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Tomás Calvillo Unna

06/07/2016 - 12:00 am

Y el amigo sabía de qué hablaba…

Se pretende imponer un sistema homogéneo, es decir la hegemonía de un discurso de la mega metrópoli de la Ciudad de México que responde a una limitada visión de lo que se considera la competitividad curricular en la globalización. Otra vez la miopía centralista que denota un alto grado de insensibilidad e incluso de desinformación sobre la vida de las comunidades.

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00Hace más de dos años, un buen amigo político el que ha experimentado las subidas y bajadas de una carrera de resistencia, me comentó: “…la Reforma Educativa como se piensa hacer e implementar es un grave error y va a provocar un levantamiento social…”.

Se pretende imponer un sistema homogéneo, es decir la hegemonía de un discurso de la mega metrópoli de la Ciudad de México que responde a una limitada visión de lo que se considera la competitividad curricular en la globalización. Otra vez la miopía centralista que denota un alto grado de insensibilidad e incluso de desinformación sobre la vida de las comunidades.

Se ignora que el estado tenía un pacto para bien o para mal con el magisterio del país. De Jongitud a Elba Esther y después el vacío, la herencia de la corrupción no fue remplazada ni suprimida. La interlocución se perdió y sin proyecto educativo cada quien se pertrechó para defender lo suyo.

Se olvidó la porosidad social del quehacer educativo que lo convierte en un tema fundamental que está en cada rincón del país. Todo ello se ignoró, se hizo tabla rasa, se rompieron acuerdos tácitos políticos y se menospreció a miles de maestros y maestras. Se le comenzó a señalar como lastres de los cambios que requiere el país, se les dejo de escuchar, se les vio como el problema mismo.

No se tomaron en cuenta tradiciones culturales diferentes, condiciones laborales diversas, y aún menos la atmósfera de incertidumbre y vulnerabilidad que las nuevas tecnologías de información y comunicación provocan en las comunidades y sus circuitos educativos.

A todo ello se suma el descrédito de los gobiernos locales y un discurso centralista de tono autoritario que se apropia del tiempo escolar mismo y como un gran reloj “checador” comienza a sancionar la cotidianidad de miles.

La educación pública es vital y hay que entenderla como se experimenta en todo el territorio del país. En esta era de globalización, no es cosa menor y obliga a actuar sin precipitación.

Aunque es común, no deja de ser absurdo que esté atada a tiempos electorales, cuando debía de proponerse como una tarea de larga duración donde tradición y cambio deben encontrar su dinámica y balance. ¿Cuál es la prisa?

Si algo se ha debilitado en la república es el concepto de autoridad, y pretender que ésta tiene que mostrarse como la expresión del ejercicio del poder, y de quien lo tiene, recuerda los más tristes episodios de la educación, cuando ésta promovió el temor, el miedo en una pedagogía cargada de amenazas, castigos y expulsiones.

Parece que no nos hemos liberado de esa equivocada costumbre.

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