La Unidad de Fiscalización del Instituto Federal Electoral (IFE) determinó el 21 de enero que si bien Enrique Peña Nieto distribuyó dinero con tarjetas de Monex en la campaña de 2012 (ordenó sumar como gasto de campaña 50 millones 8 mil pesos más), el PRI no utilizó recursos ilegales ni se excedió en gastos de campaña. Esto incendió a los partidos opositores, que se cuestionan cómo fue posible que el órgano no encontrara evidencias de recursos ilegales. Quizás la respuesta está en Monex, financiera que tiene una fuerte experiencia en el blanqueo de capitales, como sostienen documentos y expedientes en poder de SinEmbargo…
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Ciudad de México, 6 de feb (SinEmbargo).– La siguiente es palabra jurada del narcotraficante colombiano Mauricio Bernal Palacios y contenida en el oficio MX-08-179, emitido en 2008 por la embajada de Estados Unidos en México respecto a los movimientos del dinero ganado por inundar Madrid y Barcelona con cocaína colombiana:
“Las transferencias extranjeras fueron enviadas de varios bancos de España a Union Bank en California. La mayoría de las ganancias de las drogas fueron canalizadas a través de dos casas de cambio llamadas Intercam Casa de Cambio y Monex. Pablo [Lorenzo Ampudia, narcotraficante mexicano] tenía varias empresas que enviaban dinero a Intercam y Monex, aproximadamente 100 millones de dólares pasaron a través de estas casas de cambio en 2004”.
Este documento está contenido en el proceso seguido contra Guillermo Ocaña, un operador financiero de los Beltrán Leyva que utilizó particularmente Monex para blanquear capitales obtenidos en Europa por el cártel. SinEmbargo posee copia completa del expediente.
Estos son los datos que detallan cómo sí hubo lavado de dinero, cómo sí provenía del narco y cómo sí se utilizó –y se dejó utilizar– bastamente a Monex.
Otro aspecto más llama la atención. Intercam es una casa de cambio fundada y presidida por Luis Esteve de Murga, pariente político de Fernando Gómez Mont, Secretario de Gobernación de México en los tiempos en que los Beltrán Leyva convirtieron su empresa en un lavadero de dinero.
EL GRUPO COLOMBIANO
El primero de abril de 2008, la embajada estadounidense en México emitió un oficio relacionado con la operación de narcos en Colombia, México, España y Estados Unidos.
Este documento es especialmente importante, porque contiene la declaración del colombiano Mauricio Bernal Palacios una vez que fue extraditado a Estados Unidos.
Mauricio inició su negocio de drogas con dos paisanos suyos, Javier Arias Búfalo y Gino Maglioni, con quienes hizo base en la Ciudad de México en una asociación conocida como “El Grupo Colombiano”.
Javier Arias había garantizado el aprovisionamiento de la sustancia con un contacto suyo en Cali, Colombia, de nombre Carlos Bernal, persona sin relación alguna con Mauricio, mas que de los negocios internacionales que habrían de emprender. Carlos tenía la infraestructura necesaria para enviar lanchas rápidas a cualquier costa mexicana. Por el litoral atlántico llegarían cerca de la Península de Yucatán y, por el Pacífico, a un punto distante de tres kilómetros y medio entre las playas de Acapulco, Guerrero, y Huatulco, Oaxaca.
Carlos Bernal contaba con un socio mexicano que se encargaría del transporte de la coca del mar mexicano a la Ciudad de México con cargo de 20 por ciento pagado, siempre, en especie. En el Distrito Federal, el enervante regresaba a manos colombianas que Arias pagaba en efectivo.
En enero de 2001, Mauricio Bernal conoció a Francisco José Antón Pérez, blanqueador de capitales desde años atrás, en una fiesta de la Ciudad de México. Según las investigaciones, Mauricio lo puso al frente de la compra de Casa de Cambio Intercontinental a la que renombró como Ribadeo, quizá en referencia a un pueblo español así llamado en Galicia.
Bajo su anterior denominación, el grupo financiero contó con la colaboración de Rodolfo David Dávila Córdova, ex funcionario del Banco de México preso por ser presunto cerebro financiero del Cártel de Juárez. Con la nueva nomenclatura, Ribadeo, la firma lavaría al menos 236 millones de euros, unos 4 mil 200 millones de pesos.
