Temporada de marchas

06/09/2013 - 12:00 am

La calle es el espacio por excelencia para hacer política. Es el punto de encuentro de los hombres comunes y corrientes, los ciudadanos de a pie, lejos de los Palacios y oficinas burocráticas. La política de la calle no es la de los tomadores de decisiones, ni la de los lobbistas o influyentes. Pero aún ellos, los influyentes y los hombres de palacio, cuando quieren hacerse visibles toman la calle. No hay político que se precie de serlo que no haya realizado una marcha, mitin o plantón, aunque sea para darse un baño de pueblo o buscar una foto, de preferencia en primera plana.

La política callejera ha estado en los momentos estelares de la historia reciente de este país. Más aún, lo que somos lo construimos en la calle. Los sindicatos, las autonomía universitaria, la democracia, la participación ciudadana en seguridad, entre muchas otras cosas se construyeron en grandes movimientos que tomaron las calles: en 58 los maestros, los ferrocarrileros y los médicos; en el 68 los estudiantes; en el 88 la lucha por la democracia; en 2008 la marcha contra la inseguridad, etcétera.

No debe extrañarnos, pues, que un momento de cambios profundos y de debate por el futuro de la nación la calle sea, otra vez, el espacio privilegiado de la política. Por el contrario, si algo es seguro es que lo que estamos viendo de los maestros, principalmente en la Ciudad de México, pero de manera paralela también en 22 ciudades del país; la marcha encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas en torno la reforma en Pemex; la marcha que hará Andrés Manuel López Obrador por el mismo tema, no solo era esperable, casi diría que deseable. La política en la calle es y ha sido el contrapeso de los la decisiones cupulares y los acuerdos de palacio. A fin de cuentas es en los espacios formales donde deberán tomarse las decisiones, como pasó son los maestros, pero es evidente que las marchas tuvieron un efecto sobre matices muy importantes y que los legisladores no hubieran visto si no se hacen visibles los maestros en la calle, más allá de si simpatizamos o no con la Coordinadora y sus métodos.

Es inevitable que las marchas tengan un efecto negativo sobre la vida cotidiana cientos de miles, quizás millones de habitantes, de la ciudad de México y algunas otras capitales, porque es justamente la irrupción en el espacio público es lo que hace visibles a estos sectores. Lo que resulta increíble, por no decir, patético, es que sabiendo lo que está en juego en el país, sabiendo que las reformas son terriblemente controversiales y que en muchos temas estamos lejísimos de tener un consenso, no se haya aún previsto una forma de ordenar y negociar la expresión callejera para afectar, lo menos posible la vida cotidiana.

La temporada de marchas a penas comienza y durará al menos los 120 días que dijo Peña Nieto.

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