La historia del Chapito

06/07/2012 - 12:03 am

Juro por mi vida que esta historia es verdadera, y lo juro sobre el libro más gordo que hay en mi casa, Fortunata y Jacinta, que no contiene absolutamente ningún pasaje de los fariseos ni existe el cantar de los cantares, con todo respeto a la referencia bíblica, de la cual no poseo ejemplar alguno.

Pues sucede que fui a La Paz, Baja California Sur. Pueblo mágico. Me habían hablado cantidad de veces sobre este lugar pero no les creía cuando me contaban que era brutalmente hermoso.

Playas de aguas color turquesa, verde claro y azul cielo, totalmente transparentes. Campechanas palapas y casas de playa de madera a lo largo de las innumerables bahías, playas cuasi vírgenes.

Cielos despejados, mezcla de desierto y oasis. Y la comida. Bueno… ¡Qué puedo decir! Un agasajo gastronómico. Un malecón pintoresco y una actitud de los locales realmente acogedora. Eso sí, su fama de lentitud tiene algo de cierto, pero se compensa con la simpatía y con que en verdad, en ese lugar, el tiempo se detiene.

El motivo del viaje era que había sido yo elegida por razones inexplicables para firmar como testigo en la boda civil de una amiga, que había tenido la afortunada ocurrencia de enamorarse de un paceño que es más bueno que el pan. Esta amiga, casi mi hermana, quien a su vez ha sido testigo no de mi boda, pero si de interminables aventuras.

La verdad iba muy emocionada, con IFE en mano y manicure listo para la fotografía de la firma del acta matrimonial. Se agradece al señor juez que no se leyó la epístola de Melchor; mi amiga decidió leer su propia versión de su historia de amor. Tenía cierto toque triple X, pero estuvo divertidísima, sincera y conmovedora.

Creí que jamás me pedirían un favor de ese calibre, y ni me tomé la molestia de leer los recién adquiridos compromisos de un compadre, comadre en mi caso, pero no creo que requiera más que aparecer en el momento oportuno con un par de ballenas, como le llaman los paceños a la cerveza. No sé si me habré apuntado a algo más, pero la verdad no me importa. Eché la poderosa en varias actas y cantamos y bailamos banda toda la noche.

Previo al día de la boda, decidimos darnos una escapada a la playa del Tecolote, que porque en la playa de Balandra no se servían chelas, y eso definió el destino playero, ¿o fue al revés? Es que esto de las historias ficticias lo confunden a uno… Daba igual, las dos son un paraíso. Ahí estábamos las madrinas, en sendos atuendos de playa, con piel color de oficinista, sin ofensas, y con una cubeta de helodias, hablando de política y de amores, poniéndonos al corriente de las vidas tan diferentes que llevamos.

El joven que nos instaló la sombrilla (porque mis dos amigas no quisieron palapa), y al cual llamaremos “Fulanito”, rechonchito, dorado por el sol, nos traía de bajada con ingeniosos chascarrillos paceños. Y fue él quien nos relató esta historia de ciencia ficción.

Todo empezó con la inocente pregunta de que si era cierto que había ahí plantíos de mariguana legalizados. Nos dijo que no, que el G20 había arrasado con todo y que por esos rumbos no circulaba ni un porrito sin papeles.

“Nooo, si yo les contara”, nos decía. “Hace quince días vino “El Chapo”, aquí, al restauran de playa. Yo merito lo vi. Y les digo una cosa, los helicópteros de la PFP estaban aquí sobrevolando para protegerlo y cuidarlo”.

“Pero, ¿cómo es posible?”, preguntábamos dizque ingenuas y sorprendidas.

“No mijas, pues así es la cosa. Y si quieren algo más, “El Chapito”, ese que todos dicen que no es, sí es. Lo que pasa es que ellos –el narco– tienen más dinero que el gobierno y le cambiaron todos los papeles para decir que no es”.

Ya algo no nos cuadraba. ¿Qué sentido tenía la ridiculización de la CIA, DEA, Mossad, PGR, Felipe Calderón y un sinnúmero de personas?

“No, es que sí es. De veras”, afirmaba. “Yo mismo lo reconocí, aquí comió varias veces con su apá. Yo los vi bien. Los atendí y todo. Vienen seguido”.

Y nuestro amigo Fulanito se sentó ahí al rayo del sol, mientras nos pegábamos la ardida de la vida (reconozco que en las fotos de la ceremonia todos me tomaron por una gringa en Acapulco, color rojo camarón), elucubrando la historia entre todos, con base en tres razones que lanzó nuestro recién adquirido amigo. 

Razón de Fulanito Número Uno: El narco controla todo. Absolutamente todo. Sin el narco, la gente de ahí no tiene trabajo. El Estado es incapaz de proveerles sustento. Controla también los ferries de La Paz, puertos, aeropuertos, policías y negocios locales. Pero los tratan bien, digo, van al restaurante a comer y les dejan sus propelas.

Razón de Fulanito Número Dos: “El Chapito” era, en efecto, el susodicho detenido, osease que todo fue un montaje coludido por los medios, el gobierno y financiado por el narco, para protección del propio e inocente “Chapito”. O sea lo iban a llevar a un spa de lujo en lo que terminaba el gobierno en turno y luego lo soltaban, si a eso se le puede llamar detención, claro está.

Él lo vio en la foto y lo reconoció. Digo, si él le llevó unos callos de hacha EN PERSONA, estaba más que seguro.

Razón de Fulanito Número Tres: Nos lo juró por la Santísima.

Bueno, pues quedamos convencidas, ya con el néctar de la levadura de cebada corriendo por nuestras venas, que quizá podría caber este cuento en la vida real.

Total, esto de la política es un circo y si el montaje de las autoridades federales y los medios en el caso Florance Cassez es cierto, yo no veo por qué no tener la decencia de darle un mínimo de credibilidad a nuestro querido Fulanito.

Si Robert Louis Stevenson dijo que las mentiras más crueles son dichas en silencio, a grito pelado Fulanito nos soltó una gran verdad.

 

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com

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