Carlos A. Pérez Ricart
06/07/2023 - 12:05 am
¿Sandra Cuevas a seguridad pública?
“Cuevas no tiene propuestas políticas identificables”.
Sandra Cuevas ha hecho de la política una exhibición de su frivolidad. Cada mensaje de Twitter, cada video de tik tok y cada declaración en televisión es una muestra del entendimiento que tiene la alcaldesa de Cuauhtémoc de la política: un juego que amalgama sus trivialidades más exiguas; un juguete para socavar el “superyo” frente al “ello”; una posibilidad de superar su evidente superficialidad.
Lo que importa en el reino de Cuevas —lo que realmente le es fundamental— es ser la protagonista de una fábula medieval. Pero no nos equivoquemos, la alcaldesa de Cuauhtémoc es un síntoma, una tendencia global. Es una hija de nuestro tiempo. Su búsqueda por reflectores es proporcional a lo disforme de su práctica política.
Cuevas no tiene propuestas políticas identificables. Precisamente por eso hay que tomarla en serio. En la ambigüedad de su discurso está su fortaleza, su potencial para crecer. Su andamiaje intelectual —aquí soy laxo con el concepto, lo admito— tiene tres variantes, todas imbricadas.
Primero, una dimensión cristiana de manual. “De rodillas ante Dios y de pie ante el mundo”, se lee en su Twitter. “Solo Dios pone y quita reyes”, escribe en Tik Tok. No sabemos muy bien cómo se traducen esas referencias a Dios en el marco del ejercicio de su gobierno, pero sí nos permiten asomarnos a su limitadísima comprensión del mundo.
La segunda variante es performativa; va de su obcecación consigo misma. Las selfies, las demostraciones públicas de su vida privada, sus fotos en pijama junto al árbol de navidad. Todo es parte de lo mismo. Su pequeñez le hace manifestar su poder en cada oportunidad. Al llegar a la Alcaldía, hace ya dos largos años, no tuvo mejor idea que instalar una alfombra roja por donde desfilar. Aquella tarde, la combinación de fuegos pirotécnicos y una mala canción de José José provocaron la muerte de cientos de mariposas blancas que liberó en su acto inaugural. A pesar de la premonición, la sonrisa no se le quitó ni un segundo. Meses después, en el festejo del Día Internacional de la Mujer —que, por supuesto, convirtió en su festividad, y solo suya— no volaron mariposas, sino pelotas con billetes de quinientos pesos.
La tercera dimensión de su discurso es la más preocupante: su posición frente al “orden” y la “pulcritud”. Esta es la variante que domina su narrativa en las últimas semanas. Cada mañana, durante el despliegue del Operativo Diamante (vaya nombre), la alcaldesa de Cuauhtémoc se sube a una cuatrimoto con uniforme de una policía que no existe (en la CDMX la función policial está a cargo del gobierno central) y comienza a dar órdenes a mansalva. Ordena, manda, levanta la manita. Es feliz.
Como una mala mezcla de Atila y Calígula, Cuevas arrasa con todo lo que ve: destruye puestos ambulantes, retira indigentes de las calles, patea mesas y bancas de jardineras. Su fuerza reside en la improvisación de sus órdenes. De dudosa legalidad, el Operativo Diamante ensalza lo peor del populismo punitivo, la estrategia política que descalifica explicaciones estructurales sobre la precariedad y, en cambio, defiende la “tolerancia cero” como axioma. Basta ver los videos que se ufana en presumir en redes. Adora a Bukele. Y sonríe al reconocerlo.
En el reino de Cuevas, la política de “cero tolerancia” funciona para todos, menos para ella. La alcaldesa puede agredir policías, alterar las placas de sus automóviles, extorsionar ambulantes, defender presuntos agresores sexuales, utilizar sus oficinas para producir propaganda contra la jefa de gobierno y condicionar programas sociales a los más pobres de su alcaldía. Todo con impunidad. El contrapunto no podría ser más obvio: en la Alcaldía Cuauhtémoc se castiga al vendedor de jugos o al periodiquero que no rotula sus puestos según la estética preferida de la alcaldesa.
Cuevas encarna la regresión autoritaria de una ciudad que hace mucho decidió apostar por un modelo de libertades. Su periodo al frente de la alcaldía acabará el año que viene, pero hoy Cuevas amenaza con dirigir la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México tras un potencial triunfo de la alianza opositora en 2024. Su aspiración la dio a conocer el mes pasado en un video en la que se mira a la alcaldesa practicando tiros de precisión con arma de fuego. El video lo acompaña con una fotografía en la que posa sonriente con la silueta de un monigote baleado.
Ya veremos que trae el futuro y si sus aliados en el PRI y en el PAN —que hoy miran como si nada pasara a su alrededor— le cumplen el fetiche de dirigir a la mayor corporación de América Latina. Ahí sí, Sandra Cuevas, de verdad, podrá hacer del poder una mayor exhibición de su frivolidad. Al frente de la policía capitalina, su paso por la Alcaldía habrá parecido un juego de niños, una inocente fábula, un simpático ensayo. Avisados estamos.
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