Tiempo después, en enero de 2004, Pérez contactó a Mauricio Bernal, según éste, para presentarle a Pablo Lorenzo Ampudia Bernal, un traficante mexicano que aseguraba tener una ruta segura hacia España vía Barcelona.
–¿Tienes comprador en España? –preguntó Antón a Bernal en el encuentro.
–Tengo un conocido, pero tengo que consultar primero con él –respondió el colombiano.
La organización se compuso por Bernal, Ampudia, Pérez, Arias y Maglioni –al comienzo verdadero dueño del contacto español–. Elizondo no tenía que invertir dinero alguno para la compra de cocaína; su inversión era la transportación segura y su entrega en España. Una vez vendida ahí, las ganancias eran repartidas de esta manera: Ampudia y su grupo recibían la mitad y el resto era dividido en partes iguales por los verdaderos propietarios de la droga a precios de España, entonces de 19 mil euros por kilo.
En algún punto, Antón Pérez, quien era responsable de 2 millones de euros pertenecientes a Ampudia, informó a la organización que el dinero había sido perdido o robado en España. En octubre de 2004, otro transportista relacionado con Pérez fue detenido en el aeropuerto de Madrid mientras intentaba salir hacia México con 800 mil euros, también propiedad de Ampudia, quien empezaba a perder la paciencia.
A la vez, la policía española supo del nuevo repertorio de colombianos, mexicanos y españoles convirtiendo polvo en plata luego lavada a través de entidades financieras mexicanas. Es dicho del narcotraficante Mauricio Bernal y de cómo se movía su dinero:
“Las transferencias extranjeras fueron enviadas de varios bancos de España a Union Bank en California. La mayoría de las ganancias de las drogas fueron canalizadas a través de dos casas de cambio llamadas Intercam Casa de Cambio y Monex. Pablo (Lorenzo Ampudia, narcotraficante mexicano) tenía varias empresas que enviaban dinero a Intercam y Monex, aproximadamente 100 millones de dólares pasaron a través de estas casas de cambio en 2004”.
LA OPERACIÓN TACOS
Muchos de los detalles constan en un documento oficial español fechado el 31 de marzo de 2008 y suscrito por Jesús Espigares Mira, entonces agregado del ministerio del interior de la embajada de España en México.
El papel detallaba cuatro años de trabajo de la “Operación Tacos”, como los españoles llamaron el lío de euros, coca y mexicanos en su país.
En octubre de 2004, la policía española obtuvo información sobre una sospechosa operación bancaria efectuada por cinco mexicanos a través de Ribadeo Casa de Cambio.
La característica común de sus cuentas, todas abiertas en sucursales madrileñas, era por un lado el ingreso de importantes cantidades de efectivo en euros, destacando en todos los casos billetes falsos y, por el otro, el abandono de transferencias originadas en Barcelona desde cuentas tituladas por sociedades con carácter instrumental.
La investigación demostró que presentaban como denominador común su aparente vinculación al sector inmobiliario y que estaban bajo el control del mexicano Guillermo Francisco Ocaña Pradal y otros dos.
Ocaña –u Ocañita– era un rostro conocido. Fue conductor del programa televisivo de variedad “De boca en boca” y, años atrás, según la periodista Anabel Hernández en su libro Los señores del narco (Grijalbo Mondadori 2010), había representado a Alejandra Guzmán, Juan Gabriel, Tania Libertad, Menudo, Gloria Trevi, Ricardo Arjona, Timbiriche, Kairo, Laura León y Magneto.
El grupo de lavadores que operaba en Madrid utilizaba otro método para dar salida al efectivo recibido, la exportación física, no declarada o declarada con documentación falsa por el Aeropuerto Barajas. En esta modalidad participó Francisco José Antón, viejo amigo de Ocaña.
“Por lo que respecta a las sociedades radicadas en Barcelona y controladas por Guillermo Ocaña, se tiene comprobado que a través de las cuentas de dichas sociedades se han efectuado ingresos de efectivo con las mismas características antes dichas por importe superior a los 78 millones de euros, fondos que se hacían seguir luego mediante transferencias al exterior bajo el concepto de Inversión Inmobiliaria “Cartera Tarraco” cuyos beneficiarios eran en su mayoría tres casas de cambio radicadas en México: Monex Casa de Bolsa, Monex Divisa e Intercam Casa de Cambio.
“A la hora de contar con los testaferros, Guillermo Ocaña iba acompañado en ocasiones de un tal Javier Cruz (una fotocopia del pasaporte de Javier Jesús Cruz Muller apareció en el registro del domicilio de Ocaña), quien se presentaba como representante en España de Monex Casa de Bolsa”, detalló en su escrito el diplomático español.
