A principios de marzo de 2020 ya se tenía registro de al menos 10 casos de coronavirus en el país y el resguardo voluntario en los hogares llegaría días después. Pero ni el resguardo logró mitigar la protesta del 8 de marzo en el Día de la Mujer. El enojo seguiría ahí y, sobre todo, los motivos que lo alimentan.
Ciudad de México, 5 enero (SinEmbargo).- ¿Qué pasó con el enojo de las mujeres por la situación de inseguridad que viven en México? Ni la pandemia lo pudo parar.
Apenas era la segunda semana de febrero de 2020, en varios puntos del país las mujeres salieron a protestar por el asesinato de Ingrid. La foto de su cuerpo ameritó, según editores de periódicos amarillistas, una portada a todo color. El 14, Día del Amor y la Amistad, el enojo tuvo como epicentro Palacio Nacional, en específico, la conferencia matutina del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Luego siguió la marcha del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer. Las calles se pintaron de morado y verde, que son los colores del feminismo y de la lucha por la despenalización del aborto. En las calles apenas se escuchaba el rumor de que ya había casos de COVID-19 en el país, pero eso poco importó, o al menos ese día no fue el tema. La marcha fue histórica y no por ser inédita, sino porque cientos de mujeres salieron a marchar en la mayoría de los estados donde la violencia, en cualquiera de sus representaciones, las asfixia día a día.
Es justo esa la razón por la que ni una pandemia logró mitigar las protestas de mujeres y feministas. A pesar de que cientos se guardaron en casa, no estuvieron a salvo porque ahí estaba el enemigo o porque simplemente no importa que haya un virus en el aire porque ni eso detuvo la violencia: en el año 2020, 3 mil 425 mujeres fueron asesinadas; 416 fueron víctimas de trata de personas; hubo 15 mil 240 casos de violación y 200 mil 640 delitos de violencia familiar.
En este año histórico, las mujeres mexicanas salieron a la calle y, en la exigencia del derecho a la vida libre de violencia, se encontraron con cercos policiacos, como ocurrió en el Estado de México, Ciudad de México y en Quintana Roo.
Las manifestaciones se volvieron un tema de conversación en esta pandemia. Que si no son las formas, que si la pared no se raya o que si algunas ya tienen ganados los derecho. De acuerdo con académicas especialistas en género, las opiniones en contra de las diferentes formas de protesta son a causa de que se salen de ese estereotipo que se espera de una mujer que sale a la calle.
Y eso llega hasta el poder, ya sea el poder municipal, estatal o el presidencial. “Las manifestaciones de mujeres son incómodas históricamente”, aseguró Amneris Chaparro Martínez, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Lo que es interesante es que las mujeres ahora salimos a la calle a protestar. Salir a la calle es un atrevimiento de las mujeres en México, entonces salir a protestar es una valentía porque se reta al Estado y además así es percibido”, comentó por su parte Edith Olivares Ferreto, jefa de la Unidad de Derechos Humanos de Amnistía Internacional México.
EL ENOJO Y LA REACCIÓN DEL ESTADO
En el año de la pandemia quedó demostrado que las manifestaciones de mujeres no son exclusivas de la Ciudad de México. En Chiapas, Quintana Roo, Veracruz, Nuevo León, Estado de México, Baja California, Oaxaca, Puebla y Guerrero se realizaron actos de protesta importantes y de vanguardia.
De acuerdo con la doctora Amneris, la razón por la que los reflectores están ahora en la periferia es porque están ahí las mujeres que se enfrentan a los mayores índices de violencia feminicida, combinado con los mayores índices de impunidad.
“La Ciudad de México la pensamos como ese lugar que quiere ser cosmopolita y que en algunos sectores lo es, aunque eso no le quita el tener sus grandes déficits con las mujeres. Pero esos otros lugares donde hay un pensamiento absolutamente conservador, donde las mujeres siguen luchando por derechos que en la capital ya están ganados, creo que esos lugares son la clave. Son mujeres muy organizadas, conscientes, inteligentes en sus estrategias, están haciendo ruido y tiene que ver con sus condiciones estructurales de violencia y de precarización económica […] Hay que ponerles más atención y no por hacerles un favor, sino porque están poniendo una marca importante en el feminismo mexicano”, expuso Chaparro Martínez.
Para muestra está lo que ocurrió en la última mitad del año: las mujeres de diversos estados procedieron a la toma de las centrales de derechos humanos. Incluso en Puebla tomaron el Congreso. En algunos casos, la respuesta del Estado fue colocar cercos policiacos, pero en otros la represión, como ocurrió en el Estado de México.
Otro caso que resalta fue el que ocurrió el 10 de noviembre en Cancún, cuando feministas protestaron por el feminicidio de Bianca Alexandrina, de 20 años de edad. La manifestación se dispersó a balazos.
