Las Fauces del Abismo. Ignacio Padilla. Hotel de las Letras

05/06/2015 - 12:00 am

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Una colección de cuentos sobre las bestias, entendidas como una alegoría de lo fieramente humano. De las arañas que alteran la memoria a los depredadores invisibles y de allí a esos seres que los grandes maestros usan para fabricar sus mejores espejos, el libro juega con la tradición de los bestiarios en la cuentística latinoamericana y los infinitos relatos orales, surgidos en todas las culturas que han vuelto la vista hacia sí mismas a través de sus monstruos: el talmud, los tratados de alquimia, los informes de viajeros europeos del siglo XVII, el sufismo, el budismo, los gabinetes de maravillas y la narrativa miscelánea del renacimiento. Ignacio Padilla es un brillante ejemplo de esa narrativa empeñada en someter el qué de la historia a un exigente cómo Vicente Leñero.

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 Ignacio Padilla

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Realizó sus estudios de preparatoria en el Centro Universitario México, y posteriormente se licenció en Comunicación por la Universidad Iberoamericana, maestro en Literatura inglesa en la Universidad de Edimburgo y doctor en Literatura española e hispanoamericana en Salamanca. A mediados de los 90, Padilla trabajaba como director editorial de la revista Playboy y publicaba su columna “El baúl de los cadáveres” en el suplemento Sábado. En 1994 recibió en una sola edición tres Premios de Literatura Bellas Artes: el de Cuento Infantil Juan de la Cabada, por Las tormentas del mar embotellado —que inicia cuando un grupo de niños encuentra un barco en el desierto—; el Juan Rulfo para Primera Novela por La catedral de los ahogados —sobre un hombre que habita una isla desierta—; y el de Ensayo Literario Malcolm Lowry por El dorado esquivo: espejismo mexicano de Paul Bowles. Ese mismo año, publicó el relato El año de los gatos amurallados, sobre un grupo de personas que se exilian en el Metro luego del terremoto de 1985 en la ciudad de México. El relato le valió el Premio Kalpa de Ciencia Ficción. En 1996, participó en el Manifiesto del crack, que formó junto a sus amigos de preparatoria Jorge Volpi y Eloy Urroz, a quienes se unirían más tarde Pedro Ángel Palou García y Ricardo Chávez Castañeda para presentar esa propuesta que acarrearía opiniones divididas entre la crítica literaria. Sandro Cohen publicó a todos los autores del crack en la colección Nueva Imagen. En 1999 recibió de nueva cuenta dos premios nacionales: el de Ensayo José Revueltas por Los funerales del alcaraván: historia apócrifa del realismo mágico, obra que permanece inédita, y el Premio de Cuento Gilberto Owen por Las antípodas y el siglo, relatos que serían publicados en 2001 y donde Padilla vierte su fascinación por los exploradores-descubridores ingleses. La novela Amphitryon (2000) le valió a Padilla el muy sustancioso Premio Primavera de Novela otorgado por la editorial Espasa-Calpe, en el mismo año en que su amigo Jorge Volpi recibía el Premio Seix Barral por En busca de Klingsor.

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