Paralelamente, los investigadores españoles contaban con información proporcionada por la DEA respecto a la existencia de una organización criminal existente en su país, pero dirigida desde México por el colombiano Mauricio Bernal.
Las importantes sumas de dinero encendieron la alerta sobre la alta probabilidad de tráfico de cocaína.
La parte del negocio dedicada a la venta de coca estaba relacionada directamente con una sociedad catalana recién adquirida y renombrada como Marítima Istmo que, desde principios de 2004, había realizado más de 40 importaciones desde México por un peso bruto superior a las 173 toneladas, todas ellas con concepto de “manufacturas de caucho para protección en barcos y vehículos” y con destino el aeropuerto de Barcelona. El remitente siempre era el mismo, su matriz mexicana Hulera Marítima Istmo.
La policía española siguió un poco más el rastro y aseguró dos toneladas de cocaína oculta en defensas de caucho.
¿Qué pasó cuando las autoridades mexicanas acudieron al domicilio de Hulera Marítima Istmo en la colonia Crédito Constructor de la Delegación Benito Juárez?
Lo mismo que ocurrió el año pasado, recientemente, periodistas fueron a preguntar por las empresas que también habrían surtido a Monex para que el PRI operara la elección: nada. Ni en el primer ni en el segundo caso existían las sociedades. En el caso del lavado de dinero producto de la venta de cocaína existía en realidad el comercio “Grafitis, diseño y publicidad” y, en otro despacho, una sucursal de Nextel.
La misma situación se presentó con otras dos empresas utilizadas por los narcotraficantes, incluido un despacho jurídico. La única empresa que sí existió durante esa oleada de cateos Monex, cuyas oficinas de Hamburgo y Varsovia, en la Zona Rosa del Distrito Federal, fueran allanadas por la fuerza pública. En ese momento, mediados de la década pasada, los dueños de Monex, empresa acusada de lavar dinero para el narco, eran exactamente los mismos que hoy, señalados por la oposición de lavar dinero para el PRI.
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El 6 de marzo de 2005, las autoridades españolas ya sabían que la terminal aérea de Barcelona era uno de los puntos principales para la fuga de euros en efectivo. Esta parte de la operación, el movimiento de plata, declarada o no, era responsabilidad directa de los hermanos mexicanos Héctor Gerardo y José Arturo Ponce Medina, amigos desde hacía décadas de Guillermo Ocaña, y quienes andaban por el mundo presentándose como empresarios del cine.
Ese día, los operadores emplearon a tres mujeres de aspecto sofisticado para trasladar cinco millones y medio de euros que fueron confiscados. El efectivo pretendía ser exportado en un vuelo privado fletado por ellos y que había llegado a Barcelona tres días antes procedente de Chicago. Su itinerario era el Aeropuerto Gander, de Canadá, de donde seguiría a Los Ángeles, ciudad, apunta la investigación española, en que se encuentra una de las sucursales de Ribadeo. Y también de Monex.
El asunto generó alta tensión en el circuito de narcos, quienes mostraron los colmillos e impusieron a los transportadores del dinero la pérdida como una deuda, junto otras sumas aseguradas en el pasado.
Debían recuperar la plata por la vía legal y para contratar a un buen penalista comisionaron al principal publirrelacionista del grupo: Guillermo Ocaña. El conductor de televisión mantuvo diversas conversaciones con los responsables del efectivo en México. En resumen, se haría cargo de gestionar la recuperación de la plata, lo que trató directamente, según el gobierno ibérico, con Javier Jesús Cruz Muller, principal funcionario de Monex en España.
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El 5 de marzo de 2002, Adriana –un hombre que se convirtió en informante de la policía bajo ese nombre de mujer– dijo que trabajó para la organización dirigida por el mexicano Pablo Lorenzo Ampudia y el colombiano Ricardo Mauricio Bernal Palacios en la parte de transferir y transportar euros a México. Muchos euros.
Adriana tiene importancia en esta trama, porque, en 2002, conoció al hombre interesado en comprar la casa de cambio Intercontinental, José Francisco Antón Pérez. El negocio cambiaría su nombre a Ribadeo, y reorientaría su giro para ser, fundamentalmente, un lavadero de dinero.
