Ciudad de México, 6 de marzo (Sin Embargo).- El libro Ni vivos ni muertos le valió al periodista italiano radicado en México Federico Mastrogiovanni el Premio Pen Club y a determinar, entre otras cosas, tal como dijo en el discurso de aceptación del galardón que nuestro país “es la tumba de los derechos humanos”.
Para el profesional, las desapariciones forzadas en México constituyen una estrategia de terror que, lamentablemente, se replica en casi todo el mundo.
Su investigación es fruto de un intenso trabajo de campo iniciado en 2011 y por medio del cual llevó a cabo entrevistas con familiares de desaparecidos, politólogos, historiadores, activistas, funcionarios públicos y víctimas de desaparición.
Federico Mastrogiovanni rastrea la genealogía de la desaparición forzada, remontándose a los ‘70, cuando se llevó a cabo la desaparición forzada del luchador social guerrerense Rosendo Radilla Pacheco, en el contexto de la llamada “Guerra sucia”.
Acontecida el 25 de agosto de 1974, la desaparición forzada del señor Radilla Pacheco fue denunciada públicamente por la familia en el momento de sucedidos los hechos y posteriormente ante las instancias de procuración de justicia nacionales.
Fue parte de la investigación realizada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos la cual concluyó en un Informe Especial publicado en el 2001 con la recomendación 26/2001 e igualmente fue una de las averiguaciones previas investigadas por la Fiscalía Especial creada en la transición democrática con el fin –no alcanzado– de aclarar los crímenes del pasado.
Dicha fiscalía fue cerrada de forma inesperada el 30 de noviembre de 2006. Actualmente las investigaciones radican en la Coordinación General de Investigación dependiente de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delitos Federales de la Procuraduría General de la República.
La línea histórica de Mastrogiovanni llega hasta nuestros días, con casos como el de Alan Cerón, un joven desaparecido en Cuernavaca. O el de Melchor Flores, conocido como el Vaquero Galáctico, desaparecido por policías en Monterrey. O la historia dramática de Nepomuceno Moreno, quien luchaba en búsqueda de justicia para su hijo y acabó muerto a balazos.
Para el periodista, la desaparición forzada no es un acontecimiento casual, sino que constituye una verdadera estrategia de terror que es funcional al Estado, al crimen organizado y al poder económico.
Para Mastrogiovanni, la situación aquí es peor que en la Alemania de Hitler, cuando se implementó el plan de exterminio llamado “Noche y Niebla”.
Un análisis que refrenda, amplía y profundiza en una larga entrevista con SinEmbargo.
–Siempre hay noticias nuevas en torno a los desaparecidos en México, menos que aparezcan
–Creo que es la misma represión y por parte del Estado una respuesta muy irresponsable, por lo menos. Frente a las graves violaciones que se han dado y que finalmente se han sacado a la luz, es decir, las desapariciones forzadas, seguir respondiendo con violencia y autoritarismo, me parece que es la respuesta más equivocada que se pueda dar. La impunidad sigue vigente, nadie quiere hacerse cargo de esta violencia. El descontento y la protesta aumentarán, no se callarán.
–¿Es realmente México la tumba de los derechos humanos?
–Es un poco la demostración de que en una democracia se pueden dar graves violaciones a los derechos humanos. Las elecciones no garantizan los derechos humanos. Soy italiano, estamos acostumbrados a hablar de otros países que en apariencia no reflejan nuestro modelo democrático y sin embargo nos cuesta ver lo que pasa dentro de nuestros propios países. La represión que hubo en Génova en el 2001 durante la cumbre del G8 también fue una tumba de los derechos humanos. Aquí eso es sistemático. Es grotesco ver cómo el gobierno mexicano responde a una declaración del Papa Francisco, cuando en realidad si vives en México efectivamente no quieres que se “mexicanice” Argentina ni ningún otro lugar del mundo.
–¿Crees que al gobierno de Enrique Peña Nieto no le interesan los derechos humanos?
–Creo que la represión es su herramienta. Al mismo tiempo creo que se sienten tan fuertes que obran como si no les importara. Después de Tlatlaya y Ayotzinapa, se han sentido desafiados. Pero no es un desafío, sino una grave violación de los derechos humanos.
–Desaparecieron y asesinaron a 43 porque podían hacerlo
–Actuaron como en otras oportunidades. Hubo una diferencia en la reacción por parte de la población. Pero muchas veces ha pasado esto y no pasó nada después.
–¿Por qué la reacción fue distinta?
–No estoy seguro, pero me hice la idea de que es por el número de personas desaparecidas de esa forma, por su juventud, porque eran campesinos pobres y jodidos como ellos mismos dicen. Eran jóvenes, muy jóvenes, a quienes no podrían calificar de criminales. No eran sicarios, no eran narcos. Eran “chancludos”, como dicen. No les funcionó el tema de la criminalización.
–¿Cómo explicas al mundo, a tu gente en Italia, un caso como este?
–De hecho fui en diciembre a presentar a Italia el libro y no les había llegado el nivel de gravedad de lo que está pasando. No se lo creen. Es muy difícil creerlo. Hay que pensar que con la entrada de Peña Nieto al poder se vendió muy bien la idea de un México estable y floreciente. Gente que se interesa por lo que pasa en el resto del mundo, te dice: Pero he leído que les va muy bien…
–¿A qué obedece el impacto de tu libro Ni vivos ni muertos?
