ADELANTO | Óscar Alarcón presenta charlas con decenas de escritoras en el libro Veintitrés y Uno

04/05/2019 - 12:00 am

Veintitrés y Uno – Charlas con 23 escritoras fue publicado por Nitro/Press y la Secretaría de Cultura y Turismo de Puebla. Aquí un fragmento de uno de los textos. 

Ciudad de México, 4 de mayo (SinEmbargo).– Óscar Alarcón es narrador. Ha publicado el libro de cuentos Polimastia (BUAP, 2008) y el libro de entrevistas Veintiuno, Charlas con 20 escritores (Nitro/Press – BUAP, 2012). Es director de la Extra(e)ditados, de la BUAP, colección de fomento a la lectura entre jóvenes. Ha coordinado diversas antologías y colaborado en publicaciones como La Jornada Aguascalientes, Pez Banana y escribe la columna “El Guajolote que Lee” del periódico El Popular en Puebla. Es director de la revista electrónica http://neotraba.com/.

Raquel Castro es narradora, guionista y periodista. Ha publicado, entre otros libros, Ojos Llenos de Sombra (SM Ediciones, 2012, con el cual obtuvo el Premio Gran Angular, 2012); Dark Doll (Ediciones B, 2014); Un beso en tu futuro (Alfaguara, 2017). Su trabajo como cuentista ha sido incluido en diferentes antologías, entre ellas, Lados B 2013, de Nitro/Press. Aquí un fragmento de la entrevista que él le hace a ella.

Fragmento de Veintitrés y Uno – Charlas con 23 escritoras. Óscar Alarcón. Nitro/Press – Sría. de Cultura y Turismo de Puebla, col. Inter/View. México, 2019. Más información y compra: http://nitro-press.com/veintitresyuno.

 

 

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Óscar Alarcón

Entrevista a Raquel Castro

Aquí presentamos un fragmento de la entrevista publicada en Veintitrés y Uno – Charlas con 23 escritoras, donde la autora expone algunas de las dificultades de ser escritora en nuestro país.

ÓA. Desde la perspectiva de género, ¿en México es difícil ser escritora?

  1. RC. ¡Híjole! Pues sí. Muchas autoras dicen que no —y me da mucho gusto que digan que no— pero yo creo que es una minoría dentro de una minoría dentro de una minoría. La verdad es que no mucha gente en México se interesa en la literatura, menos en hacerla —que ya es un círculo menor— y dentro de los que la hacen sí es preponderante la cantidad de hombres.

Durante el tiempo en el que trabajé en el INBA yo peleaba mucho que, si no tener mitad y mitad, sí que fuera representativa la presencia femenina. Me puse a revisar a los ganadores de los premios Bellas Artes y descubres que el Premio de Cuento San Luis Potosí, tenía una ganadora por casi 8 o 9 ganadores. Son muy pocas mujeres. Poner mitad y mitad tampoco sería lo representativo, no funcionaría muy bien así.

Me encontraba con gente que me decía “¿por qué quieres meter mujeres en la mesa si hay hombres que son expertos?”. Porque también hay mujeres que son expertas y porque creo que hay que empezar a dar esa representatividad. Me encontré con cosas impresionantes, imagínate, autoras invitadas a una antología que me contestaban: “gracias, pero ahorita no tengo nada. En cambio mi pareja sí tiene algo, te contacto con él”, mujeres que le ceden su lugar a un hombre, eligen ponerse un pasito atrás. O decir “vamos a hacer un ciclo que se llama ‘La habitación propia’ que habla sobre mujeres que escriben inspiradas por el ensayo de Virginia Woolf, ‘¿qué necesita una mujer para escribir?’”.

Y gente que te dice “eso no hace falta, es exactamente igual un hombre que una mujer que escribe”, pues no, por ejemplo cuando hay hijos es la mujer sobre quien recae la responsabilidad mayor de criarlos. Conozco amigos escritores que están en la computadora y su esposa amiga escritora está en la computadora pero está haciendo la comida, cuidando al niño y yendo a las juntas a la escuela. No es exactamente igual, la sociedad misma y la forma en la que hemos sido educados no nos permite que sea así. También me he encontrado con gente que te dice “perdón, pero escritoras buenas en México, Sor Juana y ya”, y dices “ay, caray”, ya ni siquiera gracias por lo que me toca. Perdón, pero si vamos a poner a Sor Juana como estándar, tampoco hay hombres escritores buenos. Sor Juana sería el escritor mexicano sin género.