Adriana se asoció con la compra del 10 por ciento de las acciones, equivalentes a 200 mil dólares y participó en la arquitectura del circuito de blanqueo de capitales.
–¿Cuánto me cobras por traer dinero de España a la Ciudad de México?– se interesó Ampudia en Adriana. Era septiembre de 2003.
–Entre ocho y 10 por ciento– e hizo ese mismo mes su primer viaje a Madrid, donde se hospedó en un hotel del elegante Paseo de la Castellana, y luego siguió a Barcelona, donde esperó instrucciones de Ampudia en el Hotel Prestige. Ahí fue contactado por otro hombre que lo citó en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, donde le entregó 2.6 millones de euros, unos 45 millones de pesos.
Adriana hiló los momentos de otros tres viajes, todos exitosos y concluidos con la entrega de maletas en la oficina de Francisco José Antón Pérez, quien a su vez lo daba a Pablo Ampudia, dueño “de tres propiedades en Las Brisas de Acapulco, una oficina en la calle Masaryk de Polanco, una casa en el Club de Golf de Interlomas, en Huixquilucan”.
Por conocer todos los detalles desde adentro es que Adriana resultaba confiable. Detalló cómo era físicamente Guillermo Ocaña y qué contactos embalaba para la organización. Dijo de él que era “gente” de un socio de Ampudia únicamente identificado en el expediente como El Tito, encargado de negociar el transporte de la droga de Colombia a México y “dueño –declaración de diciembre de 2005– de Finamex Casa de Cambio, ubicada en el Paseo de la Reforma, cerca de la Bolsa Mexicana de Valores”.
En octubre de 2003, Adriana volvió a España, esa vez acompañado de José Antón. Se reunieron con Ocaña, a quien el informante conocía desde mediados de los noventa, pues ambos ya operaban transferencias con Monex. Adriana dio detalles:
“Guillermo Ocaña Pradal fue quien armó la estructura para lavar dinero de Europa a México, desde hace aproximadamente dos años, creando empresas fantasmas en España; esta persona era representante de espectáculos de Televisa en España, con lo cual justificaba su presencia en dicha nación.
“Supe que el promotor de Ocaña en Monex era una persona de nombre Javier Cruz, quien le hacía sus transacciones de España a México con pleno conocimiento de que eran producto de actividades ilícitas”.
La segunda ocasión que se encontraron Adriana y Guillermo fue en el Distrito Federal, en la sede Ribadeo en un nuevo encuentro con Antón. Hablaron de las cuentas y la forma en que llegaría el dinero a México, pues en ese momento había problemas con Intercam y Monex.
INTERCAM
Adriana también declaró que Ampudia era el verdadero dueño del dinero perdido por los hermanos Ponce Medina en el aeropuerto de Barcelona, quien sí tenía interés en utilizar esas ganancias en proyectos cinematográficos y que, además, era el propietario de la sociedad anónima fantasma clave en este negocio, Hulera Marítima Istmo.
Algo más dijo Adriana: “Antón Pérez me dijo que trasladaron cocaína en amortiguadores de corcho de México a Barcelona, ya que Pablo Lorenzo Ampudia tenía sobornadas a todas las autoridades en México y su compadre era jefe de la Interpol España.
“Pablo Ampudia tiene aproximadamente tres o cuatro años llevando y vendiendo cocaína hacia España, obteniendo ganancias aproximadas de 40 millones de euros mensuales, mismos que son enviados a México a través de movimientos financieros, utilizando las casas de cambio Ribadeo e Intercam”.
Aquí es necesario abrir un paréntesis y brincar algunos años en el tiempo y algunos artículos en el código penal y hacer un momentáneo cambio de personajes.
El 9 de julio de 1992, Nicolás Caletri no era más que un ladrón con las únicas ventajas de su temeridad y ambición. Estaba a poco tiempo de iniciar su carrera como uno de los secuestradores más prolíficos del país.
Pero el 9 de julio de 1992, a las ocho y media de la noche, Caletri y otro delincuente de similar estirpe entraron a una enorme casa de Chimalistac, al sur de la Ciudad de México. María Teresa Gómez Mont vio venir a los extraños por el pasillo de su casa y apretó el brazo de su cuñado, Luis Esteve de Murga.
–¿Qué quieren?– preguntó al tiempo que los bandidos sacaron pistolas y los amagaron. Uno subió a Luis Esteve escaleras arriba y el otro ordenó a Teresa Gómez Mont llevarlo por las partes de la casa en que hubiera dinero y joyas.
