Julieta Cardona
04/07/2015 - 12:00 am
Sí te pediré de favor que te vayas a la mierda
Favor de picarle play antes de comenzar: Ven, siéntate a un lado mío; ponte cómoda porque estoy a punto de mandarnos a la mierda. Estoy a nada de rendirme y caminar, te lo juro, sin regresar y sin pedir perdón: sin regreso y sin sentir que me equivoqué. Estoy a menos de un respiro tuyo […]
Favor de picarle play antes de comenzar:
Ven, siéntate a un lado mío; ponte cómoda porque estoy a punto de mandarnos a la mierda. Estoy a nada de rendirme y caminar, te lo juro, sin regresar y sin pedir perdón: sin regreso y sin sentir que me equivoqué. Estoy a menos de un respiro tuyo que, si siento falso, me visto y me largo por esa puerta que yo misma arreglé para que tu roomie no nos escuchara coger mientras se masturbaba porque no podía tenerte. Tu roomie es, quizá, lo más triste de la línea evolutiva del hombre: un imbécil con iniciativa. Nunca me cayó bien ni yo a él; se dio cuenta de que descubrí su secreto desde el primer día: ser un imbécil grado uno (de esos que son difíciles de desenmascarar).
¿Sabes qué? Empecemos por ahí, por las cosas que nos destruyeron por no decirlas, por todas las palabras incisivas que gestaron un cáncer de boca en nuestro renco amor contenido color rojo Coca-Cola. Bien: no tolero que me ames en silencio, es malsano que me desees sin hacer un poco de ruido; detesto a Gerardo, ese compañero tuyo de vivienda es el embustero del siglo, “hey, bro, con todo respeto vete a la mierda”, quiero decirle; no me gustan tus libros repetidos; no hay maldad –ni la más pequeña– en el amor, no lo tiznes con tus prejuicios; te amo, te amo, y la vez que estábamos en aquella elegante fiesta, te dije al oído algo así como «quiero meterte la lengua»; reaccionaste tarde, pero era cosa seria: quería meterte la lengua; no me gusta cómo hueles después de haber bebido toda la noche ni después de haber estado en otra piel porque siento todo menos a ti; me vuelvo agua contigo a solas porque te chupo entera mientras, depravados, suenan saxofones en las paredes de tu cuarto que yo misma arreglé para que tu roomie no nos escuchara coger mientras se masturbaba porque no podía tenerte y, sin lugar a una sola mentira, tengo miedo de cualquier cosa contigo –aunque sea la más chiquita la más bonita la más– porque ya nos rompimos, probablemente, lo suficiente.
Estoy a nada de voltearte la cara, de huir por partecitas, de hacer lo que tú: correr en dirección contraria y enojarme para justificar mi cobardía. Pero no puedo defendernos, no hay algo de lo que seamos inocentes; haga lo que haga no sales ilesa ni salgo limpia. Será, mi amor, que nos repetimos o nos volvemos evanescentes.
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