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Jorge Alberto Gudiño Hernández

06/01/2018 - 12:02 am

Frente al nuevo año

Es común el asunto de los deseos y los propósitos cuando cambiamos de año. De hecho, nunca me ha quedado del todo claro si cada una de las uvas representa una cosa o la otra. Es muy diferente desear perder peso que proponérselo. Para lo primero basta la imaginación; lo segundo implica cierto trabajo. Me […]

Éste es un año electoral. He escuchado a alguien asegurar que da igual quién gane, lo importante es conseguir que cada una de nuestras vidas continúe por una senda de cierto bienestar. Foto: Cuartoscuro

Es común el asunto de los deseos y los propósitos cuando cambiamos de año. De hecho, nunca me ha quedado del todo claro si cada una de las uvas representa una cosa o la otra. Es muy diferente desear perder peso que proponérselo. Para lo primero basta la imaginación; lo segundo implica cierto trabajo. Me da la impresión de que muchos hacemos propósitos deseando su cumplimiento mágico. Justo por eso no los alcanzamos.

No hay, sin embargo, propósito alguno en mis hijos. Llegaron a la media noche por primera vez, entusiasmados por la idea del cambio de año y de las uvas por atragantarse. No asociaron cada una de ellas con un propósito específico, toda vez que, para ellos, la vida sólo implica vivirla. Pasa, pues, sin necesidad de proponerse mayor cosa. Para ambos suena natural terminar este año con el curso escolar en el que van y pasar al siguiente. También jugar mucho, aprender cosas, dejar que la imaginación los arrase, ser queridos y querer, entre otros particulares. La naturalidad con la que viven les permite vivir alejados de todo propósito. No así de deseos pero éstos son muy concretos, suelen ser fáciles de cumplir y nunca tienen persistencia anual.

Discuto entonces con un buen amigo. Éste es un año electoral. He escuchado a alguien asegurar que da igual quién gane, lo importante es conseguir que cada una de nuestras vidas continúe por una senda de cierto bienestar. En otras palabras, ser capaces de adaptarnos a la adversidad e intentar vencerla desde nuestras circunstancias particulares. Mi amigo, sobra decirlo, está en contra de esa postura.

Él sostiene lo contrario, el compromiso que tenemos como miembros de una sociedad. Sólo a partir de una comprensión profunda de este hecho podemos acceder a la verdadera democracia, la que nos sacará del escollo en que vivimos hace décadas. Tiene razón a nivel teórico. El problema radica en su aplicación cotidiana. Es lindo pensar que, si exigimos a nuestros gobernantes, algo pasará; tal vez con votos en blanco, tal vez con llamadas a los legisladores correspondientes. La teoría se desmorona a la hora de querer llevarla a la práctica.

Tal vez por eso no bastan buenos propósitos: ser buen ciudadano, involucrarnos con la vida en sociedad, hacer uso de nuestra voz, darle peso a nuestros votos. Suena bien pero no basta. Aunque lo hiciéremos todos como una comunidad homogénea: resultaría insuficiente. De ahí que, a veces, los deseos tengan más peso que los propósitos.

Incrédulo como soy, sé que los deseos casi nunca se cumplen. Al menos no de manera mágica. Y lo que necesitamos este año es que, por un acto de prestidigitación máximo, se consiga el prodigio de tener una gran clase política, centrada en el beneficio del país y no en el propio, con soluciones fundadas y programas específicos… Mi incredulidad y mi escepticismo sonríen: entre las opciones que vemos no hay ninguna que pueda cumplirlo. Y todos nuestros propósitos como personas no ayudarán a conseguirlo.

Sigo discutiendo con mi amigo, mientras observo a los niños jugar felices. Sé que no basta ni mucho menos. Sin embargo, tal vez de algo sirva proponernos ser un poco mejores como personas. También lo dudo. La hora de los deseos ha caducado.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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