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Germán Petersen Cortés

07/04/2015 - 12:02 am

Votar y sus consecuencias

A dos días de iniciadas las campañas federales y cuando distintas contiendas estatales y municipales avanzan a tambor batiente, conviene reflexionar en torno a las consecuencias de las decisiones electorales que cada quien tomará, en lo individual, el próximo 7 de junio. La decisión de cada elector, sea esta abstenerse, anular, votar en función del […]

A dos días de iniciadas las campañas federales y cuando distintas contiendas estatales y municipales avanzan a tambor batiente, conviene reflexionar en torno a las consecuencias de las decisiones electorales que cada quien tomará, en lo individual, el próximo 7 de junio. La decisión de cada elector, sea esta abstenerse, anular, votar en función del partido o votar en función del candidato, sumadas a las decisiones de los otros millones de votantes, tendrá consecuencias de largo alcance. Conviene tener presentes tales consecuencias, para que después de la elección nadie se extrañe.

Desde luego que las implicaciones de cada sufragio variarán en cada distrito, municipio o estado. En consecuencia, lo primero que tendría que hacer un ciudadano que quisiera estimar los efectos de sus decisiones es informarse de la situación electoral de la demarcación en cuestión. Las consecuencias que se esbozan a continuación son generales y no están pensadas para ciertas demarcaciones en particular.

Algunos ciudadanos sostienen que la abstención es el mejor camino para expresar su rechazo a la situación por la que pasa el país. Un primer problema con la abstención es que quien se vale de ella como actitud antisistema tiende a perderse entre los millones de abstencionistas que lo son por mera desidia. Por otra parte, la elevada abstención que se aprecia elección tras elección no suele interpretarse como un rechazo al estado de las cosas y por ende difícilmente induce a cambios. En tercer lugar, en la medida en que incrementa el abstencionismo, el peso relativo de las maquinarias partidistas crece y aquellos partidos con más votos “duros” –sobre todo el PRI en el plano federal– aumentan sus probabilidades de ganar.

Anular, a diferencia de abstenerse, se interpreta más claramente como una reprobación de todos los partidos y candidatos. Sin embargo, en México, a diferencia de otros países, la anulación no cambia la representación legislativa ni los presupuestos de los partidos. Adicionalmente, a diferencia de lo que sucedió hace seis años, en la presente coyuntura electoral anular no está atado a una agenda concreta de reformas, sino que es mero rechazo. Las desventajas de la anulación son similares a las de la abstención: terminarán eligiendo a los mandatarios y representantes populares aquellos electores que efectivamente sufraguen por un partido, con ventaja para aquellos partidos que tengan más votos “duros”.

Sufragar por un partido, independientemente de los candidatos, conduce al fortalecimiento de este partido y, en general, a apuntalar al sistema de partidos. Los pros de tal decisión son contribuir a que el partido en cuestión tenga más posiciones y con ello mayores posibilidades para impulsar su agenda; los contras son que los contrapesos entre partidos pueden diluirse y, además, difícilmente se crearán incentivos fuertes para que los partidos cambien su comportamiento mientras sigan recibiendo sufragios al por mayor.

Aquí conviene reparar en que no ha habido una sola democracia a gran escala sin partidos políticos. Desde luego que urge mejorar a los partidos mexicanos, pero emprender la cargada contra todos los partidos como si se pudiera prescindir de ellos y, en su lugar, elegir solo a candidatos sin partido no es más que demagogia.

Ahora bien, decidirse por candidatos específicos, sin importar su partido o si son independientes, promueve, en principio, que lleguen buenos perfiles al poder, lo cual no es cosa menor. No obstante, se corre el riesgo de que estos perfiles lleguen sin un respaldo organizativo e institucional suficiente y podría incluso resultar que lo “bueno” de estos perfiles no los haga capaces para la política real.

Más allá del sufragio y del sentido que se le dé a este, el rol de cada ciudadano en el proceso electoral tendrá consecuencias. Muchos males de los gobernantes o diputados en turno se pudieron haber evitado o cuando menos conocido de antemano con una ciudadanía más participativa a lo largo del proceso electoral, que hubiera convertido las elecciones más en la hora de los ciudadanos que en la hora de los candidatos.

Ir a las urnas o no hacerlo y, en caso de que sí se atienda a aquellas, el sentido del sufragio tendrán consecuencias. Vale la pena tener esto claro si lo que se quiere es actuar con responsabilidad. La alternativa es mirar el sufragio como un mero vehículo de expresión política individual, importando poco las consecuencias agregadas de todos los sufragios, incluyendo el propio, que serán –al final– consecuencias para todos.

Qué luego nadie se haga el sorprendido.

@GermanPetersenC

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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