Parcial y subjetivo | Por aquí y por allá… cinco lugares habitables

08/02/2013 - 12:02 am

Pocas cosas hay más evidentes dentro del mundo de la narración: toda historia sucede en algún lugar. Sin embargo, no todos los lugares tienen el mismo grado de desarrollo. Si se parte de lo más simple, las referencias al entorno se suprimen. No son importantes y, en consecuencia, tampoco resultan necesarias. Así, será el lector quien cree un mundo a modo para que lo habiten los personajes. Esto suele funcionar en historias para las que el contexto es más un adorno que un elemento trascendente.

Después de ese primer nivel, las posibilidades se multiplican. Desde las que apuntan a referentes reales, consiguiendo apropiarse de parte del imaginario colectivo para integrarlo al relato y, así, refigurarlo, hasta los que inventan escenarios exuberantes, ya sea en el terreno de lo real, de lo mágico o, incluso, de la ciencia ficción y la fantasía. No resulta raro, entonces, compartir mundos con otros lectores. Quienes han leído algunos de estos libros se saben habitantes de esos lugares a los que sólo tendrán acceso el resto de sus lectores. La exclusividad también tiene cabida a la hora de la ficción.

El listado de hoy contiene cinco lugares habitables. Algunos son inventados y otros parten de lugares reales que, a fuerza de ser una parte sustancial del relato, han adquirido un nuevo estatus. Es una clara muestra de cómo la literatura abreva de lo real y lo real, a su vez, también abreva de la literatura. He decidido, también, no ocupar los referentes comunes en este tenor. No porque no tengan valor sino porque mucho se ha hablado de ellos y poco tengo que aportar al respecto.

El Danubio

El Danubio es uno de los ríos más importantes de Europa, pasa por diez países y tiene afluentes y ramales fundamentales para el desarrollo de la zona. Hacer un recorrido desde su nacimiento en la Selva Negra hasta su desembocadura en el Mar Negro, bastaría para hacer una extensa crónica literaria. Claudio Magris no se conforma con ella. Al contrario, se da el lujo de sumarle elementos propios de su erudición. Así, conforme el lector se acerca al nacimiento del río, se van sumando recursos legendarios y ficticios para desentrañar el misterio de sus aguas. A ellos se agregarán referentes regionales e históricos. De esta manera, la lectura de esta novela (si es que lo es, si es que sólo es eso) no sólo implica un recorrido geográfico sino cultural. A fin de cuentas, cada una de las poblaciones ubicadas en sus márgenes están estrechamente vinculadas: las mismas aguas las unen.

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Los nombres del aire

Mogador es una pequeña ciudad costera en Marruecos. Nos queda lejos tanto en distancia como en cultura. Si hiciéramos una encuesta, pocos podrían aportar mayores datos acerca de ella. Sin embargo, Alberto Ruy Sánchez ha escrito cinco libros que se desarrollan en ese lugar. No se ocupa de describir la ciudad, sus calles, cada uno de sus entresijos o sus templos. Tampoco de hacer una monografía en torno a su forma de gobierno, a la administración pública. Al contrario, la ha vuelto un lugar simbólico. Así, al no significar, representa. Representa, en concreto, al deseo. No sólo por medio de los elementos básicos, también gracias al asombro, a esa capacidad de sorprendernos. Y no es sólo Mogador, también es una prosa tan leve como encantadora la que consigue transmitirnos un cúmulo inaudito de sensaciones. La mejor forma de hacer devenir al deseo en placer.

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Austerlitz

Es bien sabido que caminar es una de las mejores cosas que se pueden hacer si se desea conocer el entorno. Ofrece posibilidades que ningún otro medio de transporte brinda y, además, vuelve al viaje una experiencia más personal, casi íntima, en la medida en la que el trayecto y los recorridos dependen de la persona que los está llevando a cabo. Además, caminando se oxigena el cerebro y las ideas fluyen con abundancia y, en muchas ocasiones, otorgan gran lucidez. El protagonista de W. G. Sebald, probablemente él mismo, ha salido a Suffolk. Ahí, inicia una serie de largas caminatas que, poco a poco, lo separará del mero recorrido físico para integrarlo en un viaje mucho más complejo en el que se encontrará en diferentes momentos de su existencia, de la Historia y con grandes autores de la literatura mundial. Sebald consigue hacer del viaje algo tan íntimo y tan profundo que, de pronto, se corre el riesgo de perderse en el camino. Por si fuera poco, las descripciones que elabora, alcanzan para habitar por completo los escenarios que plantea. Una verdadera lección sobre cómo mostrar el panorama.

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El cuarteto de Alejandría

El espacio es el pretexto. Al menos lo es a lo largo de las tres primeras novelas (Justine, Balthazar y Mountolive. En Clea las cosas se esclarecen). En ellas se lleva a cabo un experimento narrativo muy curioso: se deja de lado la temporalidad para privilegiar el espacio. Además, se cuenta una misma historia desde la perspectiva de cada uno de los personajes que protagonizan cada libro. El escenario es Alejandría. Una ciudad con una vida mucho más literaria que real. Todo lo que tiene de legendario se va desarrollando a lo largo de una novela que, por momentos, parece no contar nada y, sin embargo, consigue contagiar un estado de ánimo, comunicar emociones, transmitir algo mucho más profundo que una simple anécdota. Para quienes buscan esclarecimiento está el cuarto volumen, escrito por Laurence Durrell. A veces dejarse llevar por las palabras representa la totalidad de la aventura.

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La vida breve

Las ciudades suelen obedecer a la personalidad de sus habitantes. Sin embargo, a veces el proceso se trastoca y quienes habitan determinado sitio pronto aprenden de sus costumbres, transformándose. Tal es la cualidad y la tara de Santa María. En ella sus habitantes son tan oscuros como las sombras del muelle. En contraste con la tradicional exhuberancia latinoamericana, Juan Carlos Onetti propone una ciudad (o un pueblo) condenado a la decadencia. Y todo aquél que llegue hasta ese lugar será contagiado por ella. Pese a ello, algo tiene de mágico y atractivo. No por nada los personajes vuelven para una nueva encomienda y los lectores buscan la manera de atemperar su ánimo al acercarse de nueva cuenta.

Nos resulta imposible pensarnos fuera de un entorno definido, de un lugar. La misma existencia está relacionada con la idea de estar. De ahí la importancia de cada uno de los sitios que hemos habitado. No podía ser de otro modo con la literatura. Más aún, para quienes no hemos tenido el privilegio de viajar por todo el mundo, es fácil recurrir a referentes comunes. Así, podemos habitar el París de un libro, la Inglaterra medieval o la Roma clásica de una forma mucho más profunda que la ofrecida por una agencia de viajes. Si a estos parajes añadimos lugares imposibles, improbables e inventados, entonces la magnitud de nuestros viajes adquirirá nuevas proporciones. No por nada dicen que leer también implica una travesía.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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