Al poco tiempo llegó la madre de los Gómez Mont, quien quiso negarse a la apertura de la caja fuerte, pero, ante la determinación de los ladrones de matarla, María Teresa dio instrucciones de cómo hacerlo, según la sentencia penal dictada contra Caletri y de la cual SinEmbargo también posee copia.
“El monto de lo robado asciende aproximadamente a 6 millones de pesos”, declaró María Teresa Gómez Mont, política panista, como su hermano, el penalista Fernando Gómez Mont, quien titularía la Secretaría de Gobernación entre noviembre de 2008 y julio de 2010.
El familiar político de los Gómez Mont presente durante el asalto, Luis Esteve de Murga, es, según información oficial de la Asociación de Bancos de México, “fundador y vicepresidente corporativo de Intercam Casa de Bolsa (…), consejero de Intercam Casa de Bolsa, Consejero de Intercam Seguros y de Fianzas, Consejero de Intercam Derivados, Consejero de Intercam Fondos y vicepresidente de 1999 a 2007 –los años del lavado multimillonario de Ribadeo, Monex e Intercam– de la Asociación Mexicana de Casas de Cambio”.
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Intercam quedó envuelta en la Operación Tacos por su relación con dos aliados financieros, Casa de Bolsa 14 y la Casa de Bolsa Puebla, con la que Intercam trabajaba efectuando transacciones desde mucho tiempo hasta el descubrimiento de las irregularidades de la agencia con matriz en la capital poblana. Estallaba, también, la Operación Tacos. Intercam se desmarcó, pero no así Monex. “Ellos siguieron por mucho tiempo más”, cuenta un ejecutivo a quien, por petición suya y bajo el argumento de razones de seguridad, se le otorga el anonimato. Eran años en que los operadores de bolsa anhelaban tener en su tarjeta de presentación el emblema de Monex por la posibilidad, según la misma fuente, de concretar cualquier negocio con cualquier cliente.
“En México había éstas y muchas más que se estaban triangulando; en aquel entonces HSBC también abandonó el juego, aunque luego regresara y sufriera la multa ya conocida. Monex está embarrado hasta tres o cuatro años después de 2004, por lo menos. Y lo sabido es que los manejos con las empresas españolas fueron por 5 mil millones de dólares en de recursos transferidos triangulados, fraccionados y reintegrados.
“Bank of America también estaba hasta el cuello, pero en Estados Unidos nunca lo aceptarán, porque si ahí se encuentra un culpable por estas actividades no lo es sólo el individuo que ejecuta el ilícito, sino la empresa entera y hablaríamos de que City Bank o Bank of America, el que quieras, serían culpables de financiar hasta actividades terroristas y el cierre de uno grande es un enorme boquete a todo el sistema financiero. La solución es buscar culpables afuera”, sostiene la fuente de información.
Las empresas españolas que emitieron millones de euros a las casas de cambio mexicanas con destino al Bank of America fueron, al menos: Catalana; Deforast; Actividades Telemáticas 2000 SL; Vivila; Construcciones Exelegi, Gremio Gipuscuanos; Waldos; Vicisa, y Olarca.
Las sospechas surgieron por la constancias de grandes flujos de dinero cuando, en prácticamente todos los casos, no existía documentación de esas firmas, es decir, nada justificaba su existencia. Eran fantasmas. Algunas casas de cambio pasaron por alto esta condición y Monex, Casa de Cambio 14 y Casa de Cambio Puebla lo hicieron. Las dos últimas sufrieron la revocación de sus permisos tras el escándalo. Ambas eran senderos de dólares hacia Joaquín Guzmán Loera y, apenas el año pasado, logró que un juez ordenara el reinicio de operaciones, sólo para quedar evidenciada como parte del circuito de blanqueo de HSBC. Pero el protagonista del Monexgate quedaría y volverá a quedar, una vez más, intacto.
EL SPA
Si Antón pagó sus deudas es lo menos relevante, pues fue ejecutado en su casa, en un rico conjunto residencial de Huixquilucan, Estado de México.
Ocaña negó los cargos de blanqueo, pero igualmente fue condenado por lavado de dinero. Reconoció su amistad con Javier Jesús Cruz Muller, empleado del más alto nivel para Casa de Cambio Monex en España, a quien desde tiempo atrás comprara divisas para el pago de artistas.
