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Antonio Salgado Borge

08/04/2016 - 12:02 am

Trampas, tiempo y dinero

Contrario a lo que Benjamín Franklin afirmaba, es una muy mala idea pensar que “el tiempo es dinero”. Por principio de cuentas, si nos detenemos a reflexionar lo que implica esta frase por un momento, es claro que la naturaleza del tiempo, ya sea considerado en sentido objetivo o subjetivo, no permite su monetización.

Mucho se ha hablado de que el caso Panama Papers evidenció la forma en que las élites son capaces de conducir sus finanzas con tal de esconder sus fortunas o evadir impuestos. Foto: Especial
Mucho se ha hablado de que el caso Panama Papers evidenció la forma en que las élites son capaces de conducir sus finanzas con tal de esconder sus fortunas o evadir impuestos. Foto: Especial

Contrario a lo que Benjamín Franklin afirmaba, es una muy mala idea pensar que “el tiempo es dinero”. Por principio de cuentas, si nos detenemos a reflexionar lo que implica esta frase por un momento, es claro que la naturaleza del tiempo, ya sea considerado en sentido objetivo o subjetivo, no permite su monetización. Sin embargo, en nuestro mundo actual la premisa de Franklin ha llegado a ser aceptada por muchos como algo incuestionable. De acuerdo con estudios recientes esto puede ser sumamente problemático, ya que mientras más pensemos en dinero más posibilidades tendremos de ser tramposos.

Tratar de hacer trampa al fisco es cosa fácil. Tal como se afirma en este artículo, publicado recientemente en la revista The Atlantic, incluso en Estados Unidos cualquiera puede evadir impuestos a través de mecanismos ilegales disponibles en internet con tan solo disponer de unos cuántos dólares. Eso sí, en nuestro vecino del norte el riesgo de ser sorprendido y el costo de violar las leyes suelen ser muy altos. El problema es que lo anterior aplica cada día menos para los más ricos, que “pueden costearse el privilegio de derrotar el espíritu de las leyes sin violarlas formalmente”.” El “valor” que la firma legal panameña Mossack Fonseca vendía a sus clientes, y por el que los millonarios optaron por pagar en algunos casos cientos de miles de dólares anuales, consistía fundamentalmente en diseñar estrategias para evitar problemas legales. Es por ello que, tal como se afirma en The Atlantic, la mayoría de los involucrados en este caso no terminarán tras las rejas.

Los clientes de Mossack Fonseca son muchos y diversos. En ella figuran políticos, empresarios, artistas, deportistas de diversas partes del mundo. Si bien es cierto que muchos han amasado sus fortunas de manera ilegal, no puede decirse lo mismo de otros –como Leo Messi, Pablo Almodóvar o Mario Vargas Llosa. ¿Por qué todas estas personas han recurrido a trampas con tal de no devolver a la sociedad que les ha permitido gozar de reconocimiento profesional y éxito económico? Es muy fácil pensar que es la ambición lo que les ha movido, pero no debemos perder de vista que ser ambicioso no implica necesariamente ser corrupto. Muchos de los profesionales que compiten intensamente no se ayudan con trampas. Para entender este fenómeno es necesario acudir al elemento común que une a todos estos personajes: su evidente amor por el dinero.

Una pista que indica el camino que se puede seguir para responder a nuestra pregunta se encuentra en los resultados de una investigación de las profesoras Francesca Gino (Universidad de Havard) y Cassie Mogilner (Universidad de Pensilvania), publicada en 2013 con el título de “Tiempo, dinero moralidad”. Estas investigadoras llevaron a cabo cuatro experimentos independientes en los que se orientó a algunos sujetos participantes a pensar en dinero y a otros a pensar en tiempo, para posteriormente presentarles a todos la oportunidad de resolver ejercicios aparentemente no relacionados entre sí. A los sujetos se les explicó que dependiendo de su desempeño en estos ejercicios podrían obtener beneficios –en algunos casos económicos, en otros, buenos resultados en pruebas de inteligencia o personalidad-. A todos los participantes se les hizo creer que podrían hacer trampa sin ser detectados.

Lo que Gino y Mogilner hallaron fue que en la medida en que el dinero empieza a ser el centro de nuestras vidas, nuestra posibilidad de ser tramposos es mayor. Su estudio plantea que esto está directamente relacionado con los resultados de décadas de investigación psicológica, que llevan a pensar que las personas luchan durante toda su vida por mantener un concepto positivo de sí mismas. La conclusión a la que se llegó es que para mantener este alto concepto se requiere de una especial capacidad de autoreflexión, misma que disminuye cuando el dinero es central en nuestras vidas y que aumenta en la medida en que el tiempo cobra mayor importancia.

“El dinero, un recurso que absorbe mucho de nuestra atención diaria, parece estar implicado en una serie de comportamientos antiéticos, lo que sugiere que el dinero por sí mismo puede corromper”. Por el contrario, dirigir la atención hacia el tiempo parece conducir a la gente a darse cuenta cómo el empleo de su tiempo abona a su vida como un todo, motivándolos en formas de las que pueden estar orgullosos.”

Mucho se ha hablado de que el caso Panama Papers evidenció la forma en que las élites son capaces de conducir sus finanzas con tal de esconder sus fortunas o evadir impuestos. No es para menos, la filtración de la información de cuatro décadas de operaciones de Mossack Fonseca ha revelado que más de 14 mil clientes acudieron al empleo de estrategias basadas en “paraísos fiscales”. Además, se antoja difícil suponer que esta firma legal es la única compañía en el mundo de su tipo y que sus clientes son los únicos que emplean estrategias legales para derrotar el espíritu de las leyes.

Como es bien sabido, varios mexicanos trabajaban normalmente con esta firma, incluidos personajes estrechamente vinculados con nuestro actual gobierno -como Armando Hinojosa Cantú, el dueño de grupo Higa-. No es entonces de extrañar que la reacción inicial de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SCHP) haya sido seguir el mismo script legalista empleado en el caso de la “casa blanca”. Enfocadas en las formas, nuestras autoridades optaron por recordarnos que dirigir el dinero a paraísos fiscales no es en sí misma una acción ilegal, aún a sabiendas de que, considerando que los dueños de los grandes capitales viven en México en un paraíso fiscal de facto, es altamente probable que en muchos casos haya sido el origen de sus fortunas lo que les llevó a recurrir esquemas como los que manejaba Mossack Fonseca.

Mucho más digna resultó la respuesta de Barack Obama, quien declaró que el problema radica en justamente en que este tipo de estrategias inmorales no son ilegales cuando claramente deberían serlo. Sin embargo, el presidente estadounidense se ha quedado corto en su diagnóstico. El problema fundamental detrás de los Panama Papers no es que los esquemas de Mossack Fonseca sean legales, sino las condiciones que han posibilitado que a nivel mundial la legalidad sea un bien comercializable. Todo parece indicar que es preciso reconocer, tal como el profesor de la Universidad de Nueva York Greg Grandin ha postulado en la revista The Nation, que lejos de ser eventos aislados los crímenes financieros son en realidad la esencia misma del neoliberalismo, un modelo económico centrado en la obtención de ganancias monetarias impulsado por sus principales beneficiarios.

Si las conclusiones de Gino y Mogilner son ciertas, en la medida en que el dinero ha cobrado mayor importancia en la vida de los seres humanos la trampa ha llegado a ser concebida como una opción más aceptable. Y es en este contexto que muchos de los que más dinero tienen, embelesados por sus fortunas, se han asegurado de que todas las trampas posibles estén legalmente disponibles para los pocos que pueden pagar su costo.

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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