Uno entre 19,333 habitantes

05/04/2013 - 12:01 am

Hay pueblos solitarios con personas excepcionales. Todos tenemos un espectro especial que nos conforma: cultura, habilidades, temperamento, personalidad. La gran parte del tiempo tan sólo somos seres humanos comunes y corrientes. Es cuestión de pasar por un proceso de descubrimiento de aquel punto extraordinario que nos hace distintos a los demás. O que suceda una coyuntura. O que busquemos ese chispazo.

Pues en un pequeño pueblo cerca de Turín, Italia, nació, en 1982, Paolo Giordano. Es un joven inteligente, tiene buen tipo –según sus fotografías de Internet–, sabe escribir, entiende de matemáticas, fue becado para hacer su doctorado y al parecer, se hizo rico y acreedor a distintos premios por la publicación de su primer libro. Tiene una hermana (mi futura cuñada).

Él estudió física de las interacciones fundamentales. Se graduó con todos los honores, hizo una tesis de nombre impronunciable y actualmente está en un proyecto donde estudia las propiedades del quark fondo, cofinanciado por el Instituto Nacional de Física Nuclear de Italia, y en particular, la descomposición inclusiva del mesón B en el canal semileptónico y radiativo. Si, yo tuve que leer varias páginas para entenderle, pero no lo logré.

Las matemáticas no son mi fuerte por lo que no reaccioné con gran entusiasmo cuando me regalaron un ejemplar de su primera novela, publicada en el 2008, La soledad de los números primos, traducida en más de siete países.

La trama. Me imagino que Paolo un día del año 2007, estaba de descanso, comiendo chocolates –no por nada existe una famosa marca Turín– y se encontró con que no sabía qué eran los números primos, así que recurrió a Wikipedia y se encontró con su definición.

Digamos que yo hice lo mismo, y al final del portal del sitio mencionado me encontré con algo que por fin tenía sentido para mí, una definición del matemático americano Don Zagier, quien en una conferencia en 1975 comentó:

Hay dos hechos sobre la distribución de los números primos de los que espero convencerles de forma tan incontestable que quedarán permanentemente grabados en sus corazones. El primero es que, a pesar de su definición simple y del papel que desempeñan como ladrillos con los que se construyen los números naturales, los números primos crecen como malas hierbas entre los números naturales, y no parecen obedecer ninguna otra ley que la del azar, y nadie puede predecir dónde brotará el siguiente. El segundo hecho es aún más asombroso, ya que dice justo lo contrario: que los números primos muestran una regularidad pasmosa, que hay leyes que gobiernan su comportamiento, y que obedecen estas leyes con precisión casi militar.

¿No es preciosa? Los números primos son los humanos. Y a partir de una especie de metáfora parecida Giordano construye su historia.

Como malas hierbas. No parecen obedecer leyes y nadie puede saber dónde brotará el siguiente. De inmediato pensé en Kevin, el asesino ficticio del libro Hablemos de Kevin, o en los múltiples homicidas de Estados Unidos o los países nórdicos, no digamos ya el loco que mató a dos personas en la estación del Metro Balderas, aquí en el Distrito Federal. Le dieron 151 años de cárcel, por cierto.

Pero, también pensé en la segunda parte de la definición. Los números primos tienen la contraparte, regularidad, constancia y predictibilidad.

Giordano teje, y lo hace de manera sencilla y contundente: dos jóvenes, una chica y un chico, de esos que etiquetamos como “raros”, a veces por maldad, a veces por desconocimiento o a veces por simple ignorancia.

A primera vista, Mattia es el típico chavo que en la escuela no habla y obtiene las más altas calificaciones. Tiene una hermana con capacidades diferentes, aunque se le da más por catalogarla de estúpida, en la desesperación de su adolescencia.

Alice es la que sufre anorexia, un poco de bullying de parte de las chicas más populares de la escuela y silencios en casa. Un accidente la deja marcada de por vida.

Como dos extraños, se atraen, pero como los números primos, jamás están juntos. Por más que el tiempo y las circunstancias crean las oportunidades, siempre hay algo que los separa.

Y el mismo factor o variable que aleja a dos personas que creemos deberían estar unidas, permite que ambos experimenten y vivan sus vidas, para decidir al final de todo, que ser tan raro o ser distinto no está tan mal. Que está bien ser como un salmón, nadando a contracorriente.

Un libro que conmueve el corazón, de fácil lectura. Se lo recomiendo. Lo encuentra en Gandhi.

 

@mariagpalacios

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