Me parece injusto que el estándar para un hombre sea José Agustín y el estándar para la mujer sea Sor Juana —sin demeritar a José Agustín—. Ni siquiera tendríamos que buscar un estándar, cada quien escribe con base en sus vivencias, en sus intereses, en su propuesta estética, y a lo mejor a ti no te gusta y al de al lado le parece genial, no creo que sea justo hacer eso. Creo que hay muchos prejuicios incluso por parte de las mismas mujeres: eres mujer y vas a escribir pero escríbeme con historias de amor y recetas de cocina, “pero yo no sé cocinar y me gusta mucho la sangre, me gustan los zombis”, “ay, híjole, ¿qué crees?, queremos mujeres que escriban como Ángeles Mastretta”, pero si ya lo hizo Mastretta, y lo hizo muy bien, ¿para qué quieres más de eso? Me temo que el principal problema para las mujeres que escriben es la propia mujer que escribe, porque te pones unas telarañas en la cabeza. Hay un síndrome que ya está tipificado, se llama síndrome del impostor y les pesa más a las mujeres que a los hombres, que es sentir que estás ocupando un lugar que no te corresponde, que estás engañando a la gente.

Y me ha tocado convivir con muchas escritoras que sienten eso: “es que lo que escribo no es tan bueno, no sé por qué no se han dado cuenta, seguro me publicaron porque le caí bien, me tuvo lástima, porque es amigo de mi esposo”, es un hacernos menos solas, además platicas con un hombre y no pasa igual. Es muy chistoso. Yo lo he vivido así, me dicen “es Raquel, la experta en zombis” y yo de inmediato contesto: “no, no, no. Soy una aficionada”. No me pongan esa etiqueta porque me siento incómoda.

Cuando estaba escribiendo Ojos llenos de sombra, me preguntaron ¿qué escribes? Y respondí: “ay, pues es un coso, que trata de una chava…”. No me salía la palabra “novela”, se me hacía un nudo en la garganta y me daban ganas de llorar. He platicado con amigas que escriben y creo que no soy la única, entonces dices “ay, caray, ¿qué está pasando aquí?”. Estamos entrando en un campo en el que algunas personas abiertamente, y otras sutílmente y otras sólo con actitudes, nos dicen que no es a donde pertenecemos.

Es como sentarte en el lugar prohibido del autobús y estar esperando a ver a qué hora se da cuenta el chofer y te baja. O no. Llegas a tu destino y sientas un precedente y después más chavas se van a poder subir, pero mientras sí es interesante. Creo que es importante decir que en general es sutil, no es una cuestión de prohibición o de que nadie te publique, que es lo que la gente esperaría ver. No es que te avienten huevos en una presentación, pero sí es el leer en Facebook a escritores que critican a una autora y concluyan: “es que es una mal cogida”, cuando de un escritor que escribe mal no dicen “es que es un mal cogido”, dicen “es un mal escritor”.

Todavía se relaciona el talento femenino con el rol femenino tradicional. No se atreven a separarlo. Y muchas veces la misma mujer no ha encontrado cómo separarlo. Por ahí van los retos y las dificultades: convencerte primero a ti misma como mujer que lo que estás haciendo es válido, es digno y es genuino. Combatir la idea de “soy un impostor”. Luego, convencer a las otras de que también pueden, ya estuvo bueno de ceder el lugar o el asiento si nadie te lo pidió. Ya tu chavo tendrá su momento y, si es buen escritor, él solito se buscará un lugar. No puede ser que todavía haya escritoras que tienen miedo de publicar porque su pareja también es escritor y todavía no ha publicado. No es competencia, ni para bien ni para mal: no es competencia, punto. Y después convencer al resto, a la academia, que te puedan leer sin ponerte la etiqueta de literatura femenina.

Y una vez más lo que tú decías: el menor de los problemas son los lectores. La mayoría ni se fija en el nombre, leen la historia si les gusta, y si no les gusta, no la leen. Excepto los que ya son fans de algún autor en particular. Nos estamos preocupando por una cosa absurda, tenemos que volver más al lector y ver que le vale.

Mi papá es un gran lector que nunca se acuerda del autor ni del título del libro. Y uno preocupándose. Porque ésa es la otra: la preocupación por la fama. Si lo que quieres es fama, mi consejo es: mata a alguien, y de preferencia, si puedes, mata a varios como asesino serial. Si lo que quieres es escribir, olvídate de la fama y disfruta la escritura, porque la mejor parte de la escritura la haces a solas en tu compu, en tu cuaderno y nadie te está viendo. Aunque el libro se publique, la mejor parte es cuando estás escribiendo.

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