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Ricardo Ravelo

04/07/2024 - 12:03 am

“Mayo” Zambada: El capo invisible

Zambada sigue vigente en el negocio del tráfico de drogas. El Gobierno de Estados Unidos lo considera un capo activo y cabeza central del Cártel de Sinaloa. Sin embargo, nadie lo molesta ni lo persigue. 

"El Mayo" Zambada.
«Zambada sigue vigente en el negocio del tráfico de drogas. El Gobierno de Estados Unidos lo considera un capo activo y cabeza central del Cártel de Sinaloa. Sin embargo, nadie lo molesta ni lo persigue». Foto: DEA

Ismael “El Mayo” Zambada es el capo más longevo que sigue activo en el tráfico de drogas; a lo largo de más de cuatro décadas ninguna autoridad lo ha detenido. Es más, ni lo molestan allá en la sierra de Sinaloa, su refugio, donde tiene crianza de ganado, venta de leche y decenas de actividades agropecuarias. La DEA, la Agencia Antidrogas Norteamericana, ofrece quince millones de dólares por su cabeza, pero el jefe máximo del cártel sinaloense parece ser un capo invisible, pues no hay autoridad policiaca ni militar que se atreva a capturarlo. Ha militado en tres cárteles. Guadalajara, Juárez y Sinaloa. Quizá el mayor mérito de este personaje sea su discreción, pues no se deja ver y para llegar a él los visitantes tienen que pasar por unos diez cinturones de seguridad y esperar varios días hasta que Zambada ordene la hora y el día para recibirlo. Esta es la gran historia de uno de los capos emblemáticos del crimen organizado mexicano.

Ismael “El Mayo” Zambada parece ser un capo invisible. Nadie lo ve, nadie lo persigue a pesar de que el Gobierno de Estados Unidos ofrece quince millones de dólares por su cabeza, la recompensa más alta que se ha establecido para localizar a un criminal de altos vuelos como el jefe máximo del Cártel de Sinaloa.

Sobreviviente de mil batallas, Zambada tiene poco más de ochenta años y a lo largo de su carrera criminal ha militado en al menos tres cárteles: Guadalajara, cuando este grupo era dirigido por Miguel Ángel Félix Gallardo allá por los años setenta; Juárez, cuando esta organización era comandada por Amado Carrillo Fuentes –su compadre –hasta 1997 y, por último, en el Cártel de Sinaloa, grupo criminal al que llegó tras la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, en enero de 2001, tras fugarse del penal de Puente Grande, Jalisco.

Desde aquellos años nadie lo molesta en su natal Sinaloa. Produce ganado, leche, carne y quesos de los mejores; se mueve con absoluta libertad por las calles de Culiacán y hasta se da el lujo de acudir a restaurantes y hacer sobremesa acompañado de amigos y socios.

Todo esto ocurre a pesar de que las autoridades mexicanas y norteamericanas aseguran que le siguen los pasos al jefe del Cártel de Sinaloa, el más longevo, quien lleva cuarenta años gozando de libertad e impunidad.

Su búsqueda está prácticamente cancelada por parte de las autoridades mexicanas, a pesar de que la DEA aumentó la recompensa por su cabeza. El año pasado ofreció quince millones de dólares para quien aporte información que permita su detención. Pero no pasa nada: el capo sigue blindado.

Antes, la oferta era de cinco millones de dólares, pero como aseguran que las operaciones de búsqueda se han intensificado, ahora ofrecen diez millones de dólares más. Con este aumento la suma total asciende a quince millones de dólares para quien aporte pistas sobre su paradero.Zambada García, quien antes de incursionar en el hampa se desempeñaba como empleado de una mueblería en Culiacán, Sinaloa, es uno de los capos sobrevivientes de la llamada “vieja guardia” junto con Rafael Caro Quintero, quien retomó actividades en el narcotráfico en el año 2013, luego de que las autoridades judiciales lo liberaron. A principios del 2023 fue recapturado y actualmente está preso en el penal de La Palma, Estado de México, acusado del asesinato de Enrique Kiki Camarena, el agente de la DEA que fue torturado y asesinado en 1984 en un rancho de Michoacán.

En 2013,  su liberación ocurrió luego de que sus abogados –seguramente con el apoyo de algunos jueces corruptos –interpusieron un recurso legal para solicitar que fuera puesto en libertad. Argumentaron que su cliente había sido juzgado, tras su detención, por una autoridad incompetente que lo acusó indebidamente del homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, a quien los miembros del Cártel de Guadalajara, poderoso entonces, asesinaron por venganza.

El alegato se centró en que la Procuraduría General de la República (PGR), por ser una instancia del ámbito federal, no podía investigar ni procesar a Caro Quintero por un homicidio. Aquella argucia funcionó y el juez del caso, presuntamente sobornado por el narcotráfico, liberó al exjefe del Cártel de Guadalajara.

Después de dieron cuenta que había sido un error, que la PGR sí era autoridad competente. Entonces ordenaron su reaprehensión, pero Caro Quintero ya estaba resguardado en un escondite en el norte del país y encabezando al llamado Cártel de Caborca, actualmente bajo la conducción Gil Caro Quintero, su sobrino.

