada en Etnología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, maestra en Antropología en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, obsesionada con la danza, clásica, contemporánea, y tango: “Bailaba muy bonito tango”, recuerda su madre. Por su parte, Martín era un hombre con pinta de extravagante y genio.
Un par de citas y de algún modo empezaron a salir oficialmente en 2003. Pero desde un principio Cécile notó algo extraño: “Nunca fue cariñoso con mi hija”.
Apenas un año de noviazgo y la pesadilla comenzó, como lo recuerdan aquellos amigos que alguna vez presenciaron cómo en una fiesta, Martín le soltó una patada voladora, dicen los amigos:
“El sábado 17 de abril de 2004, Cécile Acosta y su entonces novio Martín Manrique llegaron a la fiesta en Colinas del Sur. Fue una fiesta muy concurrida, no recuerdo cuántos invitados eran, pero fueron muchos. Entre los invitados se encontraba mi amigo Antonio Sarmiento, que entre otras cosas, es bailarín. No había pasado mucho tiempo cuando Cécile y Toño se pusieron a bailar una cumbia. Llevaban poco bailando cuando Martín saltó de su lugar y le lanzó a Cécile una patada voladora, como de karateka, dejando a todos atónitos. Ante la impresión de todos, Martín salió corriendo. Cécile se acercó y me dijo “¡Tiene las llaves del coche de mi hermano!” y salió corriendo tras de él. El auto (un Chevy blanco) estaba estacionado sobre la banqueta, en un lugar bastante estrecho. En su furioso intento por salir, Martín le dio varios golpes al carro. Cécile estuvo hablando con él, intentando calmarlo. Negándose a escuchar nuestros consejos, decidió irse con él esa noche, convencida de que ya estaba “más tranquilo”…” Quienes relatan lo anterior prefieren mantener el anonimato.
“Hay varias acepciones o conceptos para definir violencia intrafamilar” explica José Gómez González, fiscal de procesos en juzgados familiares. A su cargo tiene dos agencias de investigación en materia de violencia familiar del la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal: “Pero yo me limito a lo que dice el código penal puesto que recoge varias de esas vertientes. Y hoy día el código penal establece que violencia intrafamiliar es un acto u omisión el cual produce o altera una parte del cuerpo o una afectación en la parte psico emocional, ejercido por alguien con quien comparte un vínculo familiar, de pareja o emocional. Pero en mi opinión, definir violencia intrafamiliar, contra las mujeres, es complejo, puesto que el problema de estos delitos cuyo reconocimiento legal es de reciente creación (estamos hablando de que se empiezan a tomar en cuenta a finales de los 90), es que sus definiciones son ambiguas, porque por ejemplo, una relación de novios, en la que hay posibilidades de violencia, no puede considerarse como familiar”.
Al parecer, siempre hay maltrato psicológico como punto de partida. A pesar de lo sucedido en aquella fiesta del 2004, Denise quedó embarazada. Para diciembre de 2005 debía tener unos tres meses de gestación aproximadamente. Cécile notó que en ese entonces, su hija estaba sometida mentalmente por las ideas de Martín.
Ese invierno, los Reynaud habían escogido Buenos Aires para pasar las navidades con todos los hermanos que vivían en otros puntos del planeta, como Louis Denise, hermano de Denise radicado en Barcelona España. Denise estaba obsesionada con ideas de que su familia no la quería y no la respetaba como ella se merecía, muestra de ello, aseguraba, es que en la pequeña casa que había rentado, nadie pensó que debería tener su propio cuarto, por lo de su embarazo, acaso. A Cécile le sorprendió que su hija pensara de tal forma. Ella no era así. Cree que Martín la influenció por ese entonces.
Pero las cosas en verdad se pusieron raras cuando Denise dio a luz a la pequeña Adela. Martín determinó que nadie podía ver a su bebé en los siguientes 40 días, por aquello de la terrible exposición a las malas vibras. Excepto las abuelas. Cécile y Mónica, madre de Martín.