Narcos de mercurio y gobiernos de Plutón

08/08/2013 - 12:00 am

Por más esfuerzos y congratulaciones que se hagan sobre el gobierno por capturar a uno de los más importantes narcotraficantes de este decenio trágico, aún resulta algo inverosímil cuando vemos que se esta utilizando el método de la vieja escuela. Las voces van callando, los datos no fluyen y los asesinatos, los secuestros, las extorsiones y la presencia diseminada cual mercurio al suelo de los grupos de narcotraficantes agrava el problema.

No se trata de maquillar cifras, no se trata de engañar a los ciudadanos y hacernos pensar que el problema se resuelve como por arte de magia. El atacar a un cabecilla implica lógicamente la diseminación de la estructura y la creación de nuevas moléculas criminales que ansían el poder y el dinero; operadores que se convierten en capos y jefes de las mafias: eso es lo que hemos logrado estos últimos años.

Siempre tendremos más preguntas que respuestas, pero es tiempo de reflexionar qué es lo que verdaderamente está pasando y quiénes son los que están implicados. El problema mexicano va más lejos de la presencia de narcos, de la intentona de imitar un modelo colombiano de mando único que sólo ha quedado en líneas discursivas. No se trata de “El Barbas”, de “La Barbie”, de “El Chapo”, del “Z-40”; se trata de quiénes son los que están acordando con ellos, se trata de desmantelar la red de corrupción desde adentro, es decir, desde el gobierno– las autoridades que están llenas de moléculas de sangre del dinero mal habido–. No se trata de asesinos, se trata de abusivos, se trata de dejar de ser utilizados por el vecino país, mientras ellos se divierten con la droga y hacen próspero el negocio, aquí se matan por producir y distribuir.

Hoy, el tema a discusión una vez más es la legalización de la mariguana. Los políticos se rompen las vestiduras con un tema tan escabroso, cuando en realidad no lo es. Veamos porqué. Todos los que tenemos uso de conciencia hemos crecido con la prohibición de las drogas. Es muy simple creer que su carácter ilegal viene de antaño como la prescripción del robo o el homicidio. Podemos pensar que es una ley casi natural; sin embargo, debemos ser conscientes que este carácter prohibitivo es de cuño reciente.

La “María”, “mota”, “moiss”, ”caquita de chango”, “la roja”, “el porro” o como le quieran llamar es una planta utilizada por tradiciones y culturas de antaño como métodos medicinales y con propiedades curativas, anestésicas, etc. Ha sido utilizada por escritores, pintores y grandes pensadores; en las guerras suelen utilizarse ésta y otras drogas denominadas opiáceos. El debate sobre la despenalización de la droga viene de la mano de prejuicios sentimentales, raciales, económicos e incluso de carácter científico, es decir, la mota es para los “pachecos y los jodidos” o como lo manifestara hace un par de días el Presidente de la Cámara de Diputados es necesario normar la parte obscura de la sociedad.  La cosa no va por ahí señores.

Primero fue el opio, por los años 20 fue la comercialización ilegal de alcohol, goma, ahora coca y mota… Considero que el inicio de todo fue el método. Ese método que data desde los tiempo de don Porfirio Díaz: el crear redes de caciques, líderes que mantenían el orden y control en sus respectivos territorios, después la política daba las armas a un partido, éste gobernaba una institución llena de corrupción, los empresarios pagaban un diezmo a los caciques de las ciudades mismo que a su vez pagaban un diezmo a los gobernadores y estos a su vez pagaban a su Presidente. Era una especia de sube y baja de poder y dinero, así todo mundo estaba contento.

Por lo tanto, considero que el problema no es la forma sino el fondo; es decir, debemos preguntarnos por qué en esta docena trágica democrática las cosas cambiaron drásticamente, por qué durante 12 años de gobierno de derecha el narcotráfico se potencializó e irrumpió en la escena de lo público, en qué momento se perdió esa especie de acuerdo porfirista.

Regresamos al campo y de sembrar frijol o maíz, ese campesino que ha vivido “jodido” toda su vida, se percata de que la planta verde le da de comer más y mejor que una buena mazorca. Ahí es donde se rompe la tradición milenaria de la siembra de buena lid. No es culpa del campesino, es culpa del  hombre al que le produce y para que éste a su vez pueda comercializar necesita la venia de la autoridad, llámelo policía, gendarme, alcalde, etc. Dice un dicho que estando bien con Dios para qué quieres a los santos, así es como ha funcionado. El problema, insisto, es la red de corrupción que ha permitido que prolifere estos negocios: el taparle el ojo al macho y hacerse de la vista gorda, ese es el problema.

Hay quienes saben más que yo porque aún no era concebido en esa época, cuando se hablaba de la “Acapulco gold” que se buscaba con tanto afán en los 70, la moda mexicana de ese entonces o al menos así lo he leído. La pregunta es: si uno de los principales ejecutores de las políticas antidroga es Estados Unidos, ellos han dotado al Estado mexicano de dinero, helicópteros, armas y capacitación para atacar el mal, y sin embargo son los principales consumidores de la hierba verde que tanto asusta hoy en día. Es más, la juventud de ahora fuma a diestra y siniestra y veneran a personajes como George Jung y visten su marca de ropa como algo “nice smuggler wear”. El estereotipo “pacheco” está muy lejos del subconsciente, los europeos fuman a toda hora, los turistas anhelan visitar Amsterdam, Holanda en donde es permisible, ¿y qué es lo que pasa? ¿Acaso hay locos desatados, maniáticos en frenesí por las calles? No, el problema es el fondo del asunto, qué es lo que se quiere evitar al tratar con tanto recelo el tema, el problema existe, la adicción existe, así como existe el tabaco, el alcohol y la prostitución, o la corrupción que también es una droga: siempre quieren más y más.

Hoy, México está inmerso en un problema más grave que la mariguana. En escuelas, bares, antros y calles de México se consigue por 100 pesos una grapa de pseudococaína, una piedra, o una pastilla psicotrópica. Es una moda, es un aditivo de status social. Ya no sólo los deportistas afamados de antaño que terminaron con las fozas nasales destrozadas, no es la clase de alta política con sus pipetas de oro quienes solamente recurre a estos métodos, artistas, etc., son nuestras futuras generaciones quienes han crecido con este padecimiento desde su concepción. Ese es el problema, debemos orientar las políticas públicas, debemos acabar con la corrupción y evitar la venta en taxis, en tendajones, en parkings, eso es lo que se debe atacar. Los capos están más arriba de lo que imaginamos, la clase alta vive llena de lujos y vanidades mundanas que un sueldo de funcionario no puede pagar, la pregunta es de dónde salen esos recursos.

Los políticos y gobernantes actúan de forma timorata, conscientes y se convierten en parte operativa de la red. En un país de “plutones” se necesita mano dura y arrancar de raíz el mal. Utópico, sí, imposible, no. Así como el sector se divide como el mercurio, los ciudadanos y padres de familia deben hacer lo mismo. El control y la prevención empieza en casa, el debate se queda en el Congreso. Nuestros representantes deberán velar por el interés de quienes los nombraron y no de quienes los mandaron. Nos vemos la próxima semana.

Raúl Flores Rodríguez
Doctorando en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid, Maestro en Gobierno y Gestión Pública por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) Santander, España, Licenciado en Derecho, Especialista en Derecho Electoral, Calidad de la Democracia, Consultoría Política-Electoral, Narcotráfico y Seguridad, Director General de Nexo Estudios.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video