Lo mismo ocurre con Zambada García, actual jefe del Cártel de Sinaloa, quien relevó a “El Chapo” Guzmán tras su detención, en 2014.

De acuerdo con las denuncias interpuestas por los candidatos perdedores de la coalición PRI-PAN-PRD, “El Mayo” Zambada y otros miembros del Cártel de Sinaloa, como los hijos de “El Chapo” Guzmán, operaron en favor del partido MORENA durante la elección intermedia del 6 de junio de 2021.  

Los contrincantes de MORENA le atribuyen al narcotraficante facultades de negociador; aseguran que fue el gran elector aquel 6 de junio de 2021 para que al menos en Sinaloa, Nayarit, San Luis Potosí y Michoacán ganaran los abanderados del partido del Presidente.

Las pruebas de la intervención del crimen organizado en las elecciones no las quiso recibir el Presidente Andrés Manuel López Obrador cuando se las ofreció el entonces Gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, quien las puso a disposición de la Fiscalía General de la República –que ni siquiera integró la carpeta de investigación correspondiente — y luego viajó a Estados Unidos para entregar una carpeta ante la Organización de Estados Americanos (OEA).

Hasta ahora nadie conoce pormenores de esas pruebas que, aseguran los denunciantes, confirman cómo el Cártel de Sinaloa operó en favor de MORENA. El propio Aureoles ha dicho que López Obrador es un “narcopresidente”, pues durante su mandato protegió los intereses del crimen organizado. Lo que sí denunciaron los representantes de los partidos que compitieron en alianza es que, días previos a la elección, fueron secuestrados decenas de representantes de casilla y miembros de los partidos opositores a MORENA. Esto, se asegura, ocurrió en Sinaloa, el feudo de “El Mayo” Zambada, quien por cierto vive en esa entidad muy quitado de la pena, en la impunidad total.

Asegura la DEA que busca al jefe del Cártel de Sinaloa, pero resulta muy extraño que nadie lo ubique, ni la inteligencia militar tan sofisticada que, dicen, existe en México y que opera con los equipos tecnológicos más novedosos.

Lo cierto es que la política criminal de López Obrador, con base en la línea que ha trazado Estados Unidos –el que manda en estos temas –es que no se persiga a los cárteles, no se usa la fuerza ni se detiene a narcotraficantes. Ahora la estrategia es bloquear zonas estratégicas, como puertos y aduanas, por donde trafican con drogas, armas y dinero. Sobre todo lo que más preocupa al Gobierno norteamericano es el tráfico de fentanilo a través de los puertos. Pero algunas fuentes consultadas aseguran que de nada ha servido que los marinos ahora estén en las aduanas y puertos, pues desconocen las operaciones y todo el funcionamiento aduanero. Ahí los ganones siguen siendo los altos funcionarios a cargo de las aduanas.

Mientras la política antimafia no cambie, el jefe del Cártel de Sinaloa, por quien ahora Estados Unidos ofrece una recompensa de quince millones de dólares, ni se inmuta. Sigue viviendo en la impunidad, produciendo queso, leche, carne, ganado de alto registro y traficando con drogas.

Para la DEA, Ismael “El Mayo” Zambada siempre fue el verdadero jefe del Cártel de Sinaloa. La figura de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, era decorativa.

Zambada tiene una larga historia: militó en el Cártel de Guadalajara cuando éste era encabezado por Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto”; era contemporáneo de Pablo Acosta Villarreal, “El Zorro de Ojinaga”, quien se suicidó en 1989 cuando iba a ser detenido por Guillermo González Calderoni, el famoso policía del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari que también detuvo a Félix Gallardo.

Más tarde, Zambada se convirtió en pieza clave del Cártel de Juárez cuando era dirigido por Rafael Aguilar Guajardo –asesinado en Cancún, Quintana Roo, en 1993 –y después durante la etapa de Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, quien presuntamente murió en 1997 tras someterse a una cirugía plástica y liposucción para no ser perseguido.

Otras versiones sostienen que Carrillo Fuentes no murió: que terminó negociando con el Gobierno de México y de Estados Unidos para convertirse en testigo protegido.

“El Mayo” Zambada sigue vigente en el negocio del tráfico de drogas. El Gobierno de Estados Unidos lo considera un capo activo y cabeza central del Cártel de Sinaloa. Sin embargo, nadie lo molesta ni lo persigue. 

Tras la caída de Joaquín “El Chapo” Guzmán –actualmente purga una cadena perpetua en Estados Unidos por varios delitos relacionados con la delincuencia organizada –el Cártel de Sinaloa se dividió en cuatro bloques: Uno lo encabezan los hijos de Guzmán Loera (Ivan Archivaldo y Alfredo); otro era encabezado por Aureliano Guzmán Loera, conocido como “El Guano”, otro más por Rafael Caro Quintero, quien fue recapturado.

Y actualmente el cártel más poderoso sólo está dividido en dos bloques y uno de ellos lo encabeza precisamente Ismael Zambada García, “El Mayo”, quien nunca ha sido detenido en sus más de cuatro décadas de historia delictiva.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.

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