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Darío Ramírez

04/09/2014 - 12:01 am

La prensa se rinde ante el Presidente

No es ocioso criticar a nuestra prensa. Es un ejercicio necesario e útil. La prensa es un actor fundamental en nuestra democracia. Hoy damos por hecho que la prensa es ajenos a nosotros y, más bien, es un actor que busca sus propios intereses. Es de los pocos actores que a pesar de que su […]

No es ocioso criticar a nuestra prensa. Es un ejercicio necesario e útil. La prensa es un actor fundamental en nuestra democracia. Hoy damos por hecho que la prensa es ajenos a nosotros y, más bien, es un actor que busca sus propios intereses. Es de los pocos actores que a pesar de que su actividad es de interés público no llevan a cabo ningún tipo de ejercicio de rendición de cuentas ante la sociedad. Se sienten que habitan en el olimpo de la información. No se deben a nadie sino a ellos mismos y su auto-subsistencia. Destierran la credibilidad como negocio y como cimiento de la información.

¿Para qué estudiar periodismo? La pregunta la dirigía a mis alumnos cada inicio de curso. Salvo algún despistado, todos contestaban enalteciendo la función social del periodismo. Repetían con entusiasmo que su información serviría a la sociedad para tomar decisiones. Serían los ojos y oídos de la audiencia para escrupulosamente revisar los actos de gobierno y denunciar aquellos actos públicos contrarios a las normas. Creían en lo que decían. Se respiraba utopía entre esas mentes jóvenes. Al final de esa primera clase dejaba flotando la pregunta: ¿Cuál creen que sea el factor que hará que pierdan esa utopía? Algún valiente siempre respondía, serán los mismos medios, nuestros primeros trabajos, será la maquila de la información y la desvalorización de la verdad periodística.

De aquí la necesidad de la autocrítica permanente por parte del periodista. Es cierto que esos enunciados son los ideales, pueden ser hasta utópicos, pero el ideal y la utopía son indispensables si el periodismo aspira a ser un contrapeso del poder.

Pero en nuestros medios no existe la autocrítica. No se conoce y se desecha inmediatamente. Los alumnos tienen razón. Revisar las portadas después del informe presidencial confirma el temor estudiantil. El nado sincronizado de los principales periódicos confirma que no hicieron el trabajo que les tocaba: informar, explicar y criticar lo que había dicho el Presidente.

Portadas del 3 de septiembre de 2014 de los principales diarios
Portadas del 3 de septiembre de 2014 de los principales diarios
Portadas del 3 de septiembre de 2014 de los principales diarios
Portadas del 3 de septiembre de 2014 de los principales diarios

La imagen de arriba son las portadas un día después del informe presidencial. Los dichos del presidente sin ningún contrapeso. Son portadas repletas de sound bites más que de decisiones editoriales periodísticas. Las portadas son la voz de los periódicos, son el resultado de una decisión editorial que le dice a su audiencia: esta es la noticia más importante.

La esencia de la libertad de prensa radica en el derecho de cada medio en publicar la información de acuerdo a su línea editorial. Abrazan la libertad de prensa, y qué bueno, lo malo es que a nuestro sistema de medios le falta la otra pieza que hace contrapeso a esa libertad.

Lo que encontramos impreso en las portadas es la ausencia de criterios mínimo de periodismo independiente. Hay un servilismo con el mensaje oficial. Una complacencia para con el poder. Hay una decisión editorial de extinguir la llama del periodismo que es la duda, la verificación de los datos y la interrogación constante al poder. Decía Tomás Eloy Martínez, “Allí donde los documentos parecen instalar una certeza, el periodismo instala siempre una pregunta.”

Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar: esos son los verbos capitales del periodismo, ¿Dónde están esos verbos en las portadas que nos arrojan los periódicos? Lejos de cuestionar la veracidad del dicho del Presidente,  se confía ciegamente en el personaje que claramente está satisfecho consigo mismo. Los Pinos deben de estar contentos por el benevolente trato de la prensa. Por la ausencia de las dudas mínimas sobre la veracidad del discurso  del Ejecutivo. Los mensajes bien planeados por el equipo del Presidente fueron adoptados, sin ningún filtro, por las ocho columnas de los principales diarios. Todos los diarios optaron por reproducir lo que se les mandaba, en vez de indagar qué era lo que no se estaba diciendo. Tal vez ahí estaba la nota. Tal vez lo fundamental estaba en buscar donde no quería que buscaran.

Algún editor podrá argumentar que los anuncios presidenciales dados eran parte de la agenda informativa y tenían que ser cubiertos. Y sin duda estaríamos de acuerdo. La pregunta sería si las portadas de Excélsior, La Jornada, El Universal y La Razón que citan textual a Enrique Peña Nieto son producto de un ejercicio periodístico ético e independiente. No está de más recordar que uno necesita ser independiente para llegar a la verdad, y cuánta más verdad tiene uno, de más libertad dispone. ¿Está el interés público de la información, la verdad y la independencia editorial en las portadas del 3 de septiembre 2014? No, creo que no. Y lo más grave, al parecer esa tentación de reproducir el mensaje presidencial cada año ya es costumbre.

Portadas del 3 de septiembre de 2013 de los principales diarios
Portadas del 3 de septiembre de 2013 de los principales diarios
Portadas del 3 de septiembre de 2013 de los principales diarios
Portadas del 3 de septiembre de 2013 de los principales diarios

El informe presidencial fue una letanía de autoelogios (y no digo que sea mentira su contenido), pero a Enrique Peña Nieto le dio exactamente lo mismo lo que dijera la Constitución:

“Artículo 69.- En la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Periodo de cada año de ejercicio del Congreso, el Presidente de la República presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país.”

Importante distinguir entre un informe de lo que se ha hecho con un informe que señale el estado general del quehacer público. El espíritu del informe dista mucho de los autoelogios. Es un ejercicio, en teoría, de rendición de cuentas al Poder Legislativo. Escoger omitir los grandes problemas que enfrenta el país hace que el ejercicio se reduzca a un spot publicitario.

 A pesar de que el periodismo ha sufrido grandes transformaciones, principalmente con el Internet, la esencial de esta profesión sigue siendo la misma: los periodistas están obligados todo el tiempo a servir a su audiencia, evitando el escándalo y los golpes de efecto, y respetándola con noticias genuinas e  investigaciones serias. Al ver las portadas citadas no veo dónde está esa función de “servir a la audiencia”. Entonces, ¿si los valores fundacionales del periodismo no han cambiado, qué ha pasado? ¿Por qué tanta complacencia? ¿Cómo podes aceptar sin contra pisas que cada año sea el mismo binomio entre poder y prensa?

Tomás Eloy Martínez afirmaba que el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, es una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué, y el cómo de las cosas, con el compromiso de que su razón de ser radica en sus lectores y audiencia. La prensa se rindió ante el presidente. Nuestra prensa ha abandonado su razón de ser y con ello proporciona un golpe cuasi fatal a nuestra democracia. La adulación, complacencia y benevolencia de poco nos sirve.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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