Primer Round. Escrache y Tartalaris

06/05/2013 - 12:00 am

De la serie “Ciudadanos vs. La Impunidad”

¡Zaz! ¡Traz! ¡Cuaz! La resistencia es cultura. En la aventura democrática se transmite como un folclore sin tierra, plural y en movimiento: marchas y brigadeos, casuelazos y bloqueos, boicot; rebautizo de calles y monumentos, performances, intervenciones, tomas simbólicas, levantamiento de plumas, premios satíricos, pintas y pegas, okupas, etc, etc…

El Escrache nació en Argentina como método de protesta ideado por la agrupación HIJOS. Tiene su equivalente con las Funas en Chile y el Roche en Perú. Sus fundadores lo definen como una forma de participación social en contextos de impunidad, cuando no se puede castigar judicialmente a personas que cometieron delitos de lesa humanidad.

La dinámica consiste en que un grupo de ciudadanos se organizan para ir a casa de políticos, para interceptarlos en su trayecto cotidiano o en los lugares que frecuentan. Una vez ahí, los denuncian por alguna responsabilidad no asumida en el ejercicio de su cargo.

En España se ha utilizado recientemente por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que lo usa para señalar públicamente a los responsables de una decisión impopular, pero especialmente a los banqueros, que no rinden cuentas a nadie. Sus promotores consideran que permite a las “víctimas” dejar de serlo, para convertirse en sujetos proactivos en busca de justicia.

El Escrache es por principio una forma de protesta pacífica. Sin embargo, no por eso tiene que ser educado, pues la idea es incomodar al objetivo. Se justifica cuando hay una vulneración sistemática de los derechos y las vías institucionales permanecen bloqueadas. Si a los gobernantes, directivos empresariales o altos cargos no les afecta personalmente tomar decisiones que repercuten poderosamente en lo colectivo, el Escrache eleva los costos y recuerda responsabilidades.

Algunos de los detractores del Escrache alegan que es una modalidad del acoso. Si bien no es un delito, “violenta la convivencia social”. Consideran que es una técnica de régimen autoritario, porque marca, señala y denigra.

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Norberto Bobbio afirmaba que el poder de las democracias representativas se detiene en las puertas de la fábrica. Es paradójico que aún con democracia política no podamos decidir sobre muchos de los aspectos de nuestra vida, porque hay poderes reales que definen nuestra situación por encima de los gobiernos.

El principal obstáculo de la vida en verdadera democracia son las oligarquías económicas.

Hay que establecer un nuevo arreglo con ellas para tener paz. La vía para hacerlo puede ser impulsada con pulmón democrático para que no devenga el terror. Sin embargo, las oligarquías económicas no suelen moderarse con argumentos y se persuaden de la necesidad de cambio hasta que se les limita con el lenguaje de la fuerza.

Si un grupo de ciudadanos puede sentar a sus políticos para discutir, pedir cuentas, transmitir peticiones o tratar un tema reelevante, eso es importante. Pero hablaremos de una revolución democrática el día que podamos obligar a banqueros, ejecutivos de transnacionales o dueños de monopolios a escucharnos cuando afectan el interés público y las instituciones de justicia se ponen de su lado.

Cuando el tema es penal, lo deben resolver las instancias correspondientes. Pero si la justicia no llega, habrá que poner manos a la obra.

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Los “Tartalaris” son un grupo de activistas del colectivo Mugitu (muevete) que dieron tres tartazos en octubre de 2011 a la presidenta del Gobierno de Navarra, Yolanda Barcina, en el marco del 29º Consejo Plenario de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, en Toulouse.  Aquí el video:

Mugitu se opone al TAV -Tren de Alta Velocidad- de Navarra. Argumentan que el TAV es un ejemplo de infraestructura destructora, inútil y despilfarradora en un contexto de crisis generalizado. En sus declaraciones señala que es un servicio diseñado para la clase dominante, porque solo será útil al 1% de las personas, frente al 99% de la población de a pie.

Tras el percance de Toulouse, Barcina inició un proceso judicial contra los Tartalaris. Se les pretende imputar de 4 a 9 años de cárcel por “atentado grave contra la autoridad”. Es una petición desproporcionada que remite al sistema judicial heredado del franquismo: se busca establecer duras condenas para los pioneros, de manera que la aplicación de castigos ejemplares desmoralice a los posibles agentes replicantes.

A pesar del cariz bufo de su protesta, Los Tartalaris van un gran paso más allá del Escrache en su denuncia, entrando al peligroso terreno físico.

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Ambas formas de protesta remiten a temas de fondo: la sutil frontera entre vida privada y pública; la responsabilidad que conlleva ejercer un cargo que repercute directamente en lo colectivo o la discusión sobre los límites de la libertad de expresión.

Por mi parte creo que ver a Carstens con pastel en toda la cara sería la corona sobre la corona de mi felicidad, además de un mega monumento cósmico al kish. Arte puro, pues.

Respecto a los que hay que escrachear, la lista en México es interminable: Zedillo por Acteal, Horcasitas por ABC, Calderón por su Guerra Inútil, Ulises Ruiz por represor; Emilio Azcárraga por la deliberada enajenación y desinformación del país con Televisa, Salinas Pliego por eso -pero más barato- y por endeudar a tantos mexicanos por generaciones –lucrando con interés sobre interés–; a Jorge Vergara, Hank Rhon, “don Maseco”, Slim… por ser explotadores de la más baja ralea… así a muchos. Pero en la cúspide del top yo postulo a nuestro querido favorito: EPN. Un día comiendo en un restaurante fuera de México, paseando por un parque o en algún evento público… alguien te dirá de frente lo que mereces por ATENCO, que no se nos olvida.

César Alan Ruiz Galicia
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