Medio ambiente: víctima olvidada de la destrucción y el caos que desatan las guerras en el mundo

07/11/2012 - 12:00 am

Ciudad de México, 7 de nov (sinembargo.mx) – Aunque la humanidad siempre ha contado sus víctimas de guerra en términos de soldados y civiles muertos y heridos, ciudades y medios de vida destruidos, con frecuencia el medio ambiente ha sido la víctima olvidada.

Los pozos de agua han sido contaminados, los cultivos quemados, los bosques talados, los suelos envenenados y los animales sacrificados, entre otras acciones de destrucción, para obtener una ventaja militar.

Además, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que en los últimos 60 años al menos 40% de los conflictos internos han tenido alguna relación con la explotación de los recursos naturales, tanto por ser considerados de “mucho valor”, como madera, diamantes, oro, minerales o petróleo, como por ser escasos, por ejemplo, la tierra fértil y el agua. Además, cuando se trata de conflictos relativos a los recursos naturales se duplica el riesgo de recaer en el conflicto.

La preocupación por las consecuencias de la guerra para el medio ambiente surgió después de la operación Ranch Hand, llevada a cabo en Vietnam por Estados Unidos en los años sesenta.

Su objetivo era defoliar la selva para expulsar de ella a los combatientes comunistas. Entre 1962 y 1971 la aviación militar estadounidense arrojó sobre ese país unos 70 millones de litros de herbicidas muy poderosos, en particular el “agente naranja”: unos 1.7 millones de hectáreas fueron “rociadas” en varias ocasiones. Al término de la guerra, una quinta parte de los bosques de Vietnam del Sur había sido destruida químicamente y más de un tercio de los manglares había desaparecido. Si algunos bosques han logrado recuperarse, en su mayoría se han convertido en matorrales.

En 1964, la Federación de Científicos de Estados Unidos condenó la operación Ranch Hand, considerándola un experimento químico injustificado. Pero sólo fue suspendida tras la publicación de varios informes, en 1970 y 1971, que establecían una relación entre las malformaciones de los recién nacidos y el agente naranja.

Los ataques iraquíes contra la población civil kurda entre abril de 1987 y agosto de 1988 provocaron también efectos a largo plazo, si bien éstos son difíciles de estudiar en el lugar.

En Halabja, ciudad bombardeada durante tres días en marzo de 1988 con agentes químicos y biológicos, 5 mil a 7 mil personas perdieron la vida y decenas de miles resultaron heridas. La primera investigación médica fue realizada en 1998 por la doctora Christine Gosden, profesora de la Universidad de Liverpool. En su informe al Instituto de las Naciones Unidas de Investigación sobre el Desarme, señala casos de cánceres raros, malformaciones en los niños, abortos naturales, infecciones pulmonares recurrentes y problemas neuropsiquiátricos graves. El gas de mostaza (iperita) quemó córneas, provocando casos de ceguera. Y existe el riesgo de que aparezcan cánceres cinco o diez años después de la exposición, añade Gosden.

Según Arthur Westing, especialista en impacto de los conflictos, durante la guerra del Golfo Estados Unidos lanzó 60 mil bombas de fragmentación, que contenían unos 30 millones de minibombas. Estas tapizan el desierto, junto a unas 1.7 millones de minas antipersonal colocadas por los iraquíes. Aunque en su mayoría fueron destruidas ulteriormente, el ecosistema del desierto ha quedado afectado.

Se estima que en total hay 65 millones de minas antipersonal que siguen amenazando a la población y a la vida salvaje en 56 países, de Angola a Nicaragua, de Eritrea a Lao. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, a ellas se deben mensualmente unas 800 víctimas fatales y millares de heridos. Se estima que han provocado 36 mil amputaciones en Camboya y 23 mil en Somalia. Consecuencia trágica de las inundaciones catastróficas en el sur de Mozambique en febrero de 2000: las minas de la guerra civil fueron arrastradas por el agua hasta las aldeas.

Otra causa de perjuicios para el medio ambiente es la afluencia de refugiados, cuya presencia afecta a los recursos naturales.

El conflicto en Rwanda y los sucesos que desencadenó en el este de la República Democrática del Congo (RDC), son una de las principales causas de la deforestación de Africa central. El Parque Nacional de Virunga, primer parque africano de ese tipo establecido en la frontera entre la RDC y Rwanda, ha sufrido las consecuencias. La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) informó de que en seis meses los refugiados rwandeses y los soldados hutus de los campamentos situados en torno a la ciudad de Goma (RDC) habían destruido 300 km2 del parque en busca de leña y de algo de comer. La UICN estimó que en los momentos cruciales de la crisis unos 850 mil refugiados que vivían en el parque o en sus inmediaciones retiraban diariamente entre 410 y 770 toneladas de productos forestales. Los soldados zaireños aprovecharon la confusión para vender la madera del parque a los refugiados y a los organismos de socorro

Los guerrilleros también causan tantos perjuicios como los refugiados, sobre todo cuando deben obtener el sustento de la tierra o saquear los recursos naturales de la región donde combaten para financiar la compra de armas. En África occidental y central, en estos últimos diez años, la guerrilla se ha financiado derribando y vendiendo valiosas especies forestales. La misma situación se presentó en Camboya. En los años ochenta los combatientes somalíes fueron a menudo los instigadores del tráfico de marfil. En el Parque de Virunga y en otros lugares, los gorilas de las montañas fueron masacrados durante la guerra de Rwanda.

-Con información de PNUMA, ONU, El País y EFE-

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