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Jorge Alberto Gudiño Hernández

05/05/2018 - 12:02 am

Atacar desde la superioridad moral

Que las campañas políticas se centren en la descalificación de los otros contendientes en lugar de hacer propuestas concretas y verosímiles, es algo común en nuestra clase política. El denuesto ha tomado el lugar de las soluciones y los discursos se centran más en el miedo y el cambio como algo abstracto que en soluciones […]

¿Es válido descalificar a quien apoya a quien nosotros no? Me parece que no del todo. Es válido discutir, analizar propuestas, proyectos, historial, empatías o antipatías, lo que sea. Foto: Cuartoscuro

Que las campañas políticas se centren en la descalificación de los otros contendientes en lugar de hacer propuestas concretas y verosímiles, es algo común en nuestra clase política. El denuesto ha tomado el lugar de las soluciones y los discursos se centran más en el miedo y el cambio como algo abstracto que en soluciones viables. Si bien es incómodo ser espectador de ataques por doquier, es comprensible que éste sea el funcionamiento de las campañas en nuestro país: descalificar es más sencillo que proponer, acusar es más fácil que conciliar, dividir resulta más lucrativo que generar consensos. Es tarea de los políticos y, por mucho que nos moleste, no cambiará en las semanas que nos quedan de campaña.

El problema es que en la gente se está repitiendo este fenómeno. Basta con sumergirse un rato en las redes sociales para descubrir que el encono es algo generalizado. Las discusiones no son tales. En la mayoría de los casos, se centran en aseveraciones poco comprobables que terminan con la descalificación de los adversarios.

He leído, con creciente inquietud, voces que se sorprenden de que tal o cual amigo o compañero vaya a votar por alguno de los candidatos. De inmediato viene la descalificación. Ya no hacia el político de marras, eso es lo de menos, sino hacia la otra persona. Los insultos llegan por andanadas. Sobre todo, tras una afirmación del tipo: “no entiendo cómo alguien puede ser tan pendejo como para apoyar a…”. Si se piensa dentro de los parámetros de la democracia, una aseveración de ese tipo no tiene sentido. Hay cinco candidatos (o tres, si sólo nos ocupamos de los que tendrán varios millones de votos) y, en consecuencia, cada uno de ellos cuenta seguidores convencidos de que son, si no la mejor opción, sí la menos mala.

¿Entonces?

¿Es válido descalificar a quien apoya a quien nosotros no? Me parece que no del todo. Es válido discutir, analizar propuestas, proyectos, historial, empatías o antipatías, lo que sea. Sin embargo, cuando uno se decide por alguno de los candidatos está en su derecho de hacerlo. Es verdad, nuestra democracia es tan imperfecta que a muchos nos parece que votaremos por candidatos que poco nos representan. Tal vez por eso nos asimos a una sospecha, a una intuición o a una esperanza. Lo más probable es que nos equivoquemos. Todos, porque es casi una certeza que ninguno resolverá los problemas del país. Pese a ello, nos dejamos convencer por alguna de las opciones sólo para que nuestro interlocutor en turno nos insulte.

Y dicho insulto proviene de una falsa superioridad moral. La que los convence de que su candidato es mejor por algo que ellos comprenden y nosotros no. Como si tuvieran la fórmula mágica para vislumbrar el futuro.

Ya he dicho que a ninguno de los candidatos le preocupamos como individuos. Así que, mucho menos, merecen que nos enfrentemos los unos a los otros con agresiones. Lo ideal sería, me queda claro, que ponderáremos sus virtudes y sus ofertas pero, incluso en las democracias más avanzadas, hay ganadores y perdedores. Y a quienes han visto a sus candidatos ganadores no les asiste ninguna razón como a quienes han visto a sus candidatos derrotados no se les imputa su estupidez. Son sólo alternativas en un proceso que no tiene grandes soluciones.

Propongo, pues, que discutamos, que comparemos analizando, que seamos críticos y alcemos la voz. Sin embargo, las agresiones poco abonan a este momento histórico, en el que el enojo ya ha crecido tanto que nos parece natural asumir una postura de superioridad moral que es tan falsa como las promesas de los candidatos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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