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Hilda García

04/05/2012 - 12:01 am

México: la gran telenovela

Ella se llamaba Angélica y tenía un especial don de recitar de una manera tan atractiva los números de las obras realizadas por el Príncipe Enrique en sus tierras, que una vez que se vieron, sus miradas se encontraron y felizmente se enamoraron. Hubo intrigas, rumores, descréditos, pero las hadas conspiraron a favor de su […]

Ella se llamaba Angélica y tenía un especial don de recitar de una manera tan atractiva los números de las obras realizadas por el Príncipe Enrique en sus tierras, que una vez que se vieron, sus miradas se encontraron y felizmente se enamoraron.

Hubo intrigas, rumores, descréditos, pero las hadas conspiraron a favor de su amor, juntaron a sus hijos, se convirtieron en una linda familia. Siempre pensando en su prole y lo que sería bien para ellos decidieron que querían gobernar un país de cuento o de puros cuentos. Para ello, anunciaron su relación en la prensa del corazón y hasta la bendición papal lograron. Comenzaba la mejor producción de Televisa. Y la verdad, no es poca cosa. Sobre todo cuando los intereses de la televisora están puestos desde el inicio sobre un Presidente que no quiera quitar su poder, ni afectar sus intereses.

Y es que durante años hemos escuchado cómo Televisa primero, como monopolio, considerado por Fátima Fernández Christlieb “el quinto poder”, y Televisión Azteca, después, se han convertido en uno de los poderes fácticos que pesan sobre México. Lo que en un principio llegó a pensarse que sería una competencia entre cadenas de televisión que mejoraran la calidad informativa y de oferta de contenidos, se convirtió en un duopolio poderoso que lucha por mantener su poder sin querer abrir alternativa a la libre competencia o a una tercera o cuarta cadena con la cual compartir las audiencias y los presupuestos de las grandes agencias de publicidad.

Este próximo 6 de mayo tendremos debate. Pero el debate sobre el debate presidencial ha sido desgastante, lastimero y ha presentado la verdadera realidad de las instituciones oficiales y de los medios televisivos en México. Cuenta de ese debate ha aparecido en las páginas de diarios nacionales y hasta el Wall Street Journal lo ha hecho porque parece inconcebible que Televisa decida que transmite el debate a través de un canal secundario y que el mismo propietario de Televisión Azteca defina que prefiere transmitir un partido de futbol en su fase de liguilla que el debate en nada contribuye al reforzamiento de la democracia, ni de la apertura de medios o de la difusión de las actividades políticas para que las audiencias tenga un mayor acercamiento a su realidad política y ejercer su voto.

El mismo Instituto Federal Electoral (IFE) fracasó en el consenso para que se transmitiera el debate en cadena nacional. Las televisoras con sus presiones y sus intereses aparecen por encima de cualquier instancia y ya hasta la empresa Youtube envió su mensaje corporativo anunciando la dirección electrónica donde los usuarios podrán seguir el debate político “dondequiera que se encuentren”.

Pero más allá del debate sobre el debate estos dos grupos manejan sus intereses por encima de lo que sea, no importa si hablamos de libertad de expresión, de calidad informativa, de debates políticos y de agentes de la democracia y la educación, pero han aprendido a hacerlo a través de la disuasión y de cómo contarnos las historias de la política nacional e internacional.

Basta ver un noticiario para ver cómo las notas internacionales no explican contextos, conflictos o situaciones de política externa, sino que se han convertido en anécdotas. La anécdota de un elefante escapando de una festividad de la India y haciendo correr a los presentes, sustituye a cualquier análisis sobre las inversiones de la empresa catalana Ficosa para generar empleos en ese país o al seguimiento de las víctimas del naufragio que ha cobrado ya más de 100 víctimas fatales también allá en la India, un país de unos mil 200 millones de habitantes.

Lo mismo pasa con las elecciones. Las grandes televisoras destacan notas de 30 segundos o un minuto a las declaraciones de los candidatos o de los datos anecdóticos de estos. Y aún a pesar de ver cómo Peña Nieto fue incapaz de hablar de tres libros que lo hayan marcado él luce espléndido en todas las imágenes y aún mejor en las encuestas, en las que todavía mantiene una distancia de unos 20 puntos sobre sus principales adversarios, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador quienes disputan hoy el segundo lugar.

Lo que no sabemos es qué propuesta sobre Pemex o sobre la educación tiene cada candidato. Todo se traduce en buenos y malos, y si no, recuerde lo que fue la campaña de hace seis años en la que la fuerza de los medios se desató contra AMLO¸ no de a gratis aprendió la lección y ahora aparece muy bonito, sabe en qué momento se queda calladito.

Pero a la vez, el síndrome de Cenicienta que nos enseñaron de chicos con las películas de Disney, después nos las reforzaron con las telenovelas (y ojo que no tengo nada contra el género, maravillosos amigos míos son escritores de grandes producciones) y las grandes historias de la realeza mundial las hicimos región 4 para conocer a nuestra rancia aristocracia o nuevos ricos con historias de políticos, futbolistas y actrices. La más exitosa es la segunda versión de la Gaviota. No la de la hacienda tequilera, sino la que se da en el Estado de México entre Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera y que ha salido de su difusión en revistas del corazón para llegar a la política.

Las televisoras, con tal de mantener sus intereses de duopolio y no permitir la competencia con otros actores, han jugado con el otrora partido oficial el rol de hados padrinos de la figura del momento para suplir sus carencias en un debate con notas donde el apuesto príncipe cuida de su voz impostada y de su imagen de galán, donde se muestra saludando a mujeres y se deja tomar fotografías con los celulares de dos que tres que a su paso dicen: “Ay.. está re guapo” o “Ay, se ven bonitos juntos, ¿no?”. Bajo cualquier elemento de percepción no se hablaría de violencia contra mujeres, de la falta de agua, de seguridad o de desempleo. Los argumentos de la sociedad son similares a los que se darían sobre cualquier episodio telenovelesco en el que las esculturales mujeres y tonificados actores se diluyen los contenidos y los intereses.

Y cuando las percepciones se vuelven verdades es muy fácil manejar las voluntades. En un país donde de acuerdo con un informe de la Secretaría de Educación Pública (SEP) cada día desertan del bachillerato más de 3 mil jóvenes y durante el ciclo escolar cada 25 segundos, en promedio, un joven decide no seguir estudiando y abandona el bachillerato es muy fácil vender telenovelas. Las historias que representan la misma historia contada de diversas formas con actores y actrices son una parte fundamental de los ingresos de las televisoras.

Televisa, por ejemplo, anunció esta misma semana que sus ganancias se incrementaron 93% en el primer trimestre de 2012. La utilidad neta entre enero y marzo ascendió a mil 505 millones de pesos, cuando durante el mismo periodo del año anterior fue de 780 millones.

Los ingresos en televisión por cable y telecomunicaciones crecieron un 16.8 %, televisión satelital un 11.8%, el contenido un 13.6% y sus editoriales 14.1%.  Siendo así las cifras queda claro dónde han puesto sus intereses y por qué la fórmula del género implementada por Ernesto Alonso, el señor telenovela, y Fernanda Villeli, la más grande escritora de telenovelas que ha tenido México, siguen reproduciéndose.

No debería quedar sin presión esa protección mutua entre las televisoras y los políticos. Sea a nivel de autoridad oficial o de grupos de ciudadanos interesados en apoyar el ejercicio democrático deberían de aumentar sus presiones, aunque parece que la telenovela aumentó el número de capítulos y podría extenderse por 6 años más.

En nosotros debería estar el poder cambiar de canal.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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