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Darío Ramírez

05/03/2015 - 12:00 am

Discursos inconexos

Escuchar a Enrique Peña Nieto afirmar ante el Parlamento inglés que tiene un total compromiso con el combate a la corrupción en México, me deja reflexionando sobre algo que es común en nuestra sociedad. Lo inconexo de los discursos políticos con la realidad que vive la sociedad mexicana. No en todos los países es así, […]

Lema de campaña

Escuchar a Enrique Peña Nieto afirmar ante el Parlamento inglés que tiene un total compromiso con el combate a la corrupción en México, me deja reflexionando sobre algo que es común en nuestra sociedad. Lo inconexo de los discursos políticos con la realidad que vive la sociedad mexicana. No en todos los países es así, eso nos debe quedar claro. Ningún Presidente de Estados Unidos se atrevería hacer las afirmaciones de Peña estando en el lugar en el que está éste. La afirmación se basa en que si lo hiciera habría reprimendas políticas, legales y éticas.

Peña Nieto y su gobierno claramente no tienen ningún compromiso con promover, instalar y respaldar un sistema anticorrupción efectivo que cambie la razón de ser de la política-negocio. Les mintió a los ingleses. Tal vez por eso omitió la farsa de poner a su cuate a investigarlo desde la moribunda secretaría de la Función Pública, peor aún, decidió que no era relevante los actos de corrupción y conflicto de interés en relación con sus casas y proveedores. Detalles, dirían algunos. Pero tampoco lo tiene ninguno de los otros partidos políticos, por eso el rotundo éxito del “Pacto por México”. Los intereses de las fuerzas políticas por primera vez estaban alineados y la repartición de los intereses estaban acordados.

Recurramos a lo que clínicamente es mentir, tal vez eso podría disipar dudas y afianzar posiciones:

“Los mentirosos patológicos falsean la realidad como vía de escape, para obtener atención e incluso admiración, y entran en un círculo vicioso que les acaba dejando solos en el laberinto de sus mentiras. Academia Gauss

La política como negocio, sostenía el priísta Hank Rohn. El afianzamiento del PRI en todos los rincones de la política descubre su intención de sostener el poder para perpetuar insuperables negocios. Solo así podemos tener a los más ricos de los más ricos del mundo.

Pero, regresando a los discursos: ¿por qué Peña se atreve a mentirle a los parlamentarios británicos? La primera razón que se me ocurre es porque los ingleses jamás se imaginarían que pudiera un jefe de Estado mexicano mentir tan bellacamente.  Difícil de soportar esta hipótesis, lo admito. La segunda es que en lenguaje diplomático la laxitud de la palabra es aceptada sin cortapisa. Es decir, el Presidente afirmó que su compromiso se sostenía en que la Cámara de Diputados había aprobado la ley del sistema anticorrupción.  Lo cual tiene ingredientes de verdad. Y las mentiras políticas siempre están decoradas con un toque de verdad. Sin importar la profundidad y relevancia de ésta. La tercera será que hay bigger fish to fry, lo que quiere decir que a los parlamentarios verdaderamente les da lo mismo la veracidad de las palabras presidenciales. Fortalecer la relación entre ambas naciones pasa más por negocios y cooperación bilateral, no por asuntos domésticos.

Mi simple reflexión me llevó a otra pregunta: ¿Por qué en México es tan fácil la mentira de políticos? ¿Por qué estamos tan acostumbrados a ella? Mi intención no es decir que solo en México pasa esto, pero sí sé que en sistemas políticos-jurídicos que sostienen a democracias más fuertes la mentira de políticos es de diferente envergadura, sistematicidad, osadía, dolo entre otras muchas características.

En este país la mentira repetida de políticos la sostiene un sistema de medios impresos y electrónicos cuya función es la repetición y convalidación de la mentira oficial. Comparando con otras democracias, por ejemplo Reino Unido y Estados Unidos, esta diferencia es sustancial. Allá el sistema de medios es diverso y una gran parte de los medios busca corroborar, verificar e investigar los dichos de los gobernantes. Mentir no es tan fácil porque claramente habrá medios que investigarán y verificarán los dichos. Los medios de comunicación tienen una labor fundamental para este contrapeso entre discurso público y realidad. La ausencia de medios fuertes e independientes críticos a los dichos del poder da pie la realidad que tenemos actualmente: se miente fácil.

Conexo al escrutinio mediático está la falta de un mecanismo de procuración de justicia que investigue y castigue. La mentira se puede dar porque la realidad nunca será aclarada por la justicia. Todo será un hecho imaginario con consecuencias imaginarias y sin castigo. La mentira se convierte en la herramienta para inventar una narrativa: “no es mi casa”, “no hay conflicto de interés”, “no es mi dinero, es de mi esposa”… etcétera.

La mentira de los políticos es aceptada sin chistar por un porcentaje importante de la población. Se le puede achacar a la manipulación o desinformación, pero hay un velo de claudicación ante la mentira por parte de la sociedad. Nuestro umbral debería partir -si tuviésemos información abundante o fidedigna- de no creerle a ningún político. Debo reconocer que las redes sociales hay provocado un contrapeso a los discursos inconexos y mentirosos. Su registro digital puede inhibir la mentira.

Pero mientras sigamos solapando discursos distantes de nuestra realidad, difícilmente podremos resolver problemas que ni siquiera reconocemos. Y no olvidemos los pasos que se dan para afianzar un régimen que gobernó por más de siete décadas.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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