Volver a salir con alguien, oootra vez…

06/04/2012 - 12:01 am

La ruptura es dolorosa. Un par de meses. La eventualidad es que o te quedas de ermitaño o llega el tiempo de rehacer la vida, bañarse, ponerse coquet@ y aceptar alguna invitación a salir. Otra vez volver a comenzar. Justo cuando juraste que estabas hart@ de las relaciones que implicaran más de 24 horas.

Algún día vi un capítulo de la serie Sex and The City donde una de las protagonistas, Charlotte, es una mujer que se podría decir que “nació con velo de novia”. Aunque he de aclarar que las mujeres me parecen inclasificables. Tanto como los hombres. Charlotte acababa de romper con su segundo o tercer novio después de haber estado casada. Empecinada y angustiada, recurre a una librería y se dirige avergonzada a la sección de auto ayuda. Elige cuatro libros, uno de ellos llamado Starting over, yet again. Un título que aplica para todo.

En fin, el punto del texto, y disculpen el preámbulo es que el sentido de volver a salir con alguien, otra vez, es un viaje muy curioso.

He observado que las personas que llevan tiempo separadas, divorciadas o sin pareja, son más propensas de alguna manera a buscar pareja. Pasaron el luto. Cruzaron la frontera México-Estados Unidos con penurias. Sin agua, a punto de del desmayo, pero lo lograron.

Los que recién terminan, aunque quieran, no están listos para una relación. Digo, si acaban de salir de una por algo será, es decir, NO QUIEREN OTRA RELACIÓN: quieren algo más casual, sin compromisos y a corto plazo.

Pero el ser humano tiende a salir, coquetear, tomar un par de tragos, y empezar de nuevo. Es divertido observar(se) en una nueva relación, aunque esta sea temporal.

De pronto te enfrentas a una serie de costumbres, hábitos y actitudes diferentes a las que estabas acostumbrad@.

¿Cómo pasar por las sorpresas que trae una nueva relación? Es decir, después del primer par de citas.

Encontramos que en gustos se rompen géneros y tu nuevo galán tiene una afición particular por camisas de un color chillante. Aquí a callar, como diría mi abuela.

O es toda una nueva forma de relacionarse. Quizá salgas con alguien al que no le puedes aplicar exactamente el mismo tipo de salidas de telenovela a las cuales estabas acostumbrad@, como un “déjame, me voy” (tono La Gaviota, sin ánimo de ofender). Con alguien que exige más explicaciones coherentes y elaboradas.

O te quedas en su casa y de repente no te gusta ni el olor ni el color de las sábanas y te despiertas con una respiración extraña al lado. Y quieres correr, pero te enseñaron que mínimo hay que avisar, o inventarse una junta a las 8 a.m. Si es domingo, una entrega. ¿De qué? No sé, pero una entrega siempre funciona. Te evitas el desayuno, la conversación incómoda, el que se te haya olvidado el nombre. Simplemente se dan las gracias, un “nos llamamos” que no comprometa a nadie y sales pitando como microbusero.

O de pronto te encuentras con la sorpresa que dormiste a la perfección y que puedes prepararte hasta un café y leer los periódicos del día. Caso raro, según mis estadísticas.

O tienen humor diferente. Y no lo digo por el olor que atrae a los mosquitos. Simplemente sus chistes ni siquiera los captas. O tú le pareces un amargado de la vida, cínico y sin gracia.

O resulta que es un@ fanátic@ del futbol, el rugby o la Fórmula 1. Y tú no tienes ni la más remota idea de que podría ser tan fantástico como para ver por horas a unos locos conduciendo a más de 250 kilómetros por hora en las pistas de Dubai.

La otra es que tu nueva pareja temporal sufre de insomnios, y en una avanzada etapa de la “relación”, no hay nada más desgastante que ser despertado por un insomnio que no sea el propio.

Quizás tu nueva pareja sea un entusiasta de la comida cruda, y tú eres de los niños que en las fiestas infantiles no podías comer salchichitas con limón y jugo Maggi. Unos vegetarianos pues.

O le gustan las canciones de Thalía y canta a voz en grito y tú eres la persona más penosa del universo.

O tiene un gato, y eres alérgico a ellos.

Cada relación tiene estos pequeños detalles, a veces ridículos, a veces importantes. Generalmente intrascendentes.

En fin, empezar de nuevo, otra vez, es inflar pompas de jabón mágicas e inseguras donde poco a poco construyes un espacio en el tiempo.

Por naturaleza, las burbujas están predestinadas a romperse. El jabón acaba embarrando todo; o puede quedarse como burbuja completa, subir al cielo y perderse en la atmósfera. Ninguna opción tiene una mala lectura.

Podemos inflar varias burbujas a la vez (o relaciones) y pincharlas cuando descubras que el galán en turno tiene un muerto en la cocina. O que tú tienes una rata en el cajón.

Sin embargo, el empezar de nuevo, otra vez, consiste en el  día a día de la vida. O de temporada en temporada. Volver a revisar el contrato de pareja, hacer ajustes, ofertas, demandas y con base en la posibilidad de seguir el acuerdo amoroso, sexual o qué se yo,  romperlo o no.

Considero, sin embargo, que estemos donde estemos parados -o acostados en el mejor de los casos-, hay que tener alerta sísmica, esa bandera roja que significa que hay que reventar la burbuja cuanto antes.

No hay libros para volver a empezar. No por menospreciar la existencia de estos en la sección de autoayuda. Por supuesto que hay charlatanes que te dicen cómo y ganan miles de pesos con eso.

Pero no hay nada como realmente hacerlo.

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