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Antonio Salgado Borge

05/02/2016 - 12:00 am

El ocaso de Televisa

Las duras críticas y burlas a Andrea Legarreta en internet, que llevaron a esta conductora posteriormente a evidenciar en un exabrupto twittero la lógica con que opera la empresa para la que trabaja, son la más reciente muestra de que la estrella de Televisa se extingue velozmente.

El ocaso de Televisa es una magnífica noticia para nuestra democracia. Foto: Archivo Cuartoscuro
El ocaso de Televisa es una magnífica noticia para nuestra democracia. Foto: Archivo Cuartoscuro

Durante nuestra primera clase de sexto de primaria, el maestro de Ciencias Sociales anunció al grupo: “mi meta es que a finalizar este semestre una cosa les haya quedado muy clara: Televisa, el América y el PRI son la misma porquería”. El profesor era fanático de las Chivas, por lo que en ese momento su comentario nos hizo reír a todos. Sin embargo, durante el curso a algunos nos fue quedando claro que nuestro maestro se refería a un matrimonio entre el partido en el poder y el principal medio de comunicación del país. Era 1990 y en mi ciudad no había cable ni internet. Contábamos con cuatro canales: dos de Televisa, uno del gobierno local y uno del gobierno federal.

Pero la realidad nacional ha cambiado y desde hace algunos años algo va muy mal para Televisa. Las duras críticas y burlas a Andrea Legarreta en internet, que llevaron a esta conductora posteriormente a evidenciar en un exabrupto twittero la lógica con que opera la empresa para la que trabaja, son la más reciente muestra de que la estrella de Televisa se extingue velozmente. Si bien la asociación entre Televisa y el gobierno mexicano no es nada nuevo, en otra época, antes del internet y de las redes sociales, probablemente comentarios de actores convertidos en voceros oficiales hubieran pasado desapercibidos. Actualmente esto es prácticamente imposible; el arrendamiento de espacios televisivos solapar mentiras gubernamentales es duramente vituperado por los cibernautas.

El ocaso de Televisa es una magnífica noticia para nuestra democracia. Aprovechando el capitalismo a la mexicana –sin regulación y protegido por el poder político- esta empresa llegó a convertirse en parte del grupo de conocidos gigantes hegemónicos que impera en nuestro país. Pero Televisa no es una manufacturera de harina de maíz o una productora de cemento, monopolios cuyo dominio se traduce principalmente en precios caros y poca innovación. Televisa es una empresa que acaparó el control de un medio que ha transformado a nivel mundial la forma en que generaciones completas de seres humanos entienden el mundo. Si el juicio de contra esta empresa es irremediablemente severo es porque, montada sobre una concesión pública, la programación producida por este cuasimonopolio ha jugado un papel fundamental en la formación de individuos alienados, acríticos y despolitizados. La llegada de TV Azteca, su joven clon enano, no cambió gran cosa.

Desde su nacimiento Televisa ha obtenido parte de su enorme poder político arrendando al gobierno sus servicios de simulación y disimulación. Durante todo este tiempo la verdad sólo ha tenido cabida en su pantalla cuando ésta coincide con las conveniencias del poder político o es de plano políticamente irrelevante. Si bien tienen razón quienes defienden que no tiene sentido pensar que una televisora privada deba ser la encargada de la educación cívica de una población, paradójicamente, dada la naturaleza del medio y el papel que juega la información en una democracia, la televisión termina por incidir irremediablemente en la cultura democrática de sus usuarios. Es por ello que la presencia de un actor preponderante en el mercado cobra tanta relevancia.

Se supone que el regreso del PRI a Los Pinos fortalecería el poder político de Televisa; sin embargo, en este sexenio claramente ha ocurrido lo contrario. Dos factores contribuyen a explicar este fenómeno: 1) la creciente penetración del internet y de la televisión de paga en México y 2) el surgimiento de la generación denominada millennials. El primero de estos factores  forma parte de una tendencia mundial de la que nuestro país, aunque más lentamente de lo esperado, no ha dejado de participar. Cada vez más mexicanos pueden recurrir a contenidos distintos a los ofrecidos por los canales de Televisa, quedando al descubierto que si éstos fueron tan exitosos se debió a que eran prácticamente los únicos. Además, la apertura a nuevas opciones informativas deja claro a cada vez más personas las verdades que Televisa y TV Azteca tergiversan u ocultan a través de sus noticieros.

Por su parte, los millennials se le han indigestado al duopolio televisivo porque muchos de ellos –al menos un porcentaje mayor que el de otros grupos de la población- han crecido con acceso a internet y teléfonos celulares. La mayoría de los internautas millennials no ven televisión. Éstos prefieren enterarse de las noticias por internet, y mucho más tiempo a navegar en la red que a ver televisión abierta. Además, los millennials le creen mucho más a los referentes surgidos en sus plataformas que a las figuras de la televisión. Por obvias razones las nuevas generaciones reemplazan a las anteriores, situación que ha puesto en predicamento la viabilidad del modelo tradicional de negocio de Televisa.

La disminución en el valor de las acciones de Televisa y los cambios radicales en su estructura demuestran que los tiempos le están pasando factura al otrora todopoderoso poder hegemónico televisivo. De acuerdo a un reportaje de Jenaro Villamil publicado en la revista Proceso, actualmente 53% de los ingresos de esta compañía provienen de los segmentos de televisión digital y telecomunicaciones. En el primero de los dos segmentos Televisa es de nueva cuenta el actor dominante, aunque la influencia de sus contenidos se atomiza entre la oferta de canales que incluyen sus servicios de paga y en las múltiples opciones que compiten a los servicios que presta vía internet.

Esto significa que Televisa probablemente logrará revertir sus números negativos y que está muy lejos de morir como empresa, pero también que estamos ante el ocaso de Televisa entendida como avasallador poder político. El triunfo de “El Bronco” en Nuevo León demuestra que es posible ganar una elección aún con esta empresa como enemigo. En estos momentos el alcance de su influencia puede ser engañoso, pues el gobierno de Enrique Peña Nieto necesita del apoyo de esta televisora para sostener su magra aprobación con alfileres. En un sentido, Televisa y el PRI siguen siendo “lo mismo”; pero gradualmente dejarán de serlo y ambos tendrán que aprender a sobrevivir por su cuenta.

@asalgadoborge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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