–Lo que pasó con el libro y con el documental que hicimos con Luis Ramírez, es que no teníamos intención de hacerlos. Sólo nos dimos cuenta de que no se estaba hablando del tema. Vimos el hoyo de información y que lo podíamos llenar. Teníamos el tiempo y algunos recursos. Con el libro, además, quise explicar algo, para lo cual me sirvieron mi formación de sociólogo por un lado y el acceso a testimonios de gente que trabaja dentro de empresas trasnacionales de energética, por el otro. La forma del libro es “pasoliniana”, cuando decía: lo sé, pero no tengo las pruebas, pero puedo con la información que tengo establecer algunas hipótesis y ver si se desmienten.
–Al parecer fue una de esas hipótesis la que causó su asesinato, aún no esclarecido, hace ya 40 años…
–Sí. Tenía tanta razón que lo mataron. Yo fui un periodista, como tantos otros, que siguió la agenda que te daba Felipe Calderón durante la Guerra del Narco. Pero hay hoyos y esos hoyos son las desapariciones forzadas.
–¿Todas las desapariciones forzadas son responsabilidad del Estado?
–En el libro cuento el caso de la delegada de la PGR de Coahuila, Claudia González (detenida en 2012 por proteger a los Zetas), de quien se descubrió lo ligada que estaba al crimen organizado. Llegué a esa información cuando esa persona ya estaba detenida y entonces me dicen las organizaciones, los obispados, etc., que ellos llevaban las informaciones de los desaparecidos a esa persona. Eso quiere decir que todas las desapariciones que lleguen a un despacho de un funcionario de alto nivel y lo ignore, se volverán forzadas. El Estado tiene toda la capacidad de evitar que esto pase. Los familiares y militantes tienen todas las pruebas, pero si van al Ministerio público los matan a ellos, eso es lo que te dicen.
–¿Nos gobiernan entonces personas malvadas e indolentes? ¿El Diablo ha bajado a la tierra?
–No creo en el Diablo pero creo en la maldad y me parece que hay gente extremadamente cínica a la que nada le importa y de esta gente está hecha nuestro gobierno. Esto es el caso que marcaba Hannah Arendt en torno a lo que ella llamaba “la banalidad del mal”. Como lo que hicieron los nazis. El mal construido también con pequeñas acciones del pueblo entero. La gente sabe de qué se trata. Sabe quién es un criminal y por una pequeña ventaja de 200 pesos en una tarjeta de Monex haces la vista gorda.
–No habrán faltado los que te dicen, ¿por qué no te vas a tu país a averiguar lo que pasa allá?
–Mi patria es el mundo entero y además soy periodista, los periodistas somos metiches. He crecido con el mito de Ryszard Kapuściński, que escribió sobre África, de Tiziano Terzani, que dedicó toda su vida a Asia…
–Si uno quiere entender algo de África acude a Ébano, de Ryszard Kapuściński…
–Exacto. Es nuestro trabajo.
–Algunos te compararán con Roberto Saviano, aunque tú no tienes que esconderte en México
–Tengo una opinión no muy positiva de Saviano. Compartimos la calva, la nacionalidad y la edad, pero nada más…
–¿Eres tan joven como Roberto? México te ha envejecido un poco…
–(risas) Sí, efectivamente. Eso demuestra entre otras cosas que no llevo la vida que él lleva. Él tuvo buenas ideas en Gomorra, pero no comparto la posición de Cero Cero Cero, porque sólo se enfoca en la cocaína y en los cárteles. Ellos son los malos y nosotros los buenos. Ese es el discurso de Felipe Calderón. Poner sólo el dedo en las drogas es irresponsable. Porque en este tema está metido el tema de la guerra por los recursos. El gas, el petróleo, están metidos y manejados por el crimen organizado en connivencia con la corrupción político. El Estado de Guerrero es riquísimo en oro, al igual que Michoacán. Las empresas internacionales no dejan de invertir ahí. ¿Por qué no se habla de esto? La gente que explota estos recursos hace negocios con el Estado y el Estado les garantiza el desplazamiento forzado de las comunidades.
–Está el tema de las armas que vienen de los Estados Unidos también…
–Venden muy bien la idea del bandido y la idea de los malos.
–¿Tienes miedo?
–Sí, si no tienes miedo eres un pendejo. ¿Pero qué voy a hacer?
–¿Y qué haces con el miedo?
–Nada. No se puede dejar de hacer el trabajo porque hay un riesgo. Claro que tienes miedo. No eres Supermán, pero tienes que hacer el trabajo que te corresponde. No es una misión. Cada quien tiene su visión del mundo. Mi visión y mi ética son laicas. Esta es mi contribución, mi participación política no tiene que ver con la protesta sino con lo que sé hacer. Un cura católico lo hace desde su lugar, yo lo hago desde mi responsabilidad ciudadana.
–¿Qué te trajo a México?
–Al principio una mujer, pero hace muchos años. La pregunta es qué me sacó de Italia. El berluconismo se carcomió el imaginario colectivo de Italia. Italia es un país paralizado. Es muy difícil para mi generación y la posterior poder hacer si tienes alguna idea. Ahora vas a Roma y ves gente que vive de su pasado. No se produce nada. Intelectualmente, Roma está muerta. No somos lo que fuimos. Roma es como la película de La gran belleza, de Paolo Sorrentino. Roma es sólo bella, pero no tiene nada más. La belleza sola es muy decadente e inútil.
–¿Cómo viviste el tema del Premio Pen?
–Me sorprendió mucho. No lo creía. Pensé que era una broma de mal gusto pues nunca gano nada. Lo más importante es que fue un premio a la necesidad de hablar de estas cosas.