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Germán Petersen Cortés

05/08/2014 - 12:01 am

PAN, salario mínimo y los de abajo

Desde luego que es discutible si el salario mínimo debe elevarse. Como cualquier medida de política económica tiene pros y contras. También puede debatirse si una consulta popular es el mejor método para tomar una decisión de esta naturaleza. Más allá de estas consideraciones, la propuesta panista de poner a consulta un incremento del salario […]

Desde luego que es discutible si el salario mínimo debe elevarse. Como cualquier medida de política económica tiene pros y contras. También puede debatirse si una consulta popular es el mejor método para tomar una decisión de esta naturaleza. Más allá de estas consideraciones, la propuesta panista de poner a consulta un incremento del salario mínimo desentona con el impulso que ha dado el partido al modelo de desarrollo neoliberal a lo largo de los últimos treinta años. De hecho, la idea evoca más bien al PAN de otra época: aquel que colocaba como prioridad la dignidad de la persona, de lo que se desprendía el compromiso social con los desfavorecidos.

Contrario a lo que muchos creen, el PAN no surgió como un partido liberal. Como sostiene Soledad Loaeza, el partido buscó consolidarse como una tercera vía entre el colectivismo marxista y el individualismo liberal. Para decirlo en términos económicos, el partido buscó colocarse a mitad del camino entre el socialismo y el capitalismo. De hecho, en 1939, año de la fundación del PAN, el liberalismo mexicano era prácticamente coto del entonces PRM y después PRI, que se asumía heredero del juarismo, especialmente de sus reformas sociales, la separación Iglesia-Estado y la fe en el progreso.

Los fundadores del PAN consideraron de primera importancia contar con una ideología clara, que les permitiera diferenciarse de la ideología jabonosa del PRM. Los “Principios de doctrina” blanquiazules se construyeron en sintonía con la doctrina social de la Iglesia. El personaje clave en este proceso fue Efraín González Luna, conocedor de la doctrina eclesial, mucho más que el otro patriarca del partido, Manuel Gómez Morin. La idea política central de este primer panismo fue la defensa de la dignidad de la persona, dentro de las coordenadas filosóficas del catolicismo, pero sin utilizar la religión como bandera de lucha.

A fines de los sesenta, en el ocaso de los liderazgos fundacionales de Gómez Morin y González Luna, y después de las transformaciones que trajo para la Iglesia el Concilio Vaticano II, el PAN se lanzó a una apuesta mucho más radical por la justicia social. Para decirlo brevemente, se buscaba alcanzar la justicia mediante la solidaridad, en lo que se dio por llamar “cambio democrático de estructuras”. Se trata, sin duda, del PAN más comprometido con las clases desfavorecidas. El principal impulsor de este “solidarismo”, Efraín González Morfín, reflexionaba sobre si ser de izquierda significaba “insatisfacción con el presente y decisión eficaz de transformarlo de acuerdo con mayor justicia, mayor libertad, mayor suficiencia humana. Si eso es izquierda, hay que ser de izquierda”.

En paralelo a este proceso, se consolidaron al interior del partido grupos vinculados con los grandes capitales del norte del país, que promovieron que el partido virara hacia la derecha. Algunos de estos grupos, además de promover mayor liberalización del mercado y menor participación del Estado, impulsaron una agenda ultraconservadora en el terreno moral. Los duros enfrentamientos entre los empresarios y la administración echeverrista aceleraron la migración hacia el PAN de cuadros de extrema derecha en lo económico, lo moral y lo social. Como consecuencia del control del partido que estos grupos lograrían, a fines de los setenta varios de los panistas más reconocidos por su compromiso social abandonaron el partido.

Así, desde el punto de vista económico, el PAN quedó en menos de promotores del neoliberalismo. Cuando el PAN comenzó a formar gobiernos, y de manera particularmente acentuada a partir de que ganó la Presidencia en el 2000, las decisiones económicas quedaron en manos de ex priistas o filopriistas que habían impulsado el tránsito del modelo económico del país del desarrollismo al neoliberalismo. Es fundamental advertir que el PAN hizo suyo el neoliberalismo como consecuencia de relaciones de poder específicas al interior del partido, no porque estuviera en sintonía con la ideología del partido.

Más allá de los argumentos técnicos a favor y en contra del incremento del salario mínimo, la sola propuesta implica, en términos político-ideológicos, mayor confianza del PAN hacia la acción directiva del Estado, particularmente cuando se trata de favorecer la justicia social. Supone también una apuesta del PAN en pro de las clases subordinadas, a partir de entender el trabajo bien remunerado como reductor de la desigualdad. Desde luego que la propuesta del PAN no es innovadora. De hecho, ni siquiera lo es en la discusión pública actual, pues fue la izquierda quien primero puso el asunto en la mesa, en particular Miguel Ángel Mancera.

Esta rebeldía panista con el modelo de desarrollo que el propio PAN había venido impulsando no constituye una tendencia. Es por el momento un hecho aislado, que bien pudiera quedarse en eso. Sin embargo, también podría convertirse en la primera piedra de un proyecto económico alternativo al de las reformas peñistas, aunque convergente con estas en ciertos aspectos. De ser este el caso, el PAN podría establecer contrastes con el modelo de desarrollo impulsado por el PRI rumbo a las elecciones de 2015.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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