Días de chicle. Celene Guzmán. Conaculta/Instituto Sinaloense de Cultura

04/08/2014 - 12:00 am

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La gran pregunta es, siempre, qué se requiere para contar una historia. Y como la literatura no viene de la nada, la respuesta resulta más que obvia: por lo regular, una historia se desprende de las cosas más sencillas: primero de nosotros mismos, de lo que vemos y de lo que vamos recuperando en el camino; de lo que acumulamos en la memoria y de lo que –en el caso de la ficción– imaginamos. Es entonces que una voz propia hace su trabajo, y allí va, el texto, solo: “Yo pienso. Yo siento. Yo veo. Yo hago. Yo lloro. Yo vivo. Yo pretendo. Yo entiendo. Yo hablo. Yo me aloco. Yo confundo. Yo malinterpreto. Yo canto. Yo duermo. Yo respiro. Yo río. Yo quiero. Yo… soy”, dice Celene y esa es la clave de este libro: es uno de nosotros contando, porque alguien tiene que contarlo; porque debe ser contado. “No salió mi préstamo, me gusta la bicicleta pero no es para tanto. Te extraño”, agrega la autora que antes dice: “Hay días que son como chicle; se estiran, se estiran y se estiran. Las horas parecen necias…”.

Días de chicle es una historia sencilla. Camina con los pies de una mujer; se viste ligero, para el calor de un puerto en el Pacífico. Es un diario cuando quiere y es un huracán que toma fuerza; es un barco camaronero huyendo de la tormenta, o hundiéndose porque la carga, viva, quiere todavía más mar. Son cartas para nadie o un recado que viaja lejos dentro de una botella perdida. Tiene candor de adolescencia, y madurez para detener la respiración. Hay una primera voz que se replica en otras voces; está el arrebato, también, y esos son momentos que se agradecen: el arrebato estalla, cuando se razona, en poesía:

“Demasiadas llamadas / Demasiadas presiones / Demasiadas malas caras / Demasiadas monedas de a peso /Demasiadas carcajadas / Demasiadas pendejadas / Demasiadas cobradas / Demasiadas ciruelas amarillas / Demasiadas colillas / Demasiadas sonrisas / Demasiadas joterías / Demasiadas conjeturas / Demasiado sueño para demasiadas horas largas”.

Porque estallar nos hace adultos, y estallar en palabras nos vuelve, por necesidad, escritores:

“Fumé en el balcón.
Abril llamó.
Llegó el recibo del agua, no es mucho. Cené pizza, coca y una rosa”.

Celene se sube, en Días de chicle, a un papalote. Se deja ir y revienta su cuerda, aunque ella insiste en decir lo contrario (…“nacimos para imaginar, para volar. Algunos papalotes vuelan más alto que otros”). Celene se ha permitido soñar como sueñan todos, pero ella ha decidido contarlo.

–Alejandro Páez Varela. Invierno de 2013

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Celene Guzmán

celene_guzmanNació en Mazatlán, Sinaloa, en 1979. Es escritora, ex directora del Área Infantil de la Feria del Libro y las Artes de Mazatlán. Colaboró con medios como Río Doce y trabajó en el Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de esa misma ciudad. Actualmente continúa siendo promotora cultural.

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