Impactos de asteroides y diamantes defectuosos

04/12/2014 - 12:00 am
Cráter de meteorito en Arizona. Wikipedia
Cráter de meteorito en Arizona. Wikipedia

Desde hace más de medio siglo los científicos conocen un secreto que a más de uno (o una) le podría interesar: donde ha caído un asteroide encontrarás piedras preciosas, incluyendo un tipo de diamante. Sin embargo, un nuevo estudio revela que estos últimos, a diferencia de los diamantes terrestres, tienen algunos “defectos”.

Los diamantes son minerales cuya composición es idéntica a la del grafito de la punta de un lápiz: ambos están formados por átomos de carbono. Pero en el fondo, no hace falta preguntar cual apreciamos más y de cuál desearíamos tener un pedazo en la mano, ¿no?

Los diamantes “naturales” se forman bajo condiciones realmente extremas de presión y temperatura y a profundidades mayores a 150 kilómetros. Su crecimiento se da a partir de fuentes de carbono, puede llevar cientos o miles de millones de años formar una piedra del tamaño de una nuez y llegan a la superficie mediante erupciones volcánicas y flujos de lava.

Sin embargo, hay otra forma de obtenerlos: encontrando impactos de asteroides.

Cuando una de estas rocas interplanetarias llega a nuestro planeta y choca contra la superficie, las capas terrestres se ven sujetas a presiones y temperaturas muy altas, produciendo una gran cantidad de extraños y exóticos minerales. Uno de estos es la lonsdaleíta, una forma de diamante.

La historia de la lonsdaleíta inicia hace 50 años, cuando científicos reportaron que en el Cañón del Diablo —un cráter en Nuevo México, EU, producto del impacto de un gran meteorito— había una “nueva forma” de diamante cuyos átomos de carbono arman una estructura cristalina hexagonal (de esto que también se le conozca como diamante hexagonal). El mineral fue bautizada en honor de la famosa cristalógrafa Katheleen Lonsdale.

Desde entonces, la lonsdaleíta ha sido usada por los científicos como un indicador de antiguos impactos de asteroides, incluyendo aquellos ligados a extinciones masivas. Además, sus propiedades físicas lo hacen mejor candidato que el diamante para algunas tareas industriales. Sin embargo, hasta ahora, nunca se han encontrado ni sintetizado cristales realmente puros, ni siquiera en pequeñas cantidades.

Así, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Arizona re-examinaron la lonsdaleita encontrada en el Cañón del Diablo y la compararon con muestras de laboratorio fabricadas bajo condiciones físicas similares a donde se reporta su hallazgo.

Granos de lonsdaleíta encontrados en el Cañón del Diablo. Universidad de Arizona/Laurence Garvie
Granos de lonsdaleíta encontrados en el Cañón del Diablo. Universidad de Arizona/Laurence Garvie

Usando microscopia electrónica, el equipo descubrió en ambos tipos de lonsdaleíta, la existencia de agrupaciones cristalinas llamadas mascla y que producen cristales gemelos. Pero además encontraron que la estructura del mineral es cúbica regular como en el caso del diamante, sólo que la presión del choque ha causado defectos dentro del cristal. Lo que en un principio había sido considerado un “nuevo tipo” de diamante, podría en realidad no serlo.

“La lonsdaleíta es parte de las bien conocidas formas cúbicas de diamante, pero está llena de defectos”, dice Péter Németh, primer autor del artículo que publica el estudio en la revista Nature Comunications.

El estudio confirma que tanto los choques como la compresión estática pueden generar grandes deformaciones en la estructura interna de los diamantes. Además, comprueba que los diamantes encontrados en el Cañón del Diablo poseen interesantes propiedades mecánicas, de excepcional dureza.

“La mayoría de los cristales tienen estructuras regulares que se repiten, parecido a los ladrillos en un muro bien construido”, dice Peter Buseck, colaborador en la investigación. Pero en la lonsdaleíta “hay defectos intercalados con la estructura normal de un diamante, como si el muro tuviera algún ladrillo más largo o más corto o si tuviera una fila de ladrillos ligeramente desplazada de un lado a otro”, concluye Buseck.

Ya sea un diamante perfecto o uno defectuoso, creo que a cualquiera nos gustaría tener un pedacito del mineral. Por lo demás, como dice el comercial “un diamante la lonsdaleíta, es para siempre”.

Vicente Hdez

Twitter @naricesdetycho

Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
en Sinembargo al Aire

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