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Adrián López Ortiz

07/10/2018 - 12:04 am

“No me casé yo”

El asunto pasa por algo más que la transparencia, la legalidad, o incluso la libertad de los involucrados para hacer su pachangas como les plazca. Sino por dos palabras más simples que tanto han pregonado los voceros y protagonistas de la Cuarta Transformación: el ejemplo y la sensibilidad.

«Pues porque una cosa es el derroche y otra presumirlo. Con sesión de fotos y toda la cosa». Foto: Alberto Carbajal, Cuartoscuro

Esta semana ¡Hola! nos regaló una portada para el recuerdo. A la usanza del vilipendiado “nuevo” PRI, aparecieron en ella felices y a todo color César Yáñez y su esposa Dulce Silva. Él, de impecable buen gusto y moño blanco, ella radiante. Del lado izquierdo y en una foto más pequeña, el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller como invitados y testigos de la boda. Vestimenta sobria, eso sí. El twitter se encendió.

Cabe mencionar que la boda del cercano colaborador de AMLO en la Capilla del Rosario de Puebla ya había sido motivo de escándalo por su suntuosidad y derroche: colas de langosta, buenos licores y hartas flores como decoración. Pero la aparición de la misma en la portada del tabloide que es la referencia de la socialité elevó la discusión pública a otro nivel.

Vale recordar que fue precisamente una entrevista en esa revista a la Primera Dama Angélica Rivera lo que dio pie al reportaje de la Casa Blanca, el mayor escándalo de corrupción del –todavía– Presidente, Enrique Peña Nieto. Y tal vez el mayor golpe a la credibilidad de su Gobierno.

De inmediato la defensa en redes salió al quite: César Yáñez puede hacer con su dinero lo que quiera. Por supuesto. Es un evento privado. Por supuesto.

Pero, entonces, si hablamos de un evento privado y no de uno de carácter público, ¿por qué el escándalo?

Pues porque una cosa es el derroche y otra presumirlo. Con sesión de fotos y toda la cosa.

El asunto pasa por algo más que la transparencia, la legalidad, o incluso la libertad de los involucrados para hacer su pachangas como les plazca. Sino por dos palabras más simples que tanto han pregonado los voceros y protagonistas de la Cuarta Transformación: el ejemplo y la sensibilidad.

Por eso la pregunta es clara: ¿se comportó César Yáñez como aquellos a quienes tanto criticaron por soberbios, dispendiosos y “fifís”? A juzgar por esa portada la respuesta es una: sí.

Por eso la portada duele y, sobre todo, desilusiona. Si todavía no llegan y ya se portan igual, ¿qué nos espera? Es el clamor popular que he leído en redes.

El error de cálculo de su colaborador fue tal que a pregunta expresa de la prensa sobre el asunto, López Obrador se lavó las manos y soltó una de sus frases para la posteridad: “No me casé yo”.

Y tiene razón, pero la respuesta no alcanza para sacudirse el lodo de la frivolidad que ya le salpicó. Aunque ese lodo provenga de un colaborador y no de un acto propio.

Ahora, más allá de si César Yáñez se equivocó y del manejo interno que el equipo del Presidente electo tendrá que dar al asunto, creo que la famosa portada sirve para recordar una verdad tan obvia que se nos olvida cuando hablamos de política: que los grupos y los equipos no son ni monolíticos, ni homogéneos. Y que, más allá de la legitimidad electoral que les empodera, nuestra futura clase política gobernante será diversa y variada. Por mucho que al nuevo Presidente le guste imponer con el ejemplo, como tanto insiste.

Quiero pensar que la portada de ¡Hola! será un resbalón para el aprendizaje (ojalá). Un resbalón todavía menor pero que anticipa algo que debemos tener en cuenta en el futuro: que en la Cuarta Transformación también puede haber (y habrá, acuérdese de mí) políticos frívolos, soberbios e insensibles. Políticos corruptos y políticos cínicos.

Políticos muy parecidos a esos que perdieron y ya se van. Políticos que, independientemente del origen y la trayectoria, también sucumban a las tentaciones del poder. Ese poder que es una cosa canija.

Para acotar ese poder deben estar las instituciones y los contrapesos. Porque, bien dice el dicho popular, todos los políticos son iguales: unos más iguales que otros.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.

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