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Darío Ramírez

05/12/2013 - 12:02 am

El estado de la prensa

La prensa escrita en nuestro país escribe prácticamente sin ningún contrapeso o vigilancia. Según la Real Academia de la Lengua, impunidad se define como la falta de castigo. La prensa en nuestro país escribe en completa impunidad. Sin importar si su información es desinformación o manipulación evidente o descarada mentira, los medios no son sometidos […]

La prensa escrita en nuestro país escribe prácticamente sin ningún contrapeso o vigilancia. Según la Real Academia de la Lengua, impunidad se define como la falta de castigo. La prensa en nuestro país escribe en completa impunidad. Sin importar si su información es desinformación o manipulación evidente o descarada mentira, los medios no son sometidos a ninguna corrección o enmienda. El buscar contrapesos de ninguna manera sugiere coartar la libertad de prensa, más bien lo óptimo para la democracia sería contar con una rendición de cuentas por parte de los medios de comunicación para que el público esté avisado sobre la línea editorial. Más de uno se reirá de mí por proponer este mecanismo de transparencia y rendición de cuentas. La risa es justificada porque los medios están acostumbrados a ignorar cualquier crítica proveniente de las audiencias.

Desde el año 2000 hemos tenido importantes avances en materia de democracia (también importantes retrocesos, debemos de advertir). Las discusiones de cómo fortalecer nuestra democracia han sido diversas, desde modificar el régimen electoral, el sistema de rendición de cuentas, y la transparencia; entre muchos temas. Sin embargo, el gran actor ausente son los medios de comunicación. A ellos no se les toca de ninguna manera pese a la relación estructural con una vida democrática. Nadie los increpa por su papel en nuestra democracia y gozan de una lejanía de los grandes debates que resulta tóxica para nuestro sistema político. En otras palabras, es como si los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) no tuvieran que cambiar de manera profunda para apuntalar la democracia mexicana.

La respuesta hasta ahora es obvia, todo se da afuera de ellos. Los medios de comunicación se comportan como observadores con intereses metaperiodísticos. Los políticos los necesitan para sus carreras electorales, las audiencias críticas son inexistentes, los observatorios rigurosos de los medios de comunicación no existen, etcétera. Al final, las malas prácticas periodísticas están anquilosadas en el viejo periodismo de otros tiempos. Si seguimos permitiendo que los medios gocen de ese halo de despotismo y que sean prácticamente el único actor sin una renovación democrática, nuestra consolidación como un país democrático estará eternamente pendiente. Que quede claro, la democracia necesita a los medios y viceversa. Los teóricos afirman que los medios necesitan la libertad de la democracia, y en la gran mayoría de los casos esta hipótesis es correcta. En México parece ser que los medios no necesitan de una democracia que les demande un importante cambio en su papel social y su comportamiento público.

Contrario a la práctica de criticar el quehacer periodístico en nuestro país, el 3 de diciembre, Artículo 19 y Data4, en el marco de primer año del gobierno de Enrique Peña Nieto presentamos el reporte “Estado del periodismo impreso. Un año de portadas”, en el estudio se presentaron los resultados del análisis de las portadas de seis medios impresos nacionales (El Universal, Milenio, Reforma, Excélsior, La Jornada y El Sol de México) entre el 1 diciembre de 2012 y 1 diciembre de 2013 en tres categorías, es decir se analizaron 6 mil 527 portadas.

Es sintomático que en México no exista ninguna estancia académica o de sociedad civil que de manera rigurosa y sistemática revise el comportamiento de los medios de comunicación. La ausencia de datos claros y objetivos es consecuencia de esa inmensa brecha entre medios y sociedad. El reporte sobre el análisis de las primeras planas busca ser una plataforma en construcción para el debate y diálogo para alentar respuestas sobre el porqué de las líneas editoriales de los principales periódicos. La intención del reporte es pasar de la crítica superficial a un debate más informado. Faltaría a la verdad si no comparto con ustedes que los grandes ausentes en la presentación del reporte fueron los periodistas, a pesar de invitaciones expresas. No me sorprende, simplemente reafirma que el camino será largo.

Durante el primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto, los periódicos revisados en conjunto distribuyeron sus portadas de la siguiente manera:

En la categoría de Información el concentrado es: 35.92% son “dichos” (información de UNA sola fuente que aparece en primera plana), mientras que 27.63% fueron clasificados como “hechos” (nota que tiene algo más que una única declaración); y 7.08% fue información de agencias; el 29.34% del espacio en portadas no fue clasificado bajo este criterio. Por medio, Milenio es el medio cuya portada tuvo más “dichos” durante el año con 45.62%% mientras que Reforma tuvo más “hechos” que ningún otro medio con 47.95%. Mención aparte merece El Sol de México con 52.64% de “dichos” y apenas 8.5% de “hechos”.

En la categoría de Actores: 10.46% corresponde al Ejecutivo Federal, 4.80% a los Partidos Políticos, 4.64% a las legislaturas, 4.30% a los gobiernos locales y 1.30% a los expertos. En esta categoría actores distintos a los propuestos ocuparon el 41.37% y el 33.12% escapa a esta clasificación. Por medio, El Sol de México asignó más notas en portada al Ejecutivo Federal durante el año con 23.91 % y el que menos fue Reforma con 5.04%; el medio que colocó más en portada a las legislaturas fue El Universal con 4.40%.

En la categoría de Temas: en el total anual de los seis medios, 3.44% fue sobre Economía, 2.31% violencia y 1.44% Pacto Por México; el 92.81% de la información en las portadas no pudo clasificarse conforme a este criterio. Por medio, El Sol de México dedicó el 5.75% de sus portadas a temas económicos, mientras que en Milenio apenas figuró en 1.58%; los temas de violencia aparecieron en las portadas de Excélsior en un 2.69% mientras que en El Universal apenas fue de 1.64%; Milenio fue el medio que más llevó el Pacto Por México en su portada con 1.70%.

Los resultados del reporte no sorprenden, muchos únicamente confirmamos ideas previas. Pero no por ello los resultados son menos escalofriantes. El reporte detona muchas dudas y tareas pendientes. Después de una minuciosa revisión queda en evidencia la apuesta editorial de cada medio, sin embargo los porqués de esa línea no los podría dar el reporte.

Conocer que más del 60% de la información en las primeras planas de los principales periódicos de nuestro país no pasa el mínimo rigor periodístico de corroboración o contraste de la información nos indica graves y profundas carencias en el periodismo que merman el derecho a la información de la sociedad. En México el buen periodismo (ese con los niveles de ética más altos y que defiende la información de interés público)  no está premiado. No hay una relación positiva entre buen ejercicio periodístico y un mayor número de audiencia y dividendos. La comodidad de los medios se basa en su cercanía al poder y al dinero público. El estudio es una herramienta viva en sentido material y discursivo; no sólo seguirá en el tiempo sino que las posibilidades que abre para contestar las interrogantes detrás de los datos son amplias. Así, fortalecer las audiencias, demandar mayor transparencia de los medios, regular el dinero público en los medios de comunicación son nuestras tareas inmediatas y urgentes.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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