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Darío Ramírez

05/06/2014 - 12:02 am

Snowden nos advirtió

Todo es hackeable en nuestros días. Nuestra privacidad en la red es prácticamente nula. Los gobiernos han desarrollado los más sofisticados programas para acopiar y almacenar nuestra información cuando usamos celular, computadora, correo electrónico, redes sociales y cámaras web. El almacenaje, según las agencias de espionaje de EU y de Inglaterra, es “por si acaso” […]

Todo es hackeable en nuestros días. Nuestra privacidad en la red es prácticamente nula. Los gobiernos han desarrollado los más sofisticados programas para acopiar y almacenar nuestra información cuando usamos celular, computadora, correo electrónico, redes sociales y cámaras web. El almacenaje, según las agencias de espionaje de EU y de Inglaterra, es “por si acaso” alguno de nosotros se convierte en un peligro para la seguridad nacional. Por lo tanto, hay que reconocer que cada vez que prendes tu computador o mandas mensajes de texto, alguien del otro lado puede estar almacenando toda tu información. Hace poco el periódico The Guardian reveló que NSA (agencia de seguridad de EU) contaba con un programa el cual se llama “optic nerve”, con el cual en el primer semestre de 2008 logró almacenar imágenes (incluyendo aquellas de contenido sexual) tomadas de cámaras web de 1.8 millones de usuarios de Yahoo.

El 5 de junio 2014 se cumple un año de las revelaciones que hizo el whistleblower Edward Snowden (no perderse la entrevista en NBC). Fue él quien informó al planeta que nuestra privacidad en la red no existe. Que los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido violaban (en completo sigilo) nuestra privacidad y se toman atribuciones que son claramente ilegales y desproporcionadas para su fin. Bajo el argumento de la protección de la seguridad nacional y combate al terrorismo, ambos gobiernos violan todo principio de rendición de cuentas, derecho a la información, libertad de expresión, transparencia y balance entre poderes. Gracias a Snowden ahora sabemos que nuestra privacidad en la web ha sido arrebatada, mirarlo de otra manera sería iluso. Si eso nos angustia, entonces mejor no pensemos en todo lo que todavía no sabemos. Imaginen cuánta información todavía no conocemos. Snowden como otros informantes ha sufrido la ira del imperio por desnudar apenas un ángulo de su opacidad.

Hace un año nos enterábamos  Estados Unidos espió mediante su programa PRISM a los usuarios de compañías como Facebook, Google o Microsoft a través de los servidores de estas empresas. A grandes rasgos, se trata de un programa que permite a esta agencia acceder a la información almacenada en los servidores de al menos 9 firmas con gran peso en Internet (Microsoft, que fue la primera en ser espiada, Yahoo!, Google, Facebook, el proveedor PalTalk, YouTube, Skype, AOL y Apple). Dropbox se podría sumar pronto a la lista. ¿Cuántas de estas compañías usas?

Según fuentes oficiales, Snowden filtró alrededor de 1.7 millones de archivos. Todavía hay mucho por averiguar y conocer, pero me temo que seguirán siendo malas noticias para nuestra seguridad y privacidad en la red. Según información oficial, en Estados Unidos las agencias de inteligencia reservaron más de 92,064,862. Si tomamos este número y lo comparamos con los documentos filtrados, quiere decir que en realidad pudimos conocer un mínima parte de lo que el gobierno de Estados Unidos esconde. Me temo que ese nivel de obscurantismo pone en duda el carácter democrático de cualquier sociedad, en este  caso la norteamericana. La ausencia de contrapesos dentro del mismo Estado eleva seriamente el nivel de vulnerabilidad de la sociedad con respecto a sus derechos. Claro que deberíamos apelar por un equilibrio real, entre la necesidad del Estado de vigilar y los contrapesos democráticos para cerciorarse que esa necesidad tiene sus límites bien delimitados.

Imaginemos que cada comunicación electrónica que hacemos siempre tiene dos destinatarios, uno el deseado y otro una agencia de inteligencia. Todo mensaje de texto, de amor o de trabajo, será guardado sin razón o motivo. Ojo, sin razón o motivo, lo que convierte la acción en ilegal.

 La conectividad crece gracias a que cada vez la tecnología es más accesible en precio y eso genera mayor penetración en la población. Celebramos de manera efusiva cómo cada vez estamos más conectados a internet. Lo que desalienta es que esa conectividad facilita el control, obtención de datos, invasión a la privacidad por parte de los gobiernos. Todo aparato con tecnológia puede ser intervenido, por lo tanto, los gobiernos cada día conocen más de nosotros: qué buscamos en la web, con quién nos comunicamos, qué decimos durante nuestras comunicaciones. Hace poco un conocedor de estos temas me mencionó que el ministerio del interior ruso mandó comprar más de 1,500 máquinas de escribir Olivetti. Leyó bien, al parecer regresamos a la máquina para trabajar off line.

Las revelaciones de Edward Snowden transformaron cómo entendemos la privacidad, libertad de expresión e información. Hoy el término vigilancia tiene toda una nueva profundidad que antes no avizorábamos. Mientras debatimos qué es privacidad, nos damos cuenta de la evidente ausencia de contrapesos dentro de los estados para detener la vorágine gubernamental de tener más control y más información sobre sus ciudadanos. El acopiar información es grave, pero más grave es no saber el uso que le dan a esa información. Las autoridades argumentan que es una forma necesaria para combatir el terrorismo y otros males. Y con esa letanía, avanzan sobre nuestros derechos.

A pesar de ser el imperio que menos ha durado en la historia, y tal vez por eso,  los Estados Unidos invierte billones de dólares (según cifras oficiales en 2011 gastaron $11.37 billones, 12% más que en 2010, y más del doble de 2002, $5.8 billones) en su aparato de inteligencia compuesto por 17 agencias… y lo vuelvo a señalar, ¡imagínense lo que no sabemos! Y, por ello, no es casualidad que durante la administración de Obama la persecución contra whistleblowers esté siendo la peor en la historia de ese país. Vaya, invertir tanto dinero para guardar secretos es mejor desalentar las filtraciones con penas graves de cárcel.

Mantener información como secreto es –o debe de ser- temporal. No hay información que deba de estar prohibida para la sociedad de manera permanente. El proceso de desclasificación como de clasificación deben de ir de la mano. Lo cierto es que uno crece (el de la clasificación de la información) a un ritmo mayor, por ejemplo, en 1996 el gobierno de EU desclasificó 196 millones de páginas de documentos. En 2011, la cifra se redujo a 26.7 millones, lo que quiere decir que hay más secretos y la sociedad conoce menos.

Edward Snowden advirtió que las reglas del juego han cambiado y la sociedad está perdiendo. Hoy los gobiernos pueden acceder a nuestra información de manera más directa y vulnerar nuestra privacidad. Hoy gracias a Snowden conocemos un poco más cómo estamos siendo vigilados. Ojalá aparezcan más whistleblowers para contrarrestar el secretismo y opacidad gubernamental.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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