“Y cuando México despertó, el dinosaurio seguía ahí”. Y es cierto. El PRI nunca se fue. Calladito se vio más bonito. Y por 10 años, sigiloso, articulaba sus alianzas. Por 10 años, mientras el dinosaurio lamía su herida y se reponía, veía como el PRD y el PAN se atacaban mutuamente.
La prensa, por su parte, ponderaba los enojos y las declaraciones de Andrés Manuel… a la vez, se exacerbó (no sin razones) en sus críticas al PAN como gobierno, sobre todo lo que concierne a la seguridad nacional. Sin embargo, del PRI poco se habló. El PRI seguía tejiendo sus alianzas con sindicatos, municipios, gobernadores…
Y en este escenario es que llegamos al 2011. Después de 10 años, tanto el PAN como el PRD perdieron la oportunidad histórica de ser una opción para los 112 millones de mexicanos que, de una manera u otra, han visto mermada su economía, su calidad de vida y su seguridad. Ni la moralidad panista, ni la propuesta de inclusión del PRD llegaron, y la bocanada de nostalgia priísta dio un fuerte aliento al regreso del dinosaurio con un triunfo contundente y rotundo este 3 de julio. Tan rotundo, que pareciera la antesala o el ensayo de lo que será el proceso electoral del 2012.
Es cierto que despertar y ver al dinosaurio al lado asusta. Pero más asusta que este añejo partido, con todas las virtudes y defectos que le podamos encontrar, no llegó con grandes llamaradas. Llegó por la vía de la alternancia. Por aquella práctica de la que nos enorgullecimos en el 2000 y que replicamos en el 2006. Hoy, en prácticamente una década, volvemos a tomar las riendas y la alternancia se ejerce con el voto, aún a pesar de un abstencionismo superior al 50%.
La mitad de los votantes prefirieron ver el futbol, reunirse en familia o quedarse en sus casas sin que les importe ni quien gane, ni quien pierda. O quizá pensando que el dinosaurio regresó por ahora y para el 2012, ya soltaron la toalla.
La otra mitad, la que decidió con su voto, dio la mayoría a los gobiernos priístas. La democracia se ejerce con el PRI y a pesar del PRI y no debe dolerse. Tanto partidos como ciudadanía hemos tenido oportunidades para cambiar las cosas pero pareciera que en nuestro trance onírico queremos que sea el dinosaurio el que nos cuide.
