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Alejandro Calvillo

05/10/2024 - 12:05 am

Coro mediático vs salud infantil

“En nuestro país las corporaciones se opusieron a que se regulara la publicidad de alimentos y bebidas no saludables”.

Cada vez que una política es propuesta para enfrentar los mayores problemas de salud pública aparece un coro, muy bien coordinado y financiado, un amplio sector de articulistas y medios cantando al servicio de los intereses de las corporaciones que hoy en día son la principal causa de enfermedad y muerte. Reciben los mensajes que deben transmitir de parte de las grandes agencias de relaciones públicas que sirven a esas corporaciones. En los últimos días lo vimos: titulares y cabezas de columnas de opinión decían que los lineamientos para sacar la comida chatarra de las escuelas sacarían los chilaquiles de estos planteles. La narrativa dictada por las agencias estaba en destacar que se sacarían platillos básicos de la comida tradicional mexicana. ¿En verdad, estaban defendiendo la comida tradicional o se trataba, más bien, de atacar los lineamientos para mantener los ultraprocesados en las escuelas?

Sembrar la confusión y generar dudas sobre las políticas, ha sido la estrategia de las corporaciones, desde las corporaciones tabacaleras hasta las refresqueras. En este caso, el ataque a la política se centra en una lista que presentaba ejemplos de los productos que no deberían ofrecerse en las escuelas. No se dice cuál es la magnitud del problema, no se dice que, si no se interviene en profundidad, uno de cada dos niñas y niños mexicanos va a desarrollar diabetes a lo largo de su vida; que las niñas y niños consumen en promedio más de 500 calorías en cada jornada escolar, suficientes calorías extras, además de lo que desayunan, comen y cenan, para aumentar entre 5 y 7 kilogramos en cada ciclo escolar. Eso no lo saben ni entienden los articulistas. No recuerdan que México, desde 2016, declaró emergencia epidemiológica por obesidad y diabetes, el único país que lo ha hecho. Y, que, desde entonces, los niños y niñas han seguido consumiendo 500 kilocalorías o más cada día en su jornada escolar, día a día.

Se argumenta que los lineamientos atacan las comidas tradicionales, sin mencionar que de manera clara los lineamientos promueven la comida tradicional y regional.  Solamente indica que no deben tener altos contenidos de azúcares, grasas y sal. Es decir, perfectamente entrarían los chilaquiles a las escuelas, que tanto les preocupan a los columnistas, si estos no son fritos. Se trata de una emergencia en salud.

Como explicamos anteriormente, las escuelas han sido consideradas, desde hace años, ambientes obesogénicos, es decir, fábricas de obesidad, según la conclusión de diversos estudios realizados por años en el Instituto Nacional de Salud Pública. Y la narrativa en contra es que esto afectará la economía y que, además, la industria debe ser parte de la solución. Sin embargo, son justamente las corporaciones las que se han opuesto a las regulaciones recomendadas por la Organización Mundial de la Salud. Estas quieren seguir publicitando sus productos no saludables a niñas y niños, usando ahora la inteligencia artificial, los algoritmos y los influencers.  Quieren seguir en las escuelas, no quieren impuestos, ni que se prohíban sus colorantes y otros aditivos que en otros países no les permiten utilizar por sus riesgos en la salud.

Las prácticas son viejas y han sido bien documentadas. Basta ver la bibliografía de la serie de la revista científica de The Lancet sobre Determinantes Comerciales de la Salud. En su momento, cuando promovíamos el impuesto a las bebidas azucaradas fuimos víctimas de ataques de columnistas de finanzas que llegaban, incluso, a reproducir textualmente, párrafos enviados por estas agencias. Es decir, el mismo día, en columnas de diarios diferentes, columnistas lanzaban su ataque con la misma redacción. En su momento llegaron a realizar ataques directos a mi persona, con graves y absurdas falsedades, como que yo había apoyado a la Minera San Xavier en San Luis Potosí, cuando, desde la dirección de Greenpeace, nos habíamos pronunciamos en contra, y mi familia potosina participaba en el movimiento contra esa minera. Eran ataques incomprensibles que la única explicación es que estuvieran buscando que uno perdiera su tiempo y energía presentando denuncias por difamación. Tiempo después vendría, incluso, el uso de espionaje a través de Pegasus contra quienes proponíamos aumentar el impuesto a las bebidas azucaradas y retirar el antiguo etiquetado que había introducido en México la empresa Coca-Cola, con un criterio de azúcar de casi el doble del recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Un etiquetado que la OMS señalaba como peligroso.

Sin embargo, una de las columnas sugiere, que en relación a esta industria, “en vez de ubicarla como principal culpable de nuestros problemas de sobrepeso y obesidad y las epidemias correlacionadas de diabetes e hipertensión, la haga sumar y colaborar en esta lucha”. Y no queda ahí la propuesta, se añade: “La industria, más que verse como el enemigo a vencer, debe ser partícipe y colaborador fundamental de cualquier estrategia contra nuestras epidemias, pero también como inversionista para la investigación en salud y alimentaria…” . Ignorancia, inocencia o complicidad. Plantear que la industria debe ser “colaborador fundamental” en las estrategias para combatir estas epidemias, es olvidar la historia, ocultar las evidencias, nacionales e internacionales, de que las empresas son el principal obstáculo para las políticas que buscan reducir el consumo de alimentos no saludables.

En nuestro país las corporaciones se opusieron a que se regulara la publicidad de alimentos y bebidas no saludables. Anunciaron que se autorregularían creando lo que llamaron el Código PABI, que en nada cambió sus prácticas abusivas frente a la infancia. La industria también desarrollo su propio etiquetado frontal en sus productos, un etiquetado que promovía un consumo excesivo y peligroso de azúcar.

En fin, esperamos que el anuncio de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum de que las mañaneras de los lunes serán dedicadas a la Vida Saludable, sea el inicio de una campaña y políticas que enfrenten las prácticas de estas corporaciones de los ultraprocesados y las bebidas endulzadas que, junto con el alcohol y el tabaco, son las principales causas de enfermedad y muerte en nuestro país.

Por lo pronto, se requiere una campaña nacional para impulsar los lineamientos para alimentos y bebidas en las escuelas, que sirvan estos lineamientos para la alfabetización alimentaria que se requiere frente al destrozo que ha hecho la invasión de la comida chatarra y las bebidas endulzadas en nuestro país, en nuestra salud.

 

 

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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