“En este país hay un problema estructural de cómo funcionan, operan y se comportan las policías. Tenemos un historial de violaciones a derechos humanos por parte de cuerpos policiales que van del uso excesivo de la fuerza, detenciones arbitrarias, desapariciones exprés, forzadas y violencia sexual. En este año se acentúa en el caso de las mujeres porque ahora están ocupando el espacio público para protestar y eso parece descolocar a muchos actores policiales y políticos”, comentó la maestra Olivares Ferreto.
Agregó que sorprende a las autoridades que esas mujeres “estén bravas y enojadas” y en consecuencia la causa de la protesta se desvía a las formas en que protestan las mujeres o la forma en cómo actúa la policía, cuando lo que se tiene que discutir son las razones por las que salen a protestar.
Para la investigadora de la UNAM, la respuesta policial es también resultado de no poner atención a las periferias, lo que da margen a los ejercicios discrecionales.
“El antecedente es Atenco con las violaciones masivas de mujeres que se manifestaban. Eso es lo más grave, que en muchos gobiernos existe esta discrecionalidad en el uso de la fuerza cuando las mujeres lo que piden es tener una policía más capacitada que las proteja. Es la reacción misógina, no metafórica, sino literal del Estado que busca castigar y decirle a las mujeres que este no es su lugar y lo dice de una manera brutal, que causa daños físicos y psicológicos”, aseguró Chaparro Martínez.
LA PERSPECTIVA PARA 2021
En su conferencia matutina del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el Presidente López Obrador al ser cuestionado sobre si considera que los homicidios y los feminicidios tienen la misma causa, dijo: “En general sí, porque ha habido mucha desintegración en las familias, mucha pérdida de valores”.
Tuvo que hablar la Secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero. Ella señaló directamente al “sistema cultural machista y patriarcal” imperante como el responsable de la violencia contra las mujeres en México, país en el que son asesinadas 10 mujeres al día.
En reiteradas ocasiones, también en su conferencia matutina, el Presidente ha insistido en que hay “falsos feministas” en el movimiento de mujeres, en ocasiones señala que el movimiento es orquestado por “la oposición”.
Para la representante de Amnistía Internacional México, no solo es el Ejecutivo federal el que actúa de esa manera, sino que se replica en los distintos órdenes de gobierno. “Tienen una narrativa que no reconoce la violencia contra las mujeres como una violación a los derechos humanos que se comete de manera cotidiana en el país y en la que el Estado tiene responsabilidad”.
La maestra Olivares Ferreto mencionó que llama la atención el desconocimiento de algunas de las autoridades respecto a los convenios y tratados que el mismo Estado mexicano ha firmado, en los que se reconoce que la violencia contra las mujeres, aún cuando se cometida por particulares, es responsabilidad del Esrado.
“La convención Belém do Pará dice que la violencia contra las mujeres es una violación a los derechos humanos, que es tolerada por los estados y que es trabajo de estos hacer trabajo preventivo para que particulares no cometan esta violencia […] Las autoridades deben reconocer que las razones por las que las mujeres salen a protestar son legítimas”, añadió.
En la conclusión de esta revisión del año en que con todo y pandemia las mujeres no dejaron de protestar, la doctora Amneris mencionó un término que impera en el tema de las protestas de mujeres y es que éstas, históricamente, han sido “incómodas”, ya que “desafía las normas de género; desafía las ideas hegemónicas de femineidad, es decir, los modales y las actitudes que deben tener las mujeres y también desafía el orden de género. Desafía las relaciones no igualitarias que se disfrazan de relaciones de amor o de cuidado, desafía el ordenamiento de la división sexual del trabajo donde a las mujeres les corresponde ‘por naturaleza’ ciertas actividades y a los hombres otras, que curiosamente son las más prestigiosas”.
Y como las causas que provocan el enojo se mantienen, las protestas, en todas sus expresiones, lo harán también.
“El feminismo contemporáneo mexicano incomoda al poder y no solo es una cuestión de la 4T (como se le conoce a la Cuarta Transformación) o de lo que sucede en Palacio, hay en todos los gobiernos locales una resistencia a escuchar a las mujeres, a tomarlas en serio cuando las mujeres son los blancos de atrocidades de violencias por ser mujeres. Hay una paradoja en los gobiernos de izquierda que por un lado quieren hacer cambios sociales profundos, pero por otro se olvidan de lo que sería la revolución más importante, que es la género. Se olvidan de que el orden dentro de la casa, de la familia, es un orden absolutamente antidemocrático que deja a las personas más vulnerables en condiciones de aún mayor subordinación”, añadió Chaparro Martínez.
Por último, mencionó algunos ejemplos: “en el Siglo XIX con las sufragistas, llegaron los filósofos románticos a decir que las mujeres tenían menos capacidades intelectuales; pasó con las mujeres de la Segunda Ola en Estados Unidos, que se les ridiculizaba; pasa en México con las mujeres que se manifiestan, se les persigue o ridiculiza en los medios de comunicación. Siempre hay ese tipo de reacciones que buscan contrarrestar los muchos o pocos avances que tienen las mujeres. Cuando esas reacciones vienen de la principal tribuna es problemático pero muy sintomático del tipo de país que sigue sin tomarse en serio las demandas legítimas de las mujeres”.