Y esto, su vida en la farándula, es algo de lo que nunca se desprendió Guillermo Ocaña. Por eso las autoridades tienen certeza de que la cocaína colombiana y el dinero español eran asunto de un viejo conocido, Héctor Beltrán Leyva “El H”, líder vigente hasta hoy del cártel que lleva sus apellidos.
Una de las claves la dio otro testigo protegido, a quien se asignó el nombre de Julio. Este hombre conoce a los Beltrán Leyva desde los tiempos en que eran simples muchachos ambiciosos junto con su primo Joaquín “El Chapo” Guzmán. Julio vio vender droga, lavar dinero, ordenar asesinatos y enterrar a sus muertos a “El Güero” Palma, “El Azul” Esparragoza Moreno, “El Mayo” Zambada y “Nachito” Coronel.
A Julio las autoridades le presentaron un pasaporte bajo cuya fotografía aparecía el nombre de Alonso Rivera Muñoz, un adusto empresario de acento norteño que andaba viendo cómo gastarse el dinero en Acapulco. Pero Julio aclaró que esa cara no es otra sino la de Héctor Beltrán Leyva, “El H”.
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Pocas cosas quería más en la vida la esposa de “El H”, Clara Elena Laborín Archuleta que figurar en sociedad. Buscaba por todas las formas que su marido, a quien presentaba como Alonso Rivera estuviera en las recepciones, cocteles, fiestas. Pero a ese hombre nada le ablandaba el entrecejo.
Por ese deseo fue que, cuando conoció a un hombre del espectáculo y de Televisa, en la década de los noventa, decidió hacerlo su primera compañía. Así fue como Guillermo Ocaña se convirtió en facilitador de cualquier cosa de la mujer, por ejemplo, como aval en 2001 para la renta de un departamento en Residencial Country Club, en la zona más rica de Huixquilucan, Estado de México, por 3 mil 600 dólares mensuales.
Guillermo Ocaña era un hombre de dinero y prestigio. Sus fiestas eran tema de conversación semanas después de que ocurrían. También era asunto dicho por aquí y por allá que Guillermo trabajaba para Clara Elena y su marido, Alonso, un amable hombre de negocios sonorense siempre custodiado por una escolta.
Por eso, porque Guillermo era un empleado de “Alonso”, es que las autoridades dieron con el clavo de que el final beneficiario del tráfico de coca y el lavado de dinero era Héctor Beltrán Leyva.
Por eso y porque su esposa Clara Elena quería más que nada en el mundo ser admitida en sociedad. En marzo de 1999, la mujer sonorense pidió a Guillermo que organizara la presentación de un spa de su propiedad en el Hotel Hyatt. Debían estar todos, urgía la mujer de “Alonso”: medios de comunicación y “gente del medio”.
“Guillermo Ocaña acudió con ella. La señora Clara Elena quería hacerlo muy ostentoso. Prácticamente la finalidad era presentarlos en sociedad, porque a ellos (a Clara y Alonso) nadie los conocía”, dijo una publirrelacionista a quien contrataron para la organización de un evento que, entre más público fuera, resultaba mejor para la mujer de “El H”, pero peor para su lavador de dinero.
A la inauguración acudieron la también sinaloense Lola Beltrtán, Karla Alemán, el diseñador Héctor Terrones y el alcalde de Acapulco Manuel Añorve.
“Estaban la Baronesa de Portanova y su marido; acudió el que era Embajador de Francia, Bruno Delaye; los propietarios del hotel, los señores Saba; la señora Lolita Ayala, la juez Margarita Sotomayor; el presidente del patronato de Acasida, el señor Esteban, medios de comunicación, en total eran como 650 gentes (sic), en mi punto de vista, ha sido uno de los eventos más grandes a los que he asistido en mi vida”, declaró a la PGR Lucila Guillén, organizadora y amiga de Ocaña.
“El H”, retraído, desconfiado, seguía la fiesta desde lejos.
Hubo un personaje más. Y hasta en eso se parecen aquel asunto de Monex y el presente, el del financiamiento a la campaña priísta.
Entre los invitados a la presentación del spa de los Beltrán Leyva estuvo el cómico Eugenio Derbez, el mismo cuyo matrimonio, en pleno conflicto electoral, transmitió Televisa como si se tratara de una boda real. Y mientras las nupcias ocurrían, miles de manifestantes inconformes con la elección exigían dentro y fuera de la iglesia que se aclarara el supuesto fraude electoral en que habrían coincidido Televisa y Monex.