Solidaridad condicionada

06/12/2014 - 12:00 am

En el momento histórico que vive México veo una opción a la que me aferro con toda mi esperanza: la maduración social. Una coyuntura para dejar la apatía y tomarnos las cosas en serio. La oportunidad de ver nuestra realidad de frente, no de reojo; de aceptar que los problemas no se arreglan solos ni con el tiempo. Pasar del valemadrismo a la conciencia de que no somos “bola”, sino comunidad, sociedad y unidad.

A la luz de los eventos que se nos han venido en cascada, algo resulta sumamente inquietante. Me refiero a las personas que nomás no reaccionan ante la magnitud de los crímenes, ante el dolor de miles de compatriotas, sino hasta que alguien les acerca las tragedias con un supuesto: “Imagínate que se tratara de tu hijo”. Entonces sí les invade el espanto.

Es terrible que sólo si se trata de nuestros familiares -hay quienes ni así- seamos capaces de sentir el dolor por los crímenes que tienen sangrando a México. Es imposible no lanzar un grito de animal herido desde el fondo de los pulmones contra estas tragedias y otro más de rabia porque son crímenes de Estado. Quien piense que manifestar el dolor así es “subversivo”, tiene razón: se trata de un cambio.

Si México no trabaja por una nueva evolución de su historia (re-evolución), ¿en qué tierra podemos sembrar nuestra esperanza de un país mejor? La indolencia de quienes se mantienen al margen como si estuvieran siguiendo una serie en la televisión, sólo es posible mediante una auto-exclusión evasiva. “Mientras yo esté bien, me vale madre.” No sé qué si los oídos me duelen más cuando alguien se hace a un lado con ese  pretexto, o escuchar los disparates con los que los gobernantes quieren lavarse las manos, pretextos que son una verdadera afrenta al pueblo.

En el momento histórico que vivimos, el auto engaño insensible no sirve. Duele ver el cáncer social que nos corroe, sí, pero si lo dejamos crecer dolerá más. Porque si se derrumba México caemos todos. Quienes se sientan ajenos a esta tragedia, quienes se resistan a ver noticias “feas”, pertenezcan a grupos muy distintos a los afectados y por eso no reaccionen con llanto y rabia; en resumen, quienes sólo se duelan cuando las víctimas sean su gente, pronto podrán ver que a su puerta toca la desgracia que hoy es de “los demás”.

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