Sobre populismo y demagogia

05/03/2012 - 12:01 am

En la medida que el lenguaje moldea nuestras percepciones y la relación que establecemos con el mundo a través de éste, la calidad de una democracia es directamente proporcional a la forma que se expresan sus actores y la exactitud de los términos que usan.

Por ejemplo, un lenguaje con demasiadas cargas valorativas y términos inexactos lleva a la manipulación de quienes lo reciben a través de la simplificar percepciones y exacerbar emociones. Al contrario, una forma de hablar que se pueda considerar demócrata busca fomentar la libertad, la tolerancia y el libre intercambio de ideas, de tal forma que mejore el nivel del debate (1) – aunque es utópico suponer que esto se pueda lograr al cien por ciento en momentos donde la competencia enciende los ánimos, como ocurre en las campañas.

Se ha vuelto común ver a los exacerbados de cualquier partido usar, con girones de tela enredados entre sus uñas, términos para descalificar a sus oponentes que ciertamente no manejarían si supieran qué significan realmente como “demagogia”, “populismo”, “dictadura”, “ultraderecha”, “genocidio” o “fascismo”.

Hablemos un poco sobre lo que significan los dos primeros temas, esperando que la lectura lleve a un uso más razonado, diríjase o no al candidato al que se le suelan colgar semejantes etiquetas.

El populismo se basa en la noción de que el pueblo, considerado como un conjunto social homogéneo y depositario exclusivo de valores positivos, específicos y permanentes, es fuente principal de la inspiración del político y objeto constante de referencia en su discurso. Un populista verá al pueblo y sus tradiciones como la fuente inagotable de los “auténticos” valores y buscará encarnarlos contra lo que, desde su punto de vista, deben las masas oponerse.

Este discurso ha sido usado por décadas, especialmente en la versión usada por el nacionalismo revolucionario donde el pueblo tenía una esencia inamovible la cual, a final de cuentas, sólo podía ser gobernado por un régimen sui géneris: el que se diseño durante los años cuarenta del siglo pasado y era guiado por el PRI. (2)

Aunque todos los partidos van necesariamente a recurrir a valores y tradiciones para ganar votos, la diferencia que marca si son populistas o no es el tipo de pueblo al que dicen representar y la calidad de la oposición que buscan generar respecto a los “otros”.

Una pregunta que uno se puede hacer frente a un discurso populista es si existe o no un “pueblo” único cuya visión pueda o deba ser privilegiada por encima de los otros sin vulnerarlos. Pensar que sí pasa por alto la pluralidad y quizás hasta la esencia de la democracia.

Por otra parte un demagogo busca apoyarse en las masas, favoreciendo y estimulando sus aspiraciones elementales y, a través de ello, desviarlos de su participación activa en la vida política. El recurso principal son las falsas promesas que, al analizarlas con detenimiento, son imposibles de mantener o llevarían eventualmente a una crisis.

Bajo esta dinámica, detrás de un discurso demagógico se encuentra un afán del demagogo por afianzarse en el poder a través de encarnar lo que él quiere vender por “pueblo”. Es decir, por lo general los demagogos se convierten en gobernantes autoritarios e incluso dictatoriales cuando suben al poder, bajo el pretexto de que ellos encarnan a las masas. Este tipo de perfiles suelen ganar elecciones en momentos de desgaste y desprestigio de las instituciones.

La democracia implica debate y discusión en un entorno tolerante. El uso de términos peyorativos la entorpece a dividir a los contendientes bajo falsas etiquetas de “buenos” y “malos”. Es necesario restituir los términos que se usan – si el lector insiste en recurrir o no a los mismos con conocimiento de causa será otra cosa.

Quizás el juego de nuestra clase política es que usemos su lenguaje para podernos manipular con mayor facilidad, sean del partido que fueren.

 

(1) http://www.gurupolitico.com/2011/03/lenguaje-poder-y-control-fernando.html

(2) http://www.gurupolitico.com/2011/01/la-mexicanidad-un-discurso-agotado.html

Fernando Dworak
Licenciado en Ciencia política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestro en Estudios legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (FCE, 2003) y coautor con Xiuh Tenorio de Modernidad Vs. Retraso. Rezago de una Asamblea Legislativa en una ciudad de vanguardia (Polithink / 2 Tipos Móviles). Ha dictado cátedra en diversas instituciones académicas nacionales. Desde 2009 es coordinador académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM.
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