“Cómo escribo mis libros”, de Arthur Conan Doyle

06/10/2018 - 12:03 am

Traducidos por el escritor Jon Bilbao, los ensayos que componen Mis libros son la “puerta mágica” hacia la parte más privada de Arthur Conan Doyle (1859-1930) y el descubrimiento de una de las facetas más desconocidas del autor de La compañía blanca y El sabueso de los Baskerville.

Ciudad de México, 6 de octubre (SinEmbargo).-Mis libros es la apasionante “trastienda literaria” de uno de los escritores más populares de la historia, Arthur Conan Doyle. Nos lleva de la mano por su biblioteca, recomendando libros, recordando pasiones tanto de las obras que ha leído –y que le han formado como creador– como las que él mismo ha escrito.

Una amplia colección de ensayos, conferencias y entrevistas con la que repasa sus éxitos literarios, el proceso de escritura de alguna de sus más famosas novelas y cuentos, las lecturas de los clásicos y de algunos escritores más cercanos a su tiempo a los que admira –Stevenson, Wilde, Allan Poe, Scott– y, por supuesto, un apartado especial dedicado a la que fuera su mayor creación y uno de los personajes más famosos del mundo, Sherlock Holmes.

Fragmento del libro Mis libros, Ensayos sobre lectura y escritura, con autorización de Páginas de Espuma

Un gran libro para un gran escritor. Foto: Páginas de Espuma

CÓMO ESCRIBO MIS LIBROS

Cuando me preguntan por mi sistema de trabajo yo pregunto, a mi vez, a qué trabajo se refieren. He transitado por diversos campos. Pocos hay que no haya visitado. He escrito entre veinte y treinta obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía. Para bien o para mal, no creo que haya mucha gente con mayor trayectoria.

En el caso de los relatos breves siempre me ha parecido que, mientras seas capaz de producir el efecto dramático, la exactitud de los detalles importa poco. Nunca he puesto mucho esfuerzo en ello y como consecuencia he cometido errores graves. ¿Qué importancia tiene si consigo atrapar al lector? Reclamo el derecho a trabajar de acuerdo a mis propias condiciones, y así es como obro. Me he tomado libertades en algunas de las historias de Sherlock Holmes. Hay quien me ha señalado, por ejemplo, que en “La aventura de Estrella de Plata”, una mitad de los personajes habría acabado en la cárcel y la otra expulsada del hipódromo para siempre. Ese tipo de cosas no me preocupan cuando la historia es, manifiestamente, una fantasía.

La cuestión es otra si la temática es histórica. En este caso, incluso en un relato corto hay que ser exacto. En los relatos del Brigadier Gerard, por ejemplo, hasta los uniformes son correctos. Veinte libros de testimonios de soldados napoleónicos sirven de base a esos relatos.

La exactitud ha de ser incluso mayor en el caso de una novela histórica. Si esta no es un retrato preciso de la época, se convierte en nada más que un libro de aventuras para niños. Mi sistema a la hora de escribir libros como Sir Nigel o Los refugiados fue leer todo lo que encontré sobre la época y copiar en cuadernos cuanto me pareciera representativo. Después clasifiqué el material según los tipos de personajes. Por ejemplo, bajo el epígrafe “Arquero” reunía todo lo referido a la técnica de la arquería, las palabras malsonantes que usaba un arquero, los lugares donde podía haber estado, en qué guerras, etcétera, para luego poder reflejar la época a través de su forma de hablar. Bajo el epígrafe “Monje” recogía lo que tratara sobre vidrieras, iluminación de misales, disciplina, rituales y demás. De este modo, si quería narrar, por ejemplo, una conversación entre un halconero y un armero, podía hacer que cada uno empleara símiles extraídos de su oficio. Todo esto parece una pérdida de tiempo, dado lo efímera que es la crítica literaria hoy en día, pero se trata, ni más ni menos, de la sal que preserva un libro del deterioro. Por esto Sir Walter Scott es insuperable. He vuelto a leerlo hace poco, y comparar su obra con la nuestra es como colocar la fachada del Museo Británico frente a la de un palacio de estuco pintado.

Arthur Conan Doyle fue médico, novelista y escritor de novelas policíacas, creador del inolvidable maestro de detectives Sherlock Holmes. Nació el 22 de mayo de 1859 en Edimburgo y estudió en las universidades de Stonyhurst y de Edimburgo, en esta última estudió medicina desde 1876 hasta 1881. En junio de 1882, se mudó a Portsmouth. Estando ahí, instaló una clínica. Al principio no le fue muy bien con ella, por lo que en su tiempo libre comenzó a escribir historias nuevamente. Tuvo tanto éxito al inicio de su carrera literaria que en cinco años abandonó la práctica de la medicina y se dedicó por entero a la escritura.

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