Parcial y subjetivo | La vida no vale nada

07/12/2012 - 12:03 am

Resulta sencillo asociar la imagen de un escritor con la de ese ser atormentado que vive víctima de sus pasiones. El estereotipo se arma a partir de una multiplicidad de ideas. Así, no sólo será atormentado sino que se convertirá en una víctima de su desorden, su desapego a las cosas más triviales, al encono de sus colegas, de sus críticos y a la más profunda incomprensión de la sociedad. Además, también se sumará la idea de que son unos desadaptados sociales, incapaces de entablar relaciones salvo que la pareja en turno sea un dechado de paciencia. Por si fuera poco, es fácil añadir su tendencia a la promiscuidad, a la embriaguez, a la vida bohemia y una clara propensión a los vicios, cualesquiera que éstos sean. Más, por supuesto, todo lo que se le pueda sumar a partir de cada uno de nuestros imaginarios.

Como todo buen estereotipo, el antes planteado es falso. Sin embargo, algo debe tener de cierto en tanto se ha asociado a una buena cantidad de suicidios. Discernir las razones por las cuales un escritor se suicida es como tratar de entender por qué una persona normal lo hace. Ya sea que se trate de un impulso producto de algún desorden mental o de una tristeza que se ahonda a cada día, da la impresión de que, en el ámbito artístico los suicidios no son tan mal vistos. A fin de cuentas, quien trabaja con las emociones está expuesto a llevarlas al límite.

Así pues, indagar en torno a las razones no tiene mucho sentido. Al menos no para lo que nos concierne. El listado de hoy mostrará a sólo cinco escritores suicidas dentro de un universo bastante considerable. Como un mero paliativo, bien se podría argumentar que sus tendencias suicidas están relacionadas con esa imperiosa necesidad de llegar al límite. De ser así, su obra también estará en ese sector.

Por quién doblan las campanas

Ernest Hemingway es de los escritores que estaban convencidos de que la literatura surge a partir de la experiencia. Así, no dudaba a la hora de alistarse en el ejército o hacer recorridos por las zonas inhóspitas de África. Da la impresión de que, en muy buena medida, era adicto a las emociones. Entonces su vida estuvo llena de aventuras. Tan es así que algunos de sus biógrafos pueden presumir de haber escrito una novela. Aunque puede dar la impresión de que su energía vital estaba destinada en un muy buen grado a la locura, lo cierto es que era fiel a sus convicciones, defendía lo que consideraba justo y su literatura está entre las mejores de su generación. No sólo eso, algunos de sus libros se han convertido en jóvenes clásicos que son leídos, incluso, por prescripción. Las causas de su muerte son muy claras: un disparo de escopeta. Hay quien duda entre el suicidio y el accidente aunque lo primero está mucho más justificado.

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El último encuentro

Su suerte como escritor fue paradójica aunque no tan terrible como la de muchos otros. Fue de los primeros en alzar la voz en contra del nazismo. También fue de los primeros que tuvieron graves problemas al terminar la guerra. La ocupación a Hungría por parte de la Unión Soviética convirtió al gobierno en un régimen comunista. Sándor Márai protestó ante ello por lo que se prohibieron sus obras en su país. Así, la fama que había alcanzado desapareció de golpe. Consiguió escapar para vivir en el exilio durante cuatro décadas. Se suicidó cerca de los 90 años, a unos cuantos meses de la caída del Muro de Berlín, para que la paradoja se completara. A partir de entonces, con el comunismo derrotado, su obra se volvió a valorar. Si bien los últimos años de su vida los vivió en un bienestar aparente, algo le impedía alcanzar la felicidad que necesitaba.

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Confesiones de una máscara

La cultura japonesa está llena de rituales y costumbres que, a veces, escapan del entendimiento de los occidentales. Sin embargo, una enorme cantidad de literatura y cine han contribuido a que esa brecha sea menor. Yukio Mishima es uno de los más grandes exponentes de la literatura japonesa de la segunda mitad del siglo pasado. Congruente consigo mismo, Mishima se sumó a la causa que defendía al emperador recién derrocado. Su conservadurismo era recalcitrante. Tanto, que fundó una agrupación de ultra derecha. Consiguió, junto con varios de sus compañeros, entrar a un cuartel y capturar a su comandante. Desde el balcón les habló a los soldados para hacerlos recapacitar. Los abucheos lo callaron. Así que decidió, junto con varios miembros de su grupo, practicar el hara kiri (o seppuku). Por esos días entregó a su editor el último libro de la tetralogía El mar de la fertilidad en el que desarrolla toda su postura ideológica. Aunque podría parecer que las novelas son tendenciosas, para ser justo se debe decir que son impecables en su manufactura.

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Orlando

Desde la infancia Virginia Woolf supo lo que era estar inmersa en el mundo intelectual. A la casa de sus padres llegaban artistas, filósofos y escritores de manera frecuente. Es de suponer que gran parte de su vena artística abrevara de su más tierna infancia. Sin embargo, no fue la única fuente. En su juventud se unió al Círculo de Bloomsbury en el que también existía una fuerte influencia intelectual. Pese a ello, su vida no fue fácil. La muerte de su madre reveló el padecimiento de lo que hoy conocemos como trastorno bipolar. Así, podía navegar en medio de estados de euforia pero sus depresiones se agudizaban cada vez más. Al grado de llenarse las bolsas de su abrigo de piedras y lanzarse al río. Llama la atención cómo la congruencia ideológica de su obra y la manera en que se pueden encontrar referentes en su propia vida. No por nada fue una escritora que vivió al límite de sus propias convicciones.

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Los tigres de Malasia

Es, probablemente, uno de los más prolíficos y reconocidos escritores de novelas de aventuras. Hoy en día es factible encontrarse con referentes que apuntan a Sandokan, su personaje más famoso. Sin embargo, Emilio Salgari no sólo se ocupó de esta saga. También trabajó con gran tino el tema de los piratas, contribuyendo, con ello, a crear el estereotipo del bucanero. Es difícil pensar que un autor que ha inundado su literatura de personajes que luchan ante cualquier adversidad se suicide. Pero, el mal ya estaba en la familia. Su padre y dos de sus hijos también optaron por esta salida. Si a ello se le suman varios trastornos psicológicos, la locura de su esposa y los enormes problemas económicos que padeció, quizá sea posible entender las razones por las que se practicó el hara kiri. Su obra, no obstante, sigue atrapando al público juvenil.

No es tarea de esta entrega desentrañar las razones que llevaron a uno u otro escritor a quitarse la vida. Sin embargo, llama la atención que, en la gran mayoría de los casos citados, los personajes de estos autores hayan vivido la vida con mucha intensidad. Incluso, los propios escritores hicieron lo posible por llevarla al límite, ya sea al llenarla de aventuras, ya al procurar entornos de gran intercambio intelectual. Es probable, entonces, que ni ellos mismos puedan contestar a cabalidad las razones últimas, sobre todo, si están exentos del arrobamiento febril que acompañó al suicidio. Al margen de ello, sus libros continúan recorriendo el vasto continente de la lectura. Algo que, tal vez, les sirva de consuelo.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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