Tras la negación y el enojo, sigue el duelo

07/10/2011 - 12:02 am

Se esparció como pólvora. En menos de tres semanas, el movimiento en contra de los gigantes de Wall Street creció más rápido de lo esperado. Lo que comenzó con unos 300 jóvenes y otros no tanto el pasado sábado 17 de septiembre en Nueva York, ahora alcanza el apoyo de miles de personas y de varios sindicatos en más de 38 ciudades de los Estados Unidos y más allá de sus fronteras.

Inspirados en los movimientos de la llamada Primavera Árabe en Egipto, en los indignados de España, en las protestas contra los recortes en Grecia e Islandia, ahora el mundo es testigo de lo que podríamos llamar el “otoño estadounidense”.

Los indignados de Estados Unidos decidieron “tomar al toro por los cuernos” al referirse a la escultura del toro ubicado en el centro financiero que simboliza en Nueva York el optimismo y la prosperidad en los negocios. Pero ni los medios, ni los corporativos y ni aún los mismos sindicatos pudieron ver lo que venía, ni lo que aún está por venir. Y los que en su momento los vieron, prefirieron ignorarlos. Los negaron.

Para muchos de ellos, este movimiento que tiene gestándose en redes sociales desde marzo bajo la etiqueta de #Occupywallstreet (o #Tomalabolsa para los latinos que se quisieran integrar), no eran más que una más de esas protestas pintorescas de jóvenes que parecen hippies y que no estudian ni trabajan. Incluso, los detractores del movimiento señalan que los jóvenes no saben qué quieren o que tienen exceso de demandas, pues en ocasiones, durante las asambleas, hay quienes se manifiestan sobre el calentamiento global, la protección de los animales, la represión policiaca o el cierre de las centrales nucleares. Los indignados, dicen, sólo tienen una demanda y es terminar con la corrupción entre políticos y corporaciones que ha provocado la crisis económica que se vive hoy en Estados Unidos y en el mundo en general.

En los medios no hubo ninguna referencia específica de los indignados y sus demandas hasta el pasado sábado 1 de octubre cuando, según fuentes del mismo movimiento, la Policía los dirigió en su protesta hacia el puente de Brooklyn y los emboscó. Setecientas personas fueron detenidas en el simbólico paso de Manhattan a Brooklyn con una malla ciclónica y las enviaron en 10 autobuses a diferentes centros de detención. Dos días después fueron liberados.

Nevertheless in Gringoland, lo que creció fue el enojo entre los indignados y, por supuesto, entre la Policía que es la cara del gobierno. En este caso, del alcalde Michael Bloomberg.

La Policía pensó que había logrado una estratégica detención, pero lo que hizo fue darle notoriedad al grupo, material informativo a los medios y el respaldo de un primer sindicato, el de los transportistas, quienes demandaron además al gobierno de la ciudad por utilizar sus unidades para trasladar a los detenidos y no en transporte de las fuerzas del orden.

Este miércoles, la principal central obrera se unió a las protestas y se manifestaba ya a favor de los indignados en Estados Unidos, reconociendo, sobre todo, que ellos ya habían perdido la energía que los jóvenes le han dado a un movimiento contra las grandes corporaciones. Lo que a ellos les ha costado varios años y décadas para convencer a las clases medias, los indignados lo lograron en semanas. Y es que el contexto ayuda.

Bajo el lema “Somos el 99%”, los indignados de Estados Unidos convocaron a ocupar Wall Street por al menos dos meses para protestar contra el 1% restante de la población que vive cómodamente y que, por los excesos de corrupción de ese mundo corporativo, son los causantes de la crisis económica del 2007 que no tiene visos de una pronta recuperación.

Incluso el documental ganador del Oscar del 2010, Inside Job, pone de manifiesto que Goldman Sachs es la principal entidad responsable de la crisis. Su director, Charles Ferguson, cuando recibió el premio, dijo lamentar que nadie estuviera en la cárcel por el problema que afecta a miles de familias e incluso calificó las actividades de los operadores como criminales.

Estados Unidos tiene hoy un índice de desempleo que se mantiene en un 9.1% y el número de personas que han perdido sus hogares aumenta. Tras la crisis del 2008, se habló de 3 millones de familias que habrían perdido sus casas. Número que se espera aumente hasta en un 20% a finales del año, debido a que no se han generado los empleos esperados. En agosto, por ejemplo, los índices macroeconómicos señalaron que no se  había generado un sólo empleo en ese mes.

El enojo de la gente ha estado latente y hasta ahora es que encuentra cómo expresarlo. El sistema educativo de Estados Unidos también está en crisis. Los estudiantes de esta nación ocupan el lugar 25 en matemáticas y el lugar 21 en ciencia entre los 30 países más desarrollados. Estados Unidos ha perdido su liderazgo económico, educativo y de calidad de vida. Su autoestima ha sido vulnerada.  Quizá de ahí la negación de la sociedad para no caer en el enojo y la depresión.

Mientras esto es lo que vive o siente la gente, el escenario politico está revuelto a un año de las elecciones presidenciales y donde la reelección del presidente Barack Obama está en juego. Obama no ha logrado cumplirle a la ciudadanía. La esperanza del 2008 se ha diluido y sustituido por enojo, de la misma manera que la reelección pudiera diluirse. De acuerdo con el Reporte Rasmussen, esa semana, un 19% de la población aprueba fuertemente las actividades del Presidente, mientras que un 43% lo desaprueba notoriamente.

El mandatario lanzó su acta para la generación de empleos. En ella, habla de implementar el impuesto Buffet a los que más tienen y revisa el tema del presupuesto, pero las medidas no se han tomado y aún faltaría mucho para que se filtren en beneficio a la sociedad. El músculo demócrata ha sido siempre la fuerza sindical y en su comunicado, las uniones advertían a este grupo político que no consideraran su apoyo ya garantizado para el 2012.

Puede ser que así lo crean, puede ser que la misma presión sea usada por el Presidente para agilizar sus medidas frente a los republicanos y corporativos. Lo cierto es que una crisis similar a la del 29 comienza a generar reacciones y protestas como las de esa misma época. Si el enojo se canaliza y se aprovecha, el gobierno de Barack Obama podría pasar a la etapa de la negociación y ser una réplica de Franklyn Delano Roosevelt con su New Deal, cuyo legado quedó asentado en la Ley de Derechos Económicos (1944).

Esta ley propone, entre otros, el derecho ciudadano a tener un trabajo útil y bien remunerado, a ganar lo suficiente para lograr una buena alimentación, vestido y diversión, así como el derecho de cada familia a tener un hogar decente, buena educación y un seguro médico. Finalmente, a través de esta ley se ofrece protección a enfermos, ancianos, accidentados y desempleados.

Siendo así el escenario, Obama y los demócratas podrían verse favorecidos con el movimiento si saben escuchar a tiempo y pactar. De lo contrario, la crisis económica y las protestas en Estados Unidos tendrán un eco global, pues la crisis ya es de todos y no es gratuita la manera como se ha extendido. La  solidaridad con los indignados en Estados Unidos propone manifestaciones para el próximo 15 de octubre.

Si el liderazgo político de Obama es claro, comenzará el pacto y la negociación con los sectores productivo, financiero, económico, social, cívico y educativo. Tendrá que asumir su responsabilidad de líder. Seguramente, encerrar a responsables de la banca en prisión y hacer que el aparato productivo apueste por invertir en la generación de empleos. O el enojo, en su segunda fase de duelo, crecerá y puede salirse de las manos. Apostemos por el pacto.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas