La muerte del Sol

05/12/2013 - 12:00 am
Crédito de imagen: ESO
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Si en un futuro muy lejano hubiera algún habitante sobre la Tierra y tuviera la curiosidad de voltear  hacia el cielo, miraría todo de manera muy diferente a como lo hacemos nosotros hoy. Dentro de 4 mil 500 millones de años el Sol generoso será mucho más rojo, mucho más grande y por esto mismo, su superficie estará más cerca de la Tierra. El habitante imaginario, entonces, sentiría todo a su alrededor mucho más caliente. Por las noches podría observar madejas cósmicas de gas y polvo: millones de partículas del tamaño de moléculas formando velos nebulosos de diversos colores. Serán, en efecto, electrones, átomos, iones, cadenas de carbono, moléculas de óxidos, silicio, calcio, sodio y otros, la mayor parte en forma de plasma: gas a temperaturas extremadamente altas.

Para esos momentos, nuestro observador podría ser totalmente irreal: la vida como la conocemos se habrá extinguido desde hace tiempo. La temperatura en el planeta azul alcanzará varios cientos de grados, tal vez unos pocos miles. Nada será como lo conocemos.

Nuestra estrella estará muriendo. Su muerte será lenta y agónica, pulsará desde dentro porque no tiene más que ofrecer. Habrá consumido casi todo el hidrógeno de su núcleo: el alimento que la mantenía viva, amarilla -casi blanca a nuestros ojos-, brillante. Para no desfallecer, echará mano del helio que formó de la fusión de los hidrógenos que tenía en abundancia. Pero el helio es caprichoso, requiere temperaturas más altas para unirse a otros átomos y desprender energía, sólo permitirá prolonga su agonía.

Las pugnas internas de los diversos materiales crearán caos, como un leve pero fatal malestar estomacal. Las presiones desde adentro intentarán inflar la esfera estelar y la gravedad desde la superficie comprimirá todo uniformemente, será una lucha de fuerzas. El Sol crecerá en tamaño y poco a poco se irá ganando el atinado nombre de gigante roja. Por dentro parecerá una cebolla con varios  departamentos concéntricos.

El final se acerca: las capas externas se desprenderán como piel gaseosa en todas direcciones. Desde lejos, el espectáculo será hermoso: una nebulosa de tonos rojos, verdes, azules, cada uno representando gas y polvo con distintas propiedades, cada uno compuesto de diferentes materiales.

En el centro, donde antes estuviera el Sol, quedará una estrella enana, blanca y con una temperatura superior a los 10 mil de grados centígrados en la superficie.

Esto le pasará a nuestra estrella en un futuro muy lejano: 4 mil 500 millones de años. Para esos momentos, difícilmente quedará algún rastro de plantas, animales, microorganismos… vida. Nosotros mismos, la humanidad, podríamos haber encontrado un mejor lugar a donde ir. Contemplaremos a la distancia la muerte del Sol.

Vicente Hernández

Twitter: @naricesdetycho

Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
en Sinembargo al Aire

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