En el ejemplar Elogio de la mosca en el arte de Artes de México, se recopilan los diferentes tratamientos que se le han dado la mosca desde la cultura japonesa hasta la pintura contemporánea, en una forma de reivindicar este personaje marginal en voz de artistas centrales.
Por Sara Odalys Méndez
Ciudad de México, 7 de abril (SinEmbargo).- Los insectos han sido parte primordial de nuestra historia. La mariposa que simboliza el alma, las abejas que polinizan el planeta, los grillos que amenizan las noches, los escarabajos tornasol que se prenden de nuestras blusas, los alacranes que nos recuerdan la fuerza de lo diminuto. Sin embargo, también existen los insectos que no nos remiten a la naturaleza floreciente ni al veneno que igualmente recorre nuestro cuerpo. Entre ellos está la mosca, constantemente relacionada con lo sucio, el excremento, las infecciones, el demonio y la muerte. Pero esto no aplica a todas las culturas y menos a todas las representaciones que se han hecho de este minúsculo insecto. En el ejemplar Elogio de la mosca en el arte de Artes de México, se recopilan los diferentes tratamientos que se le han dado la mosca desde la cultura japonesa hasta la pintura contemporánea, en una forma de reivindicar este personaje marginal en voz de artistas centrales.
Para los egipcios, la cualidad insistente y molesta de la mosca resultaba un reflejo de lo que un soldado era. Por lo tanto, tenían insignias militares que les recordaba que debían actuar como sus hermanas moscas. Los inuit también utilizaban a este insecto como amuleto, pues lo consideraban invulnerable debido a lo difícil que es atraparla –como nos menciona Ami Ronnberg, en su texto El libro de los símbolos (p. 232). Es decir, los seres humanos hemos encontrado la forma de no sólo relacionarnos con las moscas, sino también descubrir los paralelismos entre ésta y nosotros.
El mejor ejemplo de esto está en el texto de Juan José Millás: Vidas al límite. Biografía de una mosca. En él, nos relata su curiosidad por la vida de las moscas, la adopción de una pareja de éstas (Catalina y Pruden) y cómo el futuro de ambas especies, las moscas y nosotros, está inexorablemente unido.
Millás plantea la siguiente aseveración: los genes de las moscas “son los mismos que ensamblan el cuerpo humano”. Esto va más allá de los avances médicos que se pueden lograr a partir del estudio de las moscas, de la posibilidad de transformaciones genéticas a partir de ellas. De la misma forma en que compartimos genes, compartimos la existencia. El ciclo de vida de una mosca es la versión acelerada de la nuestra. Para Millás la visión de una vida tan breve es una réplica de la suya.
La curiosidad del autor apela no sólo a la necesidad literaria de escribir sobre lo minúsculo — como lo demuestran otros ejemplos de la revista José Emilio Pacheco, Augusto Monterroso, Salvador Novo y Aurelio Asiain —, sino que es un apuro existencial en el que sabe que en el futuro de estos insectos está nuestro porvenir, así como el de la filosofía, la literatura y el arte.
La historia de Catalina y su matrimonio forzado con Pruden es enrealidad el idilio entre Millás y Catalina, quien se vuelve su obsesión por 30 días; la bautiza como reina desde su nacimiento . Catalina tiene personalidad, envejece con elegancia, no permite que se le violente y conoce mejor su cuerpo.
La muerte de la amada Catalina llega después de la de Pruden. A pesar de la angustia que la brevedad de su vida causaba en Millás, cuando llega el momento en que los dos cadáveres se encuentran uno al lado del otro, boca arriba, rodeados de las larvas de sus hijos, la pesadumbre no llega al autor. Concluye que es por el tamaño de las moscas: “Hay una relación increíble entre la masa somática y la energía sentimental. Una masa pequeña produce sentimientos pequeños”. La mosca es el límite de la empatía del ser humano, pues algo más pequeño aún no podría causarnos el mínimo dolor. Sin embargo, esta repentina falta de afecto no termina aquí, con Millas abriendo el frasco y tirando a las ahora simples moscas a la basura. La unión entre el ser humano y la mosca nunca fue más íntima y clara. Nosotros también somos el límite de la empatía de otros seres más grandes (tómese en sentido literal y simbólico), igual seremos “dos cadáveres diminutos […] cuando llegue el momento”.
Millás presencia el ciclo de la vida de la humanidad en treinta días y se percata de que compartimos con las moscas el mismo designio venido de quién sabe dónde: “Creced y multiplicaos, tal es el único mandato con el que venimos al mundo”. La muerte de Catalina y Pruden ha dado lugar a decenas de moscas más que ahora volarán libremente por el jardín, entre la banalidad de los árboles y del viento. Así descubrimos que es hermoso vivir porque es absurdo y breve y se parece a la existencia de las moscas.
Este texto, en su versión original, “Vidas al límite: biografía de una mosca”, se reproduce en el número 93 de la Revista Artes de México, Elogio de la Mosca en el Arte. Consigue la revista a través del siguiente enlace y descubre más sobre el arte de lo mínimo.
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