En México la pobreza afecta en mayor medida a los niños y adolescentes que a la población en su conjunto. Es decir, la situación de pobreza es mayor entre nuestros infantes que entre el resto de los mexicanos.
Así lo recoge el documento presentado la semana pasada, “Pobreza y derecho social entre niños, niñas y adolescentes en México 2008-2010″, elaborado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En 2010, el 53.8 por ciento de los niños y adolescentes mexicanos –algo así como 21.4 millones de personas– vivían en pobreza (frente al 46.2 por ciento de la población en general); incluidos poco más de cinco millones que sufría pobreza extrema.
Si esta situación no resulta de por sí preocupante, van dos datos adicionales: el mayor grado de pobreza se concentra en los niños de menos de cinco años, que por su condición, resultan especialmente vulnerables. Asimismo, siete de cada diez menores indígenas viven en pobreza extrema.
En la presentación del reporte citado, la representante de Unicef en México, Isabel Crowley, dijo que “la probabilidad de que la pobreza en la infancia se vuelva permanente y se reproduzca en la siguiente generación es más alta que en el caso de los adultos, lo cual compromete el desarrollo económico y la cohesión social del país.”
Erradicar la pobreza infantil debe ser una prioridad para todo gobierno –y para toda sociedad–. La pobreza en la infancia tiene un impacto significativo a lo largo de toda la vida: significa la mayor fuente de desigualdad de oportunidades dentro de cualquier sociedad, más aún cuando estamos en plena era del conocimiento.
No hay que olvidar que gran parte de las habilidades cognitivas, por mencionar algo obvio, se desarrollan en los primeros años de vida. La pobreza durante la infancia tiene severos efectos negativos en el logro educativo de los niños, en su capacidad para obtener ingresos en la edad adulta y, por tanto, significa que existe una gran posibilidad de que sean igualmente pobres al ser mayores. Es un círculo vicioso que, en caso de que no se intervenga, se puede perpetuar por generaciones.
Según la Cepal, la situación se puede corregir aumentando la inversión en la niñez. De hecho, calcula que el costo de erradicar la pobreza entre los menores de 14 años, equivale al 3.37 por ciento del PIB anual.
Ahora que está por discutirse una importante reforma fiscal, es un tema que debería estar presente en la agenda pública. El país tiene muchas necesidades, pero no se me ocurre ninguna prioridad mayor que invertir en nuestros niños. A fin de cuentas es invertir en el futuro de México.
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