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Jorge Alberto Gudiño Hernández

08/09/2018 - 12:00 am

El diálogo universitario

Escribo esto el martes porque viajaré esta semana y no tengo la certeza de estar conectado. Consideré, en su momento, ocuparme de un tema atemporal para no correr el riesgo de que el paso de los días me haga estar fuera de coyuntura. Sin embargo, frente a lo sucedido ayer en la UNAM, decidí correr el riesgo.

Es cierto, solemos no estar de acuerdo. Foto: Cuartoscuro.

Escribo esto el martes porque viajaré esta semana y no tengo la certeza de estar conectado. Consideré, en su momento, ocuparme de un tema atemporal para no correr el riesgo de que el paso de los días me haga estar fuera de coyuntura. Sin embargo, frente a lo sucedido ayer en la UNAM, decidí correr el riesgo.

Son muchas las cosas que busca un ambiente universitario además de los conocimientos que se adquieren. Interesa, sobre todo, generar un pensamiento crítico ya que éste no se conforma con asumir discursos ajenos sino que tiende a confrontarlos desde una pluralidad de posturas. No es que las clases a lo largo de la carrera nos acerquen a la verdad, sino a su búsqueda, toda vez que la primera no existe y el aprendizaje consiste justo en mantener esa conciencia. De ahí que el diálogo sea el punto final del entendimiento.

Es cierto, solemos no estar de acuerdo. No busco llegar a la máxima de Voltaire sino hacer énfasis en nuestras discrepancias. Disentimos para exponer nuestro punto de vista. Discutimos para acercarnos al del otro. Dialogamos, entonces, como una forma de aceptar que nuestra perspectiva es limitada y tiende a distorsionar la realidad. Esto no significa, por supuesto, sumarnos a la causa ajena de forma automática sólo porque su capacidad discursiva fluye mejor o porque sus argumentos se fundan en las ideas de grandes pensadores. Significa, entonces, tomar lo que nos es útil con miras a incorporarlo a nuestro punto de vista, con la esperanza de que nuestro adversario haga lo propio. También es ahí donde se funda parte del pensamiento crítico. Incluso cuando desechamos la idea opuesta a la que sostenemos sólo porque no se termina de moldear a nuestro gusto. La clave está en respetarla; ni siquiera en ser tolerante. Las diferencias debemos dirimirlas en el entendimiento cabal del otro, de sus postulados y necesidades, aun cuando nos resulte imposible sumarnos a su causa. Ya habrá ocasiones para hacerlo, cuando el tema o el argumento sean diferentes.

Si la universidad es el espacio para estos diálogos, entonces ofende más lo sucedido ayer en Ciudad Universitaria. No sé quién tenía razón en los argumentos aunque tiendo a pensar que quienes se manifestaban por las mejoras a su educación. Sé, en cambio, quién estaba equivocado: el que alzó la voz como orden de ataque; quien hizo estallar las bombas incendiarias; quien golpeó con piedras, palos y una ira que es difícil de entender; quien pateó a los caídos, a los abrazos solidarios, a la cara ya sangrante… Sé que los agresores, ya sean porros, ya infiltrados o simples mercenarios de intereses mayores, estaban del lado equivocado. No sólo por lo brutal de la agresión sino por su falta de palabras.

Dudo que los ofendidos estuvieran equivocados pero, de estarlo, la respuesta de los ofensores no hizo sino legitimar su manifestación. Quien opta por la violencia cuando se puede entablar un diálogo, anula la posibilidad, su propia posibilidad, de tener razón. Y más en un recinto donde el disenso respetuoso es la moneda de cambio. No hay valor en la ventaja, en las armas o en la saña. Tampoco se buscan mártires. Ojalá en estos días en que este texto se añejará, los universitarios sepan responder de la mejor manera posible, la que los retrata y agrupa